porque posible asegurar que la epopeya un genero muerto? explica las razon por las que no posible encontrar epopeyas en la actualidad
Respuestas a la pregunta
los orígenes de la epopeya en Europa tienen que ver sobre todo y en primer lugar con las tradiciones orales de los pueblos germanos que ocuparon el territorio del Imperio Romano a partir del siglo V. No ha llegado hasta nosotros ninguno de los textos primitivos de estas obras literarias puesto que pertenecían a una cultura que carecía de literatura escrita. Con todo, de forma ocasional y fortuita han sobrevivido algunos poemas que parecen bastante cercanos a los cantos originales. El caso más significativo es el Beowulf, buen representante de las epopeyas escandinavas primitivas, conservado en un dialecto sajón en el Danelaw británico en un manuscrito de hacia el siglo X. Y también hay que destacar en este mismo sentido el Cantar de la hueste de Igor, aunque de origen eslavo, que, pese a ser posterior en el tiempo, tampoco parece haber sido excesivamente influido por la cultura grecolatina.
En relación con el desarrollo de la epopeya europea, puede decirse que a lo largo de la Edad Media hay una relación inversa entre la supervivencia de estas epopeyas tradicionales y su adaptación a los cánones cultos, que desde el principio estuvieron condicionados por el prestigio de los modelos supervivientes de la Antigüedad y por la presión del Cristianismo sobre el fondo pagano de estas obras. Cuanto más fiel se ha mantenido la epopeya a sus orígenes, como el citado Beowulf o, aunque bastante más tardío, el Poema de Mio Cid, menor ha sido su influencia en la literatura posterior y su capacidad de supervivencia. Por el contrario, obras en las que la intervención de un autor culto sobre el material épico original ha sido mayor, como el Nibelungenlied y, sobre todo, la Chanson de Roland normanda, han tenido una presencia y una repercusión incomparablemente mayor.
La epopeya europea, en la medida en que, como la epopeya de la Antigüedad, tiene un origen oral, mantuvo durante varios siglos unas características lingüísticas muy específicas. El tipo de verso que se utiliza está condicionado por las pautas del recitado de la lengua correspondiente; el texto presenta rasgos facilitadores de la versificación y de la memorización como los epítetos épicos o los tópicos formularios; la estructura se desarrolla a partir de bucles repetitivos en los que personajes estereotipados reproducen comportamientos preestablecidos que el cantor puede recordar o improvisar con facilidad y el público reconoce de inmediato. Este tipo de epopeya, que remite, sobre todo, a la Etapa Constitutiva de la literatura europea, fue desplazada, a partir del siglo XIV por lo que podíamos llamar la epopeya clásica, sobre la que ejerce una influencia determinante un modelo mucho más sofisticado que se había impuesto en la Antigüedad.
En el Renacimiento, cuando, como en la Divina Comedia, Virgilio pasó a ser el prototipo de poeta culto, la Eneida ocupó un lugar de privilegio en el imaginario poético europeo y con ella el subgénero de la epopeya sufrió un cambio radical. Dejó de tener como referente las tradiciones orales y populares de la Edad Media para convertirse en la máxima expresión de la narración culta. Además, el hecho de que Virgilio concibiera su gran obra como una exaltación de Roma, en competencia con las dos grandes epopeyas griegas, llevó en muchos casos a los mejores poetas europeos a intentar emularlo también en ese terreno. El autor que mejor supo responder a esta exigencia “nacionalista” fue el portugués Camôes en su epopeya Os Lusiadas, pero en la misma línea escribió el español Ercilla su Araucana o se le encargó al francés Ronsard su Franciade.
También en el siglo XVI, de la mano de Ludovico Ariosto y, sobre todo, de Torcuato Tasso, la epopeya se había convetido en el subgénero narrativo culto de más prestigio gracias al Orlando Furioso del primero y la Jesusalén liberada del segundo. En estos casos, nos encontramos con una variante genérica de las novelas de caballerías muy significativa: mientras que un determinado argumento, tratado en prosa, produce obras de escaso valor literario y ningún prestigio intelectual, versificado de acuerdo con unas técnicas complejas y bien delimitadas, da lugar a piezas valoradas por encima de cualquier otra en los ámbitos más selectos de la recepción literaria.
Poco después, a mediados del siglo XVII, el inglés John Milton todavía fue capaz de aumentar el prestigio del género con su Paraíso perdido, al reivindicar la epopeya como modelo literario capaz de competir con la propia Teología. A partir de ese momento, durante todo el siglo XVIII –recuérdese el enorme éxito de crítica, en su momento, de Der Messias de Klopstock- y buena parte del XIX, la epopeya se presentaba como el modelo textual cuyo donimio debía demostrar quien deseara ser considerado un autor digno de ser tenido en cuenta. De ahí, por ejemplo, la incursión de Voltaire en este género al principio de su carrera con su Henriade.