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Explicación:Una nueva publicación de CAF y The New School presenta seis casos de estudio sobre resiliencia urbana en América Latina, de los que se desprenden una serie de lecciones que contribuirán a reducir la vulnerabilidad de las ciudades ante desastres naturales.
En un contexto marcado por eventos naturales extremos cada vez más intensos y frecuentes, las ciudades latinoamericanas deben prepararse mejor para garantizar la seguridad de sus habitantes y la sostenibilidad económica. Para ello, es crucial que las políticas urbanas integren elementos de mitigación y adaptación al cambio climático y tomen medidas coordinadas e intersectoriales en función de las particularidades de cada ciudad, según el informe Enfrentar el riesgo, publicado por CAF –banco de desarrollo de América Latina- en alianza con el Observatorio para América Latina de The New School.
El reporte analiza los casos de Manizales (Colombia), La Paz (Bolivia), Cuenca (Ecuador), Cubatão (Brasil), Santa Fe y Pilar (Argentina), y describe distintas problemáticas y enfoques de abordaje institucional en el manejo de la resiliencia, para finalmente presentar nueve lecciones y recomendaciones para reducir la exposición a los desastres y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Según el informe, las amenazas que en el pasado eran estacionales y bastante predecibles (como periodos de sequías y lluvias) hoy se están volviendo cada vez más impredecibles. Por eso, de cara al futuro, las ciudades latinoamericanas deberán analizar los patrones históricos de desastres, pero también estarán obligadas a aprender de las experiencias de otras ciudades para desarrollar soluciones más creativas ante nuevas amenazas.
“Es necesario diseñar estrategias integrales y modelos de intervención que permitan abordar la gestión de riesgos desde múltiples niveles de gobierno, con especial énfasis en el ámbito urbano. Entender en mayor profundidad cuál es el rol de la gestión local e implementar medidas intersectoriales consecuentes, también son elementos fundamentales para lograr ciudades más resilientes”, explica Julián Suárez Migliozzi, Vicepresidente de Desarrollo Sostenible de CAF.
Aunque las lecciones que propone el informe no están concebidas como guías de adaptación para otras ciudades, pueden convertirse en referencias para la formulación de políticas públicas de gestión de riesgos.
Estas son las lecciones del informe:
Aprovechar las nuevas tecnologías para la evaluación de riesgos: contar con estudios científicos puede permitir establecer estándares de seguridad en zonas de riesgo.
Multidimensionalidad de la vulnerabilidad y de las respuestas: el desarrollo urbano y territorial se debe incorporar a la gestión de riesgos. El mapeo de vulnerabilidades puede contribuir a un mayor entendimiento del riesgo y a identificar las áreas que requieren de particular atención.
Fortalecer redes de aprendizaje: las redes de intercambio de experiencias, buenas y malas, entre ciudades ayudan a tomar decisiones acertadas.
Planificar para la incertidumbre: una estrategia de gestión del riesgo debe ser capaz de adaptarse, acomodando sus requisitos y sus especificaciones a los diferentes casos, circunstancias y actores. La gestión del riesgo requiere de cooperación y adaptación para asegurar la viabilidad de las estrategias y su sostenibilidad a lo largo del tiempo.
Pensar con originalidad: dado el contexto cada vez más impredecible, las ciudades están recurriendo a estrategias creativas y poco convencionales para la gestión del riesgo.
Los límites ecológicos no obedecen a jurisdicciones administrativas: muchas fuentes de riesgo ambiental desbordan los límites administrativos urbanos, por lo que las estrategias de gestión de riesgo no deben enfocarse exclusivamente en lo que sucede dentro de los límites de la ciudad.
El uso de sistemas de alerta temprana puede salvar vidas: los sistemas de alerta temprana pueden prevenir la pérdida de vidas y propiedades si son calibrados para responder a distintos tipos de amenazas y si los ciudadanos los conocen bien.
Las infraestructuras deben modernizarse: la inversión en infraestructura no termina al finalizar su construcción, sino que se requiere de un constante control de calidad y mantenimiento. Ignorar el estado de la infraestructura exacerba los riesgos naturales.
Se deben involucrar actores dentro y fuera del gobierno: el riesgo no puede ser manejado por una sola agencia y no debe ser un enfoque basado únicamente en una respuesta sectorial. En cambio, la gestión del riesgo debe estar integrada en todos los componentes de la administración urbana.
Casos de estudio para una América Latina más resiliente
Aunque las ciudades elegidas para el estudio varían en términos de geografía, tamaño, recursos y amenazas, su estudio muestra que la práctica urbana efectiva para la gestión de riesgos tiene muchas formas, pero ofrece lecciones comunes para los tomadores de decisiones.