Que cultivaba el campesino? ¿Y qué hacía con esos productos? el labrador y el arbol
Respuestas a la pregunta
Respuesta: Corona por favor :-(
Que cultivaba el campesino? Un campesino es propietario de una pequeña parcela, que cultiva con la ayuda de su familia empleando animales, como los bueyes, para jalar su arado. Se apoya en herramientas y maquinaria sencillas. Siembra una vez al año aprovechando el agua de la temporada de lluvias.
El producto de su cosecha es para el consumo de su familia y para alimentar a sus animales, por lo que solamente vende el sobrante. Es común que cuando acaba la cosecha se vaya a otros lados para buscar trabajo en tanto llega de nuevo la temporada de siembra.
¿Y qué hacía con esos productos? Hay ciertos productos que todos necesitamos, se trata de productos de consumo masivo en la sociedad. Esto provoca una alta competencia de las empresas que se dedican a este sector, las cuales intentan diferenciarse a través de alternativas para conseguir más clientela.
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En un entorno cambiante en el que nos encontramos, este sector, más que ningún otro, debe adaptarse a estos cambios, aprovecharlos y convertir las amenazas en oportunidades. En este artículo hablaremos de qué son los productos de consumo masivo y cuáles son las mejores prácticas que las empresas de este sector deben implementar para conseguir el éxito.
Explicación:
el labrador y el árbol:
Había una vez un campesino que se pasaba el día cuidando sus tierras. En ellas crecían muchos productos de la huerta y decenas de árboles frutales. Con mucho esmero cultivaba hortalizas con las que después elaboraba deliciosos guisos y sopas. En cuanto a los árboles, le proporcionaban ricas manzanas, naranjas jugosas y otras frutas maduradas al sol.
Arrinconado, en una esquina de la finca, había un arbolito que nunca daba frutos. Era pequeño y ni siquiera en primavera nacía de él una sola flor. Era un árbol tan feo que la mayoría de los animales le ignoraban, pues sólo tenían ojos para los frondosos y floridos árboles que abundaban por allí. Parecía que su única misión en la vida era servir de refugio a los gorriones y a una familia de cigarras de esas que no paran cantar a todas horas.
Un día, el labrador se hartó de verlo y decidió deshacerse de él.
– ¡Ahora mismo voy a acabar con ese árbol! No me sirve para nada, afea mi finca y sólo está ahí para incordiar.
Abrió la caja de herramientas, se puso unos guantes y empuñó un hacha afiladísima. Atravesó sus ricas tierras y se acercó al árbol, dispuesto a talarlo. Justo antes del primer impacto sobre el tronco, los gorriones comenzaron a suplicar.
– ¡No, por favor, no lo hagas!
– ¡Claro que lo haré! La vida de este árbol ha llegado a su fin.
– ¡No, no! Este arbolito es nuestro hogar. Sus hojas, aunque son pequeñas, nos protegen del sol y aquí construimos nuestros nidos. – ¡Y a mí qué me importa! Es un árbol horrible e inútil.
Sin atender a las súplicas de los pajaritos, asestó su primer hachazo. El árbol se tambaleó un poco y el ruido despertó a las cigarras que se escondían en la corteza del tronco. Un poco mareadas, se encararon con el campesino.
– ¿Pero qué hace? – ¡No mate este árbol, por favor!
– ¿Quién me habla?
– ¡Somos nosotras, las cigarras! Estamos frente a usted, en el árbol. Si lo destruye, no sabremos a dónde ir. Es nuestra casa desde hace años y somos felices viviendo aquí.
– ¡Paparruchas! ¡No me vais a convencer! Usaré la madera para encender la chimenea en invierno ¡Vuestra vida y vuestros problemas me dan igual!