Arte, pregunta formulada por leonardomarquez2102, hace 6 meses

Pueden sacar un resumen del siguiente libro por favor?

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Respuestas a la pregunta

Contestado por martiana16
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Respuesta:

La casa de Natalia se encontraba en uno de los extremos de la población. El pueblo que aspiraba a que se llamara Ciudad, contaba con muchas calles extensas, pero de las que muy pocas tenían el número de casas suficiente para justificar la pretensión urbana. Después del agrupamiento de edificios junto a las dos plazas y a las tres iglesias que constituían el centro poblado. En uno de esos extremos de la calle vivía Natalia, la casita se levantaba airosa, aunque humilde. Entre el fondo de la Arboleda que marcaba el confín por ese lado, la casita blanca y pulcra, con amplios corredores y un pequeño huerto.

Explicación:

Tener hondura y claridad; ser transparente como el agua y salir desde muy adentro de la tierra, ¡qué mayor gloria! Natalia se sentía formando' parte del ambiente; si el paisaje familiar le era querido, -sabia también que, como la fuente, ella "tenía sus raíces en esa pobre tierra; ella había nacido como brotan los maizales en las llanuras y en las vertientes de las lomas. ¿No eran sus ojos, que podían otear y recrearse en la hermosura de la naturaleza, dos fuentes vivas que salían de su ser tan vinculado al cuadro campestre? Y veía el monte que se elevaba aislado y solitario; pero no hosco, sino como un viejo bueno. La gente de campo le llamaba "el taita", el padre; contaba que en el cráter apagado de ese monte vivía un viejo venerable, que era una especie de genio protector y benéfico. Una antigua convulsión había desgajado unas rocas que formaban como la ventana de una ruina colosal: era la ventana de la casa del viejo monte. Alguno había subido hasta allá: el anciano le recibió bondadoso y ¡campestres imaginaciones! decían que después de agasajarle le concedió el regalo de unas amarillas mazorcas de maíz y de unas cristalinas de morocho.

El maíz resultó ser oro y fueron perlas los granos del morocho. Y esa alta ventana era un acicate de prodigio y de esperanza para la gente ingenua y pobre.

El viejo del monte se mostraba también de otras maneras y en otras formas: hijos suyos eran los niños de tez blanca y sonrosada que parían las indias jóvenes. Acaso estos procreadores misteriosos no eran sino los rijosos propietarios de haciendas; pero entre la gente india, el niño que salió de otro color que el cobrizo suyo, no era sino hijo del padre o del tornasolado cuische.

También el monte era una divinidad: cuando el verano se prolongaba resecando por demás los campos y matando las semillas, o cuando el invierno crudo hacía imposible las siembras, largas hileras de indios iban en peregrinación a los primeros contrafuertes del monte, y allí, en rito sagrado, en rito trasmitido desde la más remota tradición, abrían un surco y depositaban en ofrenda frutos y exvotos, y se alejaban salmodiando una plegaria en la lengua autóctona. Siempre el monte hizo el milagro que se le pidió.

Allí estaba lleno de negrura y de altivez; mostrando en los surcos de lava que le atravesaban formando una V gigantesca, que en un tiempo ardió en un fuego destructor. Acaso entonces, en un tremendo patalear de cíclope, abrió a sus pies la laguna que hoy rizaba sus aguas blandamente; acaso entonces cubrió de desolación los campos que hoy verdegueaban sonreídos. Los montes no sólo en la imaginación popular ejercen tan poderoso influjo: todo hombre los mira como algo enaltecedor y los recuerda en la ausencia con añoranza. "

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