¿Qué características diferencian a la Tierra con Marte y cuales de ellas hace posible la vida en el planeta?
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La exploración intensiva a la que se está sometiendo el planeta Marte nos está revelando gran cantidad de datos sobre sus propiedades y sobre su pasado. Sin embargo, existen dos grandes incógnitas por desvelar: ¿cuáles fueron las diferencias que provocaron que el planeta sea tan distinto de la Tierra? ¿Existe o ha existido actividad biológica en el planeta rojo? Especialmente revelador es el estudio comparativo de ambos planetas.
Desde la distancia, la Tierra y Marte nos muestra profundas diferencias. En el primer caso, dominan blancos y azules, correspondientes a las nubes y a los océanos, y los marrones de los continentes. Por tanto, la existencia de agua en sus diferentes estados (sólido en los casquetes polares, líquido en los mares y gaseoso en la atmósfera) es evidente. Y la presencia de agua sugiere, de manera casi inmediata, la existencia de vida. De hecho, incluso desde satélites en órbita es posible apreciar la intensa actividad biológica del planeta, como es el caso de las banquisas antárticas o el cambio estacional de la superficie forestal.
Marte es bien distinto. Diversas tonalidades naranjas, provocadas por óxidos de hierro, dominan su superficie. Dependiendo de la estación y de la posición relativa con la Tierra, algún polo puede ser visible, aunque en esta ocasión el blanco proviene esencialmente de hielo seco (dióxido de carbono en forma sólida). Sin embargo, durante los últimos años diversos estudios han dejado claro que existe agua en la superficie marciana, y que la dinámica de este compuesto es bastante compleja.
Marte tiene una tenue atmósfera, compuesta esencialmente de dióxido de carbono (95.32%), nitrógeno (2.7%), argón (1.4 %) y unas trazas de oxígeno (0.13%). La de la Tierra, por el contrario, está compuesta esencialmente de nitrógeno (78.1 %), oxígeno (20.94%), argón (0.93%) y una cantidad variable del dióxido de carbono (alrededor del 0.035%, incrementándose rápidamente). Las temperaturas medias varían en gran medida: -55 grados centígrado (º C) en el caso de Marte, con mínimas del orden de -133º C y máximas de unos +27º C; y de una media de unos +15º C en el caso de la Tierra, con mínimas de -89.4º C (en Vostok, Antártica, aunque recientemente se ha alcanzado -93.2º C en las proximidades, en medidas tomadas por satélite) y máximas de +58º C o +56.7º C (en El Azizza, en Libia o en Furnace Creek, EEUU). Sin embargo, la temperatura media de la Tierra está afectada por el efecto invernadero provocado por los gases de la atmósfera, principalmente el dióxido de carbono, el vapor de agua, el ozono (moléculas de oxigeno con tres átomos, en vez de los dos que tiene el oxígeno que respiramos) y el metano. De no ser así, la temperatura media sería unos 33º C más baja, alrededor de los -18º C, y por lo tanto el agua estaría en estado sólido en la mayor parte del planeta.
En los casos de Marte y la Tierra, la estructura interna se divide en tres regiones bien diferenciadas: corteza, manto y núcleo. Sin embargo, contrariamente al caso de la Tierra, en núcleo de Marte es sólido y no crea su propio campo magnético. Existen, es sí, campos magnéticos locales, restos “fósiles” de un campo global que pudo existir como consecuencia de un núcleo parcialmente líquido, como en el caso terrestre. La práctica ausencia de tectónica de placas, tal y como la conocemos en la Tierra, que produce un vulcanismo muy activo y la orogénesis (los levantamientos de cadenas montañosas), implica que los terrenos marcianos son mucho más viejos que los lechos oceánicos o los continentes terrestres. Por ejemplo, la gran depresión del hemisferio Sur, Hellas Planitia, fue provocada por el impacto de un gran cuerpo celeste hace unos 3,900 millones de años. En el caso de la Tierra, las evidencias sobre la corteza de un evento así habrían dejado de existir hace mucho tiempo.
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