que actitudes realizo el estado con la ganacia del guano
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El Estado pidió adelantos de pagos y adelantos a los contratistas. .... El Estado encargaba la venta del guano a particulares llamados Consignatarios que obtenían el 5% de ganancias.
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: La importación de mano de obra (cien mil chinos entre 1849 – 1874), teóricamente en condición de contratados, pero en la práctica como esclavos, la importancia de la mano de obra Culi, estaba orientada en la disponibilidad de la oferta. Un jornalero peruano, criollo o mestizo de la costa, casi nunca trabajaba seis días a la semana, descansaba domingo y martes inclusive, a diferencia de un Culi, que representaba trabajo seguro cualquier día y a toda hora. Menor cantidad de mano de obra pero mayor esfuerzo laboral, representaba sin duda rentabilidad. La explotación del guano descansó en una fuerza laboral forzada.
Para la disponibilidad de la mano de obra el estado Peruano, contrataba el servicio de particulares en el exterior, y estos subcontrataban a otros, que se encargaban de la explotación del guano (Islas de Chincha).
La habilitación de peones se realizaba en el puerto de Pisco, a través del sistema de “El Enganche” la paga era ínfima, apenas cubría sus subsistencia; el chino contratado terminaba pagando con su trabajo los costos de su “enganche”.
La demanda de abono en el exterior exigía acelerar los mecanismos de producción, por ello la intervención más directa del Estado en la explotación y comercialización del guano, siendo el encargado comerciante Domingo Elías. El guano, fue el sector exportador más importante del Estado durante el siglo XIX.
La mano de obra captada para el trabajo en las Islas de Chincha, estuvo integrada por culis, esclavos, presidiarios, vagos, desertores del ejército, trabajadores libres y peones; cada uno con sueldos distintos y con presencia en las zonas de explotación. El trabajo de extracción del guano, era realizado de manera manual, era depositado en carros tirados por mulas o ferrocarriles, siendo conducidas a “montones” o “tolvas”, que podían contener hasta mil toneladas de guano. El abono podían ser trasladado en carretillas o sacos al hombro. Las “tolvas”, se hallaban conectadas a unas gruesas mangueras de lona, por donde el guano era vaciado a las embarcaciones de manera directa o a través de lanchas. Este precario sistema, generaba pérdidas humanas y todo tipo de recursos.
Para una mejor extracción, el contratista se encargaba de la extracción, mientras que el embarque quedaba en manos del gobierno. El Estado debía encargarse de la construcción de muelles. Por ello, se considera que la explotación del guano funcionó como una empresa privada, con todo el respaldo y apoyo estatal.
La estructura de los salarios en las islas, fue discriminatoria, la paga no estaba de acuerdo necesariamente a la calificación del trabajador, incluso al producto y a la calidad del trabajo. Constituyendo la paga más ínfima, la de presos y chinos a diferencia de los jornaleros libres. Los salarios pueden medir bien esta graduación. En el plano inferior, los asiáticos; en el segundo nivel los presidiarios, que tenían la posibilidad de elevar quejas y denuncias de los malos tratos; y luego los jornaleros libres. Esto no los exoneraba a los chinos de motines (se contabilizan 3 en el siglo XIX).
Los trabajadores chinos que vinieron al Perú, venían del puerto chino de Macao (de propiedad portuguesa) carecían de tierras y todos sus beneficios. La rebelión campesina de Taipin (1849 – 1864), los obligó a huir por temor a ser reprimidos por el emperador, buscando el paraíso ofrecido en el Perú, conocida antes de su partida como “colinas doradas”.
Su alimentación era el charqui o “carne seca”, arroz, camote, chancaca y vegetales. Sus vicios, fumar opio y tomar alcohol.
En síntesis, la llegada de mano de obra, no fue por la escasez de ella al interior del Perú, fue más bien por las ventajas y utilidad que podía brindar la mano de obra Culi con relación a la propia.
Para la disponibilidad de la mano de obra el estado Peruano, contrataba el servicio de particulares en el exterior, y estos subcontrataban a otros, que se encargaban de la explotación del guano (Islas de Chincha).
La habilitación de peones se realizaba en el puerto de Pisco, a través del sistema de “El Enganche” la paga era ínfima, apenas cubría sus subsistencia; el chino contratado terminaba pagando con su trabajo los costos de su “enganche”.
La demanda de abono en el exterior exigía acelerar los mecanismos de producción, por ello la intervención más directa del Estado en la explotación y comercialización del guano, siendo el encargado comerciante Domingo Elías. El guano, fue el sector exportador más importante del Estado durante el siglo XIX.
La mano de obra captada para el trabajo en las Islas de Chincha, estuvo integrada por culis, esclavos, presidiarios, vagos, desertores del ejército, trabajadores libres y peones; cada uno con sueldos distintos y con presencia en las zonas de explotación. El trabajo de extracción del guano, era realizado de manera manual, era depositado en carros tirados por mulas o ferrocarriles, siendo conducidas a “montones” o “tolvas”, que podían contener hasta mil toneladas de guano. El abono podían ser trasladado en carretillas o sacos al hombro. Las “tolvas”, se hallaban conectadas a unas gruesas mangueras de lona, por donde el guano era vaciado a las embarcaciones de manera directa o a través de lanchas. Este precario sistema, generaba pérdidas humanas y todo tipo de recursos.
Para una mejor extracción, el contratista se encargaba de la extracción, mientras que el embarque quedaba en manos del gobierno. El Estado debía encargarse de la construcción de muelles. Por ello, se considera que la explotación del guano funcionó como una empresa privada, con todo el respaldo y apoyo estatal.
La estructura de los salarios en las islas, fue discriminatoria, la paga no estaba de acuerdo necesariamente a la calificación del trabajador, incluso al producto y a la calidad del trabajo. Constituyendo la paga más ínfima, la de presos y chinos a diferencia de los jornaleros libres. Los salarios pueden medir bien esta graduación. En el plano inferior, los asiáticos; en el segundo nivel los presidiarios, que tenían la posibilidad de elevar quejas y denuncias de los malos tratos; y luego los jornaleros libres. Esto no los exoneraba a los chinos de motines (se contabilizan 3 en el siglo XIX).
Los trabajadores chinos que vinieron al Perú, venían del puerto chino de Macao (de propiedad portuguesa) carecían de tierras y todos sus beneficios. La rebelión campesina de Taipin (1849 – 1864), los obligó a huir por temor a ser reprimidos por el emperador, buscando el paraíso ofrecido en el Perú, conocida antes de su partida como “colinas doradas”.
Su alimentación era el charqui o “carne seca”, arroz, camote, chancaca y vegetales. Sus vicios, fumar opio y tomar alcohol.
En síntesis, la llegada de mano de obra, no fue por la escasez de ella al interior del Perú, fue más bien por las ventajas y utilidad que podía brindar la mano de obra Culi con relación a la propia.
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