porque vino el espíritu santo en pentecostés ?
Respuestas a la pregunta
el espíritu santo en pentecostés
LOS discípulos sin el Espíritu Santo no tenían valor para enfrentarse a cumplir su cometido, antes por el contrario, cerraban las puertas “donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los Judíos” Juan 20:19.
Como era imposible que el Plan de Dios se realizara bajo aquellas condiciones de timidez de los discípulos, y como en un corto tiempo de tres años y medio no podían andar todas las regiones aquellas para predicar a Israel y sacar la elección de gracia, Dios tenía que aprovechar una reunión solemne de los Judíos en Jerusalem. Dios aprovechó el Día de Pentecostés, día de fiesta de los Judíos, en que se reunían por miles en Jerusalem. (Hechos 2:7 al 11)
Nótese que en ese día no hubo Gentiles en Jerusalem, porque el Pentecostés era una fiesta de los Judíos, y el relato histórico dice que: “Como se cumplieron los días de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos; y de repente vino un estruendo del cielo como de un viento recio que corría, el cual hinchió toda la casa en donde estaban sentados… Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, como el Espíritu les daba que hablasen” Hechos 2:1-4.
Este relato nos revela que el Espíritu Santo vino sobre los discípulos que se hallaban juntos en una casa o aposento alto (Hechos 2:2; 1:13), pero también entre los judíos que se hallaban abajo, en el templo de Jerusalem, hubo “un estruendo, y juntóse la multitud (de Judíos); y estaban confusos porque cada uno le oía (a los discípulos de Jesús) hablar su propia lengua”. Hechos 2:6.
Notamos por esto que el Espíritu Santo vino muy temprano aquel día, “pues era la hora tercia del día”, es decir, el sol tenía tres horas de haber salido, así que eran como las 9 de la mañana de nuestro tiempo (Hechos 2:15). En esta hora Pedro se puso de pie, pero no dijo a los Judíos que iban a celebrar juntos el Día de Pentecostés, sino que su tema fue completamente muy diferente a la fiesta de Pentecostés. Les habló de Jesús, y el discurso de Pedro se prolongó hasta que los Judíos “compungidos de corazón, dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: Varones hermanos ¿Qué haremos? Y Pedro les dice: Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados: y recibiréis el don del Espíritu Santo… Así que los que recibieron la palabra, fueron bautizados: y fueron añadidos a ellos aquel día como tres mil personas”. Hechos 2:37 al 41.
Nótese bien que ni los hermanos ni los Judíos celebraron Pentecostés en aquel día. No hay en este relato ni la más leve insinuación de esto, sino que después de haber descendido el Espíritu Santo, los apóstoles aprovechaban la oportunidad para hablar a los judíos de Jesús de Nazaret, y el resto del tiempo del día lo ocuparon en el bautismo de aquellas 3000 almas que habían sido convertidas por aquella predicación.
Aquellas tres mil almas, al haber recibido el Espíritu Santo, y al haber sido testigos de este sobrenatural acontecimiento, siendo investidos del Poder de lo Alto, partieron de Jerusalem a su lugar de residencia llevando el glorioso mensaje de redención.
Cuando llegó el día de Pentecostés:
Ahora era 10 días después de que Jesús ascendió al cielo (Hechos 1:3), y como Jesús les mandó que esperaran la venida del Espíritu Santo.
i. Los discípulos no desconocían la persona y la obra del Espíritu Santo.
Los discípulos vieron el Espíritu Santo continuamente trabajando en el ministerio de Jesús.
Los discípulos experimentaron algo del poder del Espíritu cuando salieron y sirvieron a Dios (Lucas 10:1-20)
Los discípulos oyeron a Jesús prometer una nueva obra venidera del Espíritu Santo (Juan 14:15-18).
Los discípulos recibieron al Espíritu Santo de una nueva manera después de que Jesús terminó su obra en la cruz e instituyó el nuevo pacto (Juan 20:19-23).
Los discípulos oyeron a Jesús mandarles que esperaran el bautismo del Espíritu Santo que los apoderaría para ser testigos (Hechos 1:4-5).