pros y contras de la eliminacion de la esclavitud por favor es para mañana
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Existe una amplia bibliografía acerca de la esclavitud en la Nueva España que parte de los trabajos de Gonzalo Aguirre Beltrán,1 la cual ha hecho contribuciones muy valiosas; sin embargo, buena parte de esos estudios presentan la imagen del esclavo americano hasta cierto punto distorsionada, al destacar que vivía en condiciones peores que en su lugar de origen. Debe tenerse en cuenta que los esclavistas en África y PALABRAS CLAVE: en las islas inglesas y francesas prácticamente no tuvieron restricción alguna; en cambio, en los reinos americanos hubo leyes que limitaron el poder o los derechos de los dueños, y permitieron a los cautivos obtener la libertad y poseer propiedades. Como la legislación española abrió esas posibilidades y los dueños abrigaban un profundo sentimiento religioso, en ninguna parte del mundo se liberó a los esclavos como en los territorios de tierra firme.2
En los albores del siglo XIX, la esclavitud no estaba muy extendida en la América española, salvo en algunas islas del Caribe como Santo Domingo, Puerto Rico o Cuba. Cuando Alejandro Humboldt visitó este último lugar lo llamó "la isla del azúcar y de los esclavos", con lo que quiso resaltar la gran producción y el número elevado de esclavos que trabajaban en las plantaciones, cuyos dueños llegaron a sostener que sin ellos no podía cultivarse la caña de la que se extraía el azúcar. En Puerto Rico la situación era similar: según el censo que se levantó en 1827, de los 323 838 habitantes, 34 240 tenían la condición de esclavos, es decir, poco más de diez por ciento.3 Cuando Humboldt estuvo en la Nueva España no le llamó la atención la cantidad de cautivos que había —menor a la de las islas mencionadas— sino los recursos naturales con los que contaba este reino, sobre todo los mineros. Como se sabe, a este territorio lo llamó "el cuerno de la abundancia", pero también el país de las desigualdades.4
En efecto, al inaugurarse el siglo XIX la esclavitud en el virreinato más rico de la América española estaba disminuyendo, debido, entre otras cosas, al impulso que había cobrado la economía capitalista en el mundo a finales del siglo XVIII. La expansión de este sistema económico hizo ver que la mano de obra esclava resultaba más cara que la asalariada. Ya hace tiempo, David A. Brading documentó que, durante la época borbónica, en las haciendas y en las minas del Bajío se empleaban preferentemente trabajadores libres y no esclavos,5 quienes más bien se concentraban en las ciudades desempeñando labores domésticas en las casas de las familias ricas.6 A los empresarios ya no les interesó comprar esclavos porque esa inversión no generaba mayores ganancias; en lugar de eso, prefirieron emplear su dinero en empresas mercantiles, agrícolas y mineras para aprovechar el ejercicio del libre comercio instituido por los borbones. A lo anterior habrá que añadir las ideas sobre la libertad y los derechos del hombre que se fueron difundiendo desde finales del siglo XVIII a través de los textos ilustrados.
No se sabe con exactitud el número de esclavos que había en la América septentrional en el momento que estalló la insurrección que acaudillaron Miguel Hidalgo e Ignacio Allende en septiembre de 1810. Según algunas estimaciones había en este territorio entre nueve y diez mil hombres y mujeres en cautiverio;7 cabe aclarar que quienes tenían esta condición jurídica eran los negros y los mulatos, no los indios, idea difundida por algunos historiadores extremadamente nacionalistas y los muralistas mexicanos (Diego Rivera y José Clemente Orozco, entre otros), quienes plasmaron en sus frescos a los indios rompiendo las cadenas de la esclavitud, en lugar de los negros. Hay que recordar que una temprana cédula real firmada el 20 de junio de 1500 prohibió las actividades esclavistas de Cristóbal Colón y declaró a los naturales vasallos libres de la Corona española, condición que los colocaba jurídicamente iguales a los españoles.8 Esta ordenanza fue reforzada por la del 2 de agosto de 1530.
La esclavitud fue abolida en distintos momentos y en diferentes circunstancias. En la Nueva España se dio en medio de la insurrección que inició Hidalgo mediante el bando del 6 de diciembre de 1810; es decir, el decreto fue expedido en tiempos de guerra y no de paz. Como el cura de Dolores tenía una idea clara de los cambios económicos, sociales, políticos y culturales que estaban dándose en el mundo, proclamó la libertad de los individuos y los principios de igualdad y justicia para ser congruente con los derechos fundamentales del hombre moderno.
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