¿Qué consecuencias puede tener que la política tuviera estas dos características?
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Respuesta:
Es imposible saber con certeza cómo luciría el mundo hoy sin aquel terremoto financiero y económico que sobrevino tras el colapso del banco de inversión Lehman Brothers en septiembre de 2008, pero sí es factible medir las secuelas de esa crisis.
Así respondieron estas 5 economías a la grave crisis financiera de 2008 (y cómo están 10 años después)
Y algunas de esas consecuencias repercuten hasta el presente, afectan la forma en que sociedades occidentales ven a sus gobiernos y alimentan el populismo o la radicalización política, afirman expertos.
Adam Tooze, un historiador económico de la Universidad de Columbia y autor de "Crashed", un libro sobre los cambios en el mundo tras aquel colapso, coincide con la idea de que en 2008 se vivió la peor crisis financiera de la historia, como dijo el entonces presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke.
"Todos pudieron ver cómo terminaría el mundo, y luego no fue así. Pero nunca vuelves a ser el mismo después de eso. Ya sabes cuán terribles son los posibles riesgos y cuán frágiles son las políticas que evitan el desastre total", dice Tooze a BBC Mundo.
A continuación, tres efectos políticos de esa crisis que persisten una década después.
1. Furia con el establishment
La debacle financiera de 2008 erosionó la confianza de la gente en los funcionarios e instituciones que los gobernaban, sobre todo en Estados Unidos y Europa.
Eso se tradujo entre 2008 y 2010 en derrotas electorales de partidos políticos que gobernaban a ambos lados del Atlántico y un aumento en los niveles de desconfianza en las instituciones europeas en años siguientes.
Primero fue la noción de que la economía en EE.UU. y algunos países europeos estaba insuficientemente regulada para evitar lo que pasó.
El fenómeno se exacerbó con la idea extendida de que la inquietud central de las autoridades fue rescatar a los bancos, en gran medida responsables de la crisis, con dinero del fisco y sin enfocarse en aliviar el sacrificio que debió hacer la gente común.
2. Polarización y populismo
El desencanto popular que dejó la crisis fue caldo de cultivo para populistas y extremistas, sobre todo de derecha, que polarizan sociedades y ganan espacios de poder, señalan los expertos.
El ejemplo más reciente fueron las elecciones del domingo en Suecia, donde un partido de extrema derecha prácticamente igualó los votos de la coalición de centro-izquierda gobernante.
3. Un nuevo escenario internacional
Si bien la comunidad internacional reaccionó con cierta unidad ante la crisis de 2008, con el tiempo afloraron diferencias entre los países que los especialistas también vinculan con el colapso de hace una década.
Un ejemplo de ello es la Eurozona, primero con tensiones entre países deudores y acreedores, y luego con las fisuras que produjo el crecimiento de partidos nacionalistas.
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