Proceso de la unificación de Alemania por motivo de la caída del muro de Berlín?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Tres décadas después de la caída del Muro de Berlín los efectos de este acontecimiento todavía son visibles en Alemania y en Europa. Fue el triunfo del modelo democrático, sí, pero también fue una lucha de poder en la que hubo vencedores y vencidos dentro y fuera de Alemania.
Explicación:
‘¿cuándo?’Aquella pregunta precipitó los acontecimientos de la noche del 9 de noviembre de 1989.Günter Schabowski, portavoz del comité central del Partido Socialista Unificado, principal partido de la República Democrática Alemana, estaba dando una rueda de prensa cuando le llegó un comunicado según el cual se permitiría a los alemanes del este viajar a Alemania Occidental. El silencio de estupefacción que llenaba la sala fue roto por uno de los periodistas presentes cuando preguntó a partir de cuándo iba a tener efecto aquella decisión. Schabowski volvió a mirar al comunicado: “a partir de ahora mismo”Años después, el entonces secretario general del PSU, Egon Krenz, reconocería que pretendían tramitar esa libertad de manera progresiva, con expedición de visados y de manera controlada. En cambio, tras la respuesta de Schabowski, todo Berlín salió a la calle; unos para derribar la frontera física que partía en dos muchas de sus calles, otros para ser testigos del acontecimiento que cambiaría Alemania y Europa. Así, el anuncio de Schabowski ha pasado a la historia como uno de los grandes errores burocráticos.
Aunque para muchos hubo señales premonitorias, nadie anticipó la caída del Muro, por lo menos no en la forma y momento en que se produjo. Quienes mejor pudieron prever los acontecimientos fueron quienes más los temían: Erich Honecker y Egon Krenz, secretarios generales sucesivos del Partido Socialista Unificado durante 1989, debieron tener reuniones de emergencia para prevenir o gestionar la crisis que en un momento u otro iba a sobrevenir el sistema de República Democrática Alemana. En sus gabinetes seguro que la idea de una posible apertura de fronteras fue puesta sobre la mesa por alguno de sus asesores más pesimistas.
Muestra de este temor son las visitas de ambos a Moscú, en las que solicitaron a Gorbachov la intervención de la URSS en el país ante los ecos de cambio cada vez más palpables. La negativa de este les hizo volver con sensación de desamparo y abandono: el “hermano mayor” ya no quería tomar parte en sus asuntos. Aunque el estancamiento de la economía de Alemania del Este y la crisis económica y política de la URSS, sumida en una lucha entre el inmovilismo y la reforma, no fueron el único termómetro de lo que iba a suceder.
En la ciudad de Leipzig, en la RDA, comenzó el 4 de septiembre de 1989 una contestación popular que se alargaría en el tiempo y en el espacio. En la iglesia luterana de San Nicolás se iba a celebrar un misa por la paz en el centro de la ciudad, en la por entonces llamada plaza de Karl Marx. La presencia de medios occidentales, la ubicación y el papel de la iglesia frenaron una respuesta violenta de las fuerzas de seguridad. Comenzaban así las llamadas “manifestaciones de los lunes” (Montagsdemonstrationen) que después de extenderían a otras ciudades. Lucían pancartas en las que pedían la apertura de fronteras y que proclamaban: “Nosotros somos el pueblo”. Pronto comenzaron los gritos de “Fuera la Stasi” (en referencia a los servicios secretos de la RDA) entre los manifestantes. Las fuerzas de seguridad no recibieron órdenes claras desde arriba y, aunque trataron de controlar las protestas desde dentro, fracasaron.
Antes incluso de estas manifestaciones, el 19 de agosto de 1989, a las afueras de Sopron, Hungría, un importante número de alemanes acudía para celebrar un “picnic” cerca de la frontera con Austria, perteneciente al bloque occidental. Rumores de una apertura de la verja llevaron a muchos a viajar a la zona, aunque con temor ante posibles consecuencias de que fuera una mentira orquestada por el servicio secreto. La apertura se produjo: durante tres horas ambos países decidieron abrir el paso y unos 600 alemanes lograron pasar. Los servicios secretos húngaros y la Stasi no hicieron nada al respecto al no tener instrucciones claras de sus superiores. Hungría abrió definitivamente sus fronteras poco después, el 11 de septiembre. A los 600 atrevidos del Picnic Paneuropeo de Sopron le siguieron varios miles de alemanes del este que pasaron a territorio austriaco.
La movilización social, la apertura de fronteras de países vecinos, la experiencia polaca con el sindicato Solidaridad y la decisión de Gorbachov de no intervenir precipitaron los acontecimientos y llevaron al derrumbamiento del símbolo más físico del sistema.
Para ampliar: “El fin de la URSS y el ‘fin de la historia’”, Adrián Albiac en El Orden Mundial, 2016
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