porque razones se puede afirmar que las reformas borbonicas fagocitan las futuras revoluciones por la independencia
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
ExplicaciónAlguna vez en nuestras vidas hemos soñado despiertos con la posibilidad de naufragar
en una isla desierta y nos hemos preguntado que ocurriría en esta situación. La respuesta, casi
con toda seguridad, sería la misma para todos: sobrevivir. Es decir, procurarnos lo
indispensable para intentar cubrir nuestras necesidades fisiológicas más elementales como
alimentos, un refugio donde protegernos de las inclemencias temporales y descansar, materia
prima adecuada para nuestra higiene personal y para realizar prendas de vestir y utensilios
para cazar, pescar, etc.
Pero después de superar el riesgo inicial que supone enfrentarnos a un medio
desconocido, adaptados a la nueva situación y cubiertas las necesidades vitales primarias,
tendríamos que preguntarnos ¿Y ahora qué? Pues también, casi con toda probabilidad, la
respuesta sería muy similar: regresar. Es decir, ingeniarnos la forma o el medio con los cuales
poder volver al lugar previo a nuestro naufragio, como mantener un fuego - cuyo humo
pudiera ser visto por otros con el fin de que nos rescataran -, construir una balsa para salir de
la isla, etc.
La explicación es muy sencilla, como afirmó Aristóteles la naturaleza humana es
esencialmente social: “El Estado es algo producido por la naturaleza, y el hombre es por
naturaleza un animal político” (Política 1. I, c. 2). En la evaluación aristotélica de la
condición humana resuenan los ecos platónicos de la concepción del hombre como realidad
intermedia entre las bestias y Dios. La vida en sociedad es imposible para las bestias y es
innecesaria para Dios: “aquel que no puede vivir en sociedad o no tiene necesidad de ello,
porque es autosuficiente, ha de ser una bestia o un dios (Política I, 2)”. La afirmación de que
el hombre es naturalmente social equivale a la afirmación de que el hombre tiende por
naturaleza a la vida en comunidad1
.
Dios constituyó a los hombres de tal naturaleza y condición, que sin sociedad no
podrían vivir… Si, pues, Dios infundió esta necesidad e inclinación a los hombres, que no
pudiesen estar sin sociedad y sin un poder que los rigiese, este poder tiene a Dios por autor y a
Él hay que atribuirlo2
.