¿Qué actitud muestra el zar en su diario ante los sucesos de 1905?
Respuestas a la pregunta
En octubre estalla la primera huelga general de la historia moderna. Protagonizada por millares de obreros de la capital rusa, Petersburgo. La misma había comenzado por mejoras de salarios, por las 8 horas de trabajo y por conseguir libertades políticas, ya que el absolutismo las negaba. El poderoso movimiento huelguístico, llego a poner en pie al primer Consejo de diputados obreros (Soviet, en ruso), del que participaron más de 200 mil obreros, eligiendo a sus representantes. Este se reunía en el Instituto Politécnico y pronto comenzó a editar su propio diario Izvestia (“Las Noticias”). Los obreros gráficos eran la vanguardia del movimiento. Enfrentaban no sólo la represión del gobierno, sino también estaban alertas a los “pogromos” que eran hordas reaccionarias del zarismo, encargadas de exterminar físicamente a todos los judíos y aprovechando el momento, a todo aquel huelguista y opositor político. Allí reside la importancia del Soviet: le dio una dirección unificada al movimiento revolucionario, elevando su conciencia política y convirtiéndose en la voz de todos los explotados y oprimidos. El Soviet no fue una creación ni del bolchevismo ni del menchevismo. Ambas fracciones del partido obrero socialdemócrata ruso nada tuvieron que ver en su creación. Paradójicamente fue iniciativa del zarismo, ya que les pidió a los trabajadores que elijan a sus representantes para poder formular sus demandas. Incluso el partido bolchevique de Lenin y del menchevique de Mártov tenían una actitud despectiva en un primer momento. Pero luego se prestaron a colaborar resueltamente. Lo mismo con el partido socialista revolucionario, de composición campesina. Y también el grupo independiente de todas las fracciones: el de León Trotsky que con sólo 26 años sería el principal dirigente, orador, publicista y redactor de sus principales proclamas, manifiestos y editoriales. Trotsky escribía en 3 diarios a la vez y desde entonces se hizo conocido hasta en la última fábrica de la capital rusa. Su nombre se volvió la pesadilla viviente de la policía zarista.