problemas politicos a finales del siglo 20 y principios del siglo 21 en mexico es urgente
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Todo el siglo XX estuvo dominado por la política. La oposición capitalismo-socialismo era, como dirían los taoísmo, la contradicción principal. La lucha fue planetaria y total. Ni la Unión Soviética ni los Estados Unidos podían darse el lujo de permanecer al margen de lo que pasaba en Vietnam o en la república de Madagascar y de hecho no lo hacían. Los conflictos internos se traducían en alianzas con las grandes potencias. En Nicaragua lo vimos con toda claridad: de un lado So moza y luego los contras, apoyados por los Estados Unidos; del otro, los andinistas que contaban con la solidaridad del mundo socialista (Cuba y la Unión Soviética). No había, por lo demás, espacio que quedara al margen del enfrentamiento. En los campos de la ciencia, la cultura, la economía, la técnica e incluso el arte, se repetía la misma batalla. La política y la ideología lo dominaban todo. Las soluciones que se ofrecían eran radicales y universales. El mundo occidental buscaba preservar la libertad. El bloque socialista prometía abolir la explotación y la opresión. Con la caída del Muro de Merlín en 1989 terminó ese enfrentamiento.
Este es, sin duda, uno de los siglos más cortos de la historia. Duró apenas 75 años. Porque, en sentido estricto, el siglo XX se inició no en 1901, sino en 1914 con la Primera Guerra Mundial. La confrontación Este-Oeste nació con la revolución bolchevique de 1917.
El socialismo científico es hijo de la Ilustración. Revolución, progreso y razón. La divisa era la misma. Marx creía que los principios esenciales de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y el que se le añadió posteriormente, fraternidad, sólo se podían alcanzar con la revolución comunista. El orden burgués le parecía una impostura. La libertad de unos, los menos, los propietarios, los burgueses, los capitalistas, se fincaba en la explotación y la dominación de los más, los no propietarios, los desposeídos, los desheredados. La promesa que había hecho la Revolución Francesa, la de fincar un orden racional y justo, sólo podía ser cumplida por la revolución proletaria. Los obreros, que no tenían nada que perder más que sus cadenas, eran los únicos que podían construir un orden nuevo, verdaderamente libre. El movimiento revolucionario del proletariado, que se identificaba con los intereses de la humanidad, disponía de un dispositivo científico y técnico (el socialismo científico o marxismo-helenismo) que le permitiría construir el paraíso terrenal.
El tiempo mexicano tuvo su propio ritmo. Con la Revolución Mexicana de 1910 se inicia para nosotros el siglo XX. Las peculiaridades de la misma están a la vista. No fue jamás una revolución socialista, pero sí tuvo un contenido social (artículo 3, reforma agraria, artículo 27) que la distingue de las revoluciones liberales del siglo XIX. Fue también un movimiento contradictorio: la demanda inicial y fundamental, "Sufragio efectivo, no reelección", quedó supeditada a una lógica comisaria, revolucionaria. El partido de la Revolución, en sus distintas etapas y con sus distintos nombres: PNR, PRM y PRI, monopolizó el poder. Su legitimidad era fundacional. Encarnaba, frente a la reacción, el proyecto nacional. En ese sentido, la retórica mexicana se parecía, aunque nunca fue idéntica, a la de los países socialistas. La división del espacio político en amigos y enemigos de la Revolución fue el punto en común. La diferencia fundamental fue que en México la ideología jamás fue el núcleo duro del sistema. Y no lo fue porque jamás hubo doctrina que unificara ni cohesionara a las distintas facciones revolucionarias. Para nuestra fortuna, la doctrina científica y única de la Revolución Mexicanabrilló, pero por su ausencia. Corolario: en México el partido nació desde el poder; en la Unión Soviética, el partido conquistó y monopolizó el poder. De ahí una enorme diferencia. Los espacios de libertad económica y cívica se ampliaron paulatinamente en nuestro país; en la urss y los países socialistas nunca se abrieron.
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Todo el siglo XX estuvo dominado por la política. La oposición capitalismo-socialismo era, como dirían los maoístas, la contradicción principal. La lucha fue planetaria y total. Ni la Unión Soviética ni los Estados Unidos podían darse el lujo de permanecer al margen de lo que pasaba en Vietnam o en la república de Madagascar y de hecho no lo hacían. Los conflictos internos se traducían en alianzas con las grandes potencias. En Nicaragua lo vimos con toda claridad: de un lado Somoza y luego los contras, apoyados por los Estados Unidos; del otro, los sandinistas que contaban con la solidaridad del mundo socialista (Cuba y la Unión Soviética). No había, por lo demás, espacio que quedara al margen delenfrentamiento. En los campos de la ciencia, la cultura, la economía, la técnica e incluso el arte, se repetía la mismabatalla. La política y la ideología lo dominaban todo. Las soluciones que se ofrecían eran radicales y universales. El mundo occidental buscaba preservar la libertad. El bloque socialista prometía abolir la explotación y la opresión. Con la caída del Muro de Berlín en 1989 terminó ese enfrentamiento.
Este es, sin duda, uno de los siglos más cortos de la historia. Duró apenas 75 años. Porque, en sentido estricto, el siglo XX se inició no en 1901, sino en 1914 con la Primera Guerra Mundial. La confrontación Este-Oeste nació con la revolución bolchevique de 1917.
El socialismo científico es hijo de la Ilustración. Revolución, progreso y razón. La divisa era la misma. Marx creía que los principios esenciales de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y el que se le añadió posteriormente, fraternidad, sólo se podían alcanzar con la revolución comunista. El orden burgués le parecía una impostura. La libertad de unos, los menos, los propietarios, los burgueses, los capitalistas, se fincaba en la explotación y la dominación de los más, los no propietarios, los desposeídos, los desheredados. La promesa que había hecho la Revolución Francesa, la de fincar un orden racional y justo, sólo podía ser cumplida por la revolución proletaria. Los obreros, que no tenían nada que perder más que sus cadenas, eran los únicos que podían construir un orden nuevo, verdaderamente libre. El movimiento revolucionario del proletariado, que se identificaba con los intereses de la humanidad, disponía de un dispositivo científico y técnico (el socialismo científico o marxismo-leninismo) que le permitiría construir el paraíso terrenal.