pregunte a un adulto mayor de su familia acerca de que costumbres se convirtió en norma social con el paso del tiempo Explique como ha beneficiado a su comunidad esa norma
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Respuesta:
El lenguaje y la historia registran diversos tipos de normas dirigidas a la conducta humana: moral, derecho, reglas del trato social (decencia, decoro, cortesía, etiqueta, etc.), mandatos de pura fuerza. Veremos cómo en cada uno de esos tipos de reglas late un sentido diverso; cómo cada uno de esos tipos de normación tiene esencialmente una peculiar y privativa intencionalidad; cómo cada uno de esos tipos de regulación de la conducta apunta a unos valores correspondientes. Indagar la diferencia esencial entre derecho y moral, entre derecho y reglas del trato social, y entre derecho y mandatos de pura fuerza, consistirá en explicar cuál es el peculiar sentido propio de cada uno de esos tipos de normas.
Vemos también que hay usos de carácter no normativo, es decir, que constituyen módulos de conducta sin la pretensión de crear un deber en los demás. El uso del saludo (regla de trato social), el uso de pagar el canon del arrendamiento rústico en determinada festividad (precepto de Derecho consuetudinario), son usos a través de los cuales se reflejan sendas formas de vida con pretensión normativa -del trato en el primer caso y del Derecho en el segundo-. En tanto que, por el contrario, un usa artístico (v. g. , el predominio de un estilo), la costumbre de comer determinados platos, la opinión pública, cte., son usos sin pretensión normativa.
Quede, pues, claro que el uso, la repetición colectiva e impersonal de un comportamiento, es una forma de vida humana objetivada, por medio de la
En la infancia de las sociedades, toda norma de conducta se presenta de ordinario bajo forma consuetudinaria. La costumbre aparece como la instancia reguladora de toda la conducta. En la costumbre primitiva se involucran preceptos religiosos, imperativos morales, reglas de trato (decoro, decencia, cortesía, cte.), preceptos jurídicos, módulos técnicos, recetas médicas, etc. El hombre en situación de primitivismo (cuando hablo de lo primitivo no me refiero tanto a un estadio cronológico, cuanto a una situación especial, de la que hay también ejemplos contemporáneos) rige su vida casi exclusivamente por usos, que para él tienen a la vez significación religiosa, moral, de decoro, jurídica, política y técnica. Pero, claro es que no distingue netamente esos varios aspectos: esa primitiva costumbre de múltiples y diversas dimensiones se presenta como algo previo a la diferenciación de éstas, como una norma indiferenciada, que es todo esto a la vez (religión, moral, decoro, derecho, técnica, etc.) y nada de esto en particular y con plenitud.
Pero ocurre que de esa costumbre como hábito, como pura adaptación mecánica, inerte, irreflexiva, se va pasando paulatina y casi insensiblemente a la conciencia de la misma costumbre como algo normativo, es decir, como algo que no solamente ha sido y es, sino que se estima también que debe ser. En la costumbre primigenia, —66→ más que nada por hábito y por mecánica adaptación, el individuo ni siquiera suele hacerse cuestión de cumplir o dejar de cumplir lo habitual, lo consuetudinario. Por eso, ni siquiera experimenta ser objeto de una especial coacción, precisamente por lo muy fuerte que la coacción es. Efectivamente, la coacción que dimana del grupo es tan vigorosa, representa una inserción del individuo en el grupo tan estrecha, tan fuerte, que al individuo de ordinario no se le ocurre que las cosas puedan ser de otro modo; apenas tiene margen para pensar que pueda rebelarse, que pueda ocurrir lo contrario de lo que usualmente sucede. Por ello, casi no existe el sentimiento de un deber; más bien lo que se da es la convicción implícita de que no se puede obrar más que de aquella manera y no de otra. Se trata de una adaptación cuasi animal al ambiente. Pero sucede que un buen día surgen individuos con sentido crítico, los cuales se hacen cuestión de la costumbre tradicional, la someten a enjuiciamiento, y acaso como resultado de esto se rebelan contra ella. Y entonces, al dibujarse el contraste entre la costumbre y la discrepancia frente a la misma, se acusa la pretensión normativa de aquélla, que es precisamente la que ha sido puesta en cuestión. Y, entonces, se dibuja en la costumbre la expresión de un deber ser -que estará o no justificado-, pero que tiene esa pretensión (acertada o erróneamente).
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