Presidente demócrata, derrocado por los conservadores a causa de sus ideas democráticas liberales
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Respuesta:
A mediados del siglo pasado se libró en el Perú una pugna ideológica entre liberales y conservadores, como expresión de esta recomposición social y de dominio de los sectores dominantes. Los primeros sostenían como bandera: la soberanía popular, la igualdad ante la ley, la descentralización administrativa, la ampliación del sufragio, la separación de la Iglesia y el Estado, y la subordinación del ejército al poder civil.
En otras palabras, fueron favorables al principio republicano y democrático relativo a fomentar la conversión de los peruanos en ciudadanos, rompiendo vía la universalización de los derechos, los lazos de relación política pre-capitalista. Estos republicanos liberales tuvieron en Hipólito Unanue, Francisco Javier Mariátegui, Javier Luna Pizarro, Francisco de Paula González Vigil, los hermanos José y Pedro Gálvez, sus más importantes exponentes, siendo el Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe el principal centro de irradiación de la doctrina liberal. Por su naturaleza poco orgánica y por el tipo de estructura política del país, el grupo liberal no se cohesionó de manera directa con ningún sector de la clase plebeya.
Por su lado, los Conservadores clamaban por un Estado autoritario, centralizador y clerical, limitando, en donde fuera posible, la mayor y más activa participación de las clases populares. Colocaban especial énfasis en la unidad y la preservación del orden por medio del Estado. Mantenían la idea elitista de la política como manejo de gobierno y el rol adscrito a cada uno de los segmentos de la sociedad en determinadas funciones. El más destacado representante de esta corriente fue el sacerdote Bartolomé Herrera y su pensamiento encontró en el Convictorio de San Carlos el lugar de su propalación.
Sin embargo, ninguna de las dos corrientes, de la joven república peruana, lograron -y tampoco se lo propusieron- la formación de organismos permanentes del tipo de partidos. Dichas funciones fueron, de alguna manera, absorbidas por la presencia hegemónica del ejército, especie de supra-partido, y especialmente de sus jefes constituidos en caudillos.
La no aparición de partidos daba cuenta de un sistema político regido por reglas excluyentes, en donde el debate se circunscribió a la escena parlamentaria, lugar en el que se encontraba representado el segmento social minoritario conformando una élite privilegiada sin lazos con el conjunto mayoritario de la clases sociales.
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