¿porque san Antonio maria claret
era tan pegado a la religión?
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issN 1133-0104
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San Antonio María Claret. Memoria y presencia
Se está celebrando el Bicentenario del nacimiento de San Antonio María Claret (1807-2007). Creo que es bueno recordar la figura tan alabada y venerada como también difamada de San Antonio María Claret en la primera mitad del siglo xIx y parte de la segunda. La Congregación claretiana ha querido recordar ese bicentenario de su nacimiento reflexionando la vida y el legado espiritual del Padre Claret para la evangelización de hoy. He aquí, pues, algunos trazos propios de la figura del P. Claret 1.
Ante todo, nos proponemos relacionar las vivencias del niño Claret, con las vivencias de Cla- ret, misionero en Catalunya, Canarias, Arzobispo de Cuba y confesor real. Porque creemos que la primera infancia y la adolescencia de la persona constituyen el substrato de lo que serán en su juventud y vida adulta. Para conocerle mejor la personalidad de Claret , podemos contar con su propia Autobiografia. En efecto, el santo dedica algunos capítulos a su nacimiento, familia, infan- cia y adolescencia que presagian ya una personalidad rica y una espiritualidad precoz.
El niño Claret. Nacido el 23 de diciembre y bautizado en la Navidad de 1807, la vida de Antonio Claret está marcada de forma intensa por experiencias múltiples y contrapuestas, espiri- tuales, sociales y políticas. Por una parte, una de sus experiencias más tiernas fue el pensamiento de la condenación eterna del pecador (Aut. n.7); un fuerte estímulo para su futura vocación de evangelizador, fue su precoz vivencia espiritual de Dios Padre, ofendido (Aut. n. 16,17) por el pecado de los hombres, y la deshumanización del hombre por el mal y el pecado. Por otra parte, su experiencia dolorosa de la Guerra contra la invasión napoleónica tanto en Catalunya y en España (1808-1814); ante el incendio de poblaciones vecinas, los habitantes de Sallent abandonaban el pueblo; el niño Claret, de 4 o 5 años –dice– cogía de la mano a su abuelo materno, Clarà, anciano y con poca visión, para salir lentamente del pueblo. (Aut. n. 19); «siempre le profesé mucho amor, y no sólo a él sino a todos los ancianos y maltrechos. No podía sufrir que nadie se mofara de ellos» (Aut. n.19). La escuela le enriqueció mucho, no sólo por el gran interés que en ella ponía, sino también por su maestro, activo y religioso. «Aprendí de memoria todo el catecismo, que podía recitar entero» (Aut. n. 22). «Después, el maestro me hizo aprender el Compendio de Historia Sa- grada» (Aut. n. 24). «También mis padres cooperaban juntamente con el maestro y trabajaban por formar mi entendimiento con la enseñanza de la verdad, y cultivaban mi corazón con la práctica de la Religión y de todas las virtudes...» (Aut. n. 25). «Todo lo que me explicaban mis padres y maestro lo retenía perfectamente». Cuando ya mayor, me encontraba en Barcelona, al ver u oír cosas malas, me decía: «Eso es malo, debes huir de ello» (Aut. n. 26). Sintió la primera llamada al sacerdocio ya de niño, llamada que no se pudo realizar y su padre le puso a trabajar en la fábrica familiar de tejidos. En ella aprendió el arte del tejer, de convivir con los obreros, a los que ayudaba
1. Toda la bibliografía aducida por el autor se halla a disposición de los investigadores en el Arxiu Claretià de Vic. El archivero es el P. Joan Sidera (telf. +34 938 850 242).
AHIg 17 (2008) 373