principales protagonistas, causas y consecuencias de la violencia desde mediados de los años 40
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
En la última década, la violencia contra la mujer ha disminuido de manera constante, pero al mismo tiempo a un
ritmo lento. Mientras la mayor parte de las investigaciones se han concentrado en estudiar sus causas, pocas han
evaluado sus consecuencias. En esa línea de investigación, pocos estudios se han preguntado por cuáles son los
costos económicos que la violencia genera a las mujeres y a sus hijos e hijas.
A diferencia del estudio de costos directos en materia de violencia contra la mujer, que prioriza el enfoque contable
(sumatoria de un conjunto de partidas presupuestales), los costos indirectos miden las consecuencias sobre las
personas afectadas. Por ello, comúnmente se les denomina evaluaciones de impacto, pues buscan identificar cuál
es el efecto (costo) que genera haber sido víctima de violencia.
Laing y Bobic (2002) definen los costos indirectos como las oportunidades perdidas como resultado de estar o
haber estado en una relación violenta. Para Duvvury, Grown y Redner (2004), los costos indirectos representan el
valor de los bienes y servicios perdidos, y pueden tomar formas diversas: ingresos perdidos o dejados de percibir,
empleo perdido, limitada participación en el mercado laboral, ausentismo laboral, productividad disminuida, así
como también mayores costos por mortalidad y morbilidad, consumo de drogas y alcohol, sufrimiento, daño a la
calidad de vida, transmisión intergeneracional de la violencia, problemas de conducta en hijos e hijas y rendimiento
escolar disminuido. En una definición similar, Domos (2010) considera costos indirectos similares pero además
plantea que deben estimarse tanto para el corto como el mediano plazo.
El Reino Unido cuenta también con datos de costos indirectos. El homicidio de una mujer se ha estimado en un
costo de 750 mil libras esterlinas por persona y una violación 104 mil. A nivel nacional, en dicho país el costo de
los homicidios de mujeres asciende a 93 millones de libras esterlinas y el de las violaciones a 3.9 mil millones
de la misma moneda. En Australia, la violencia contra la mujer tiene un costo de 8.1 mil millones de dólares
australianos asociados a pena, sufrimiento, muertes prematuras, salud, productividad, pérdida en consumo,
impacto intergeneracional, costos económicos de transferencias, entre otros (Access Economics, 2004). El mismo
estudio señala que, de este total, la mitad es atribuida como pérdida de la víctima, un 15% a la comunidad, un 10%
al Estado y un 10% a los hijos e hijas.
La medición de los costos indirectos implica superar algunos retos metodológicos y éticos. En primer lugar, dado
que el efecto de la violencia abarca diversas dimensiones, es difícil identificar y calcular todos los costos posibles.
Por tanto, toda medición de costos indirectos difícilmente expresará el espectro de impacto de la violencia contra
la mujer. En segundo lugar, si bien es técnicamente factible evaluar el impacto de la violencia sobre variables no
Introducción
económicas –por ejemplo, valorizando la agresión causada por la violencia contra la mujer–, no deja de ser un
ejercicio controversial el tener que expresar daños psicológicos y físicos en un valor monetario (Walby, 2004). En
tercer lugar, si se opta por monetizar algunos costos, se debe tener cuidado con las comparaciones internacionales
e incluso intertemporales, pues los costos dependen en forma directa del costo de vida de cada país e incluso
región.
Una de estas metodologías para el cálculo de los costos indirectos es el disability-adjusted life years (DALY). Su
objetivo es medir la pérdida de años por muertes prematuras y por lesiones resultantes de violencia de género. Sin
embargo, este método tiene debilidades. Solo permite medir el impacto sobre mortalidad y morbilidad, pero no el
impacto de otras variables como pérdida de productividad y mayor probabilidad de caer en actividades criminales
(Morrison & Orlando, 2004).
En los últimos años, los costos de la violencia contra la mujer han empezado a ser abordados con una metodología
con mayor potencial. Se trata del emparejamiento estadístico (Propensity Score Matching), el cual permite medir
cuál es el impacto de la violencia a partir de preguntarse: ¿qué hubiera pasado si la mujer no hubiese sido víctima
de violencia? Al tratarse de un método quasi experimental, su aplicación requiere la construcción de grupos de
tratamiento y control.
El presente estudio empleó este método para la medición del impacto de la violencia contra las mujeres en base a
la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (ENDES) del año 2014.
Explicación: