Historia, pregunta formulada por Yslas, hace 9 meses

porque para los antiguos griegos la politica era una comunidad?​

Respuestas a la pregunta

Contestado por Maraluzberrocalsamor
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Respuesta:

Recogiendo una creencia tradicionalmente arraigada en el sentir de los griegos, Aristóteles afirma que el hombre es, por naturaleza, un animal político. Ser político constituye, según esto, una dimensión esencial, un rasgo específico del ser humano. De donde se concluye de modo inevitable que un hombre políticamente desarraigado no podría alcanzar el nivel de una vida auténticamente humana.

Esta afirmación aristotélica tiene necesariamente que sorprender al hombre de nuestros días acostumbrado a tropezarse con numerosas personas, de toda condición social, que se autodefinen como a-políticos. ¿No existe una extraña contradicción entre la afirmación de Aristóteles y esta negación de que la política constituye una dimensión esencial de la propia vida? Estamos, sin duda, ante una contradicción literal y nos vemos llevados a suponer que Aristóteles y los defensores de la apoliticidad utilizan la palabra «político» con connotaciones distintas. Pero el asunto no se reduce a una mera discrepancia en el uso de la palabra: tal discrepancia tiene su origen en dos modos distintos de concebir la vida humana que, a su vez, corresponden a dos experiencias distintas de lo político y a dos concepciones distintas de la política.

Cuando Aristóteles afirma que el hombre es un animal político, tiene en su mente dos ideas fundamentales, muy general la una y más concreta la otra. De modo general, Aristóteles considera que el hombre es un animal político en cuanto que se agrupa y vive en comunidad. Este vivir de los hombres en comunidad resulta exigido por la propia deficiencia de los individuos humanos, por la incapacidad de cada uno de ellos para subvenir por sí solo a sus propias necesidades. Pero también los individuos de otras especies animales son empujados por idéntica necesidad a vivir juntos. En este sentido elemental y primario hay, pues, otros animales políticos. Ahora bien, el hombre es «el más político de los animales». Su vida en comunidad se sitúa en un nivel superior gracias a que el hombre posee lenguaje y posee, además, «el sentimiento de lo conveniente, de lo justo y lo injusto». Este nivel superior de convivencia —cuya finalidad no es ya el mero sobrevivir sino la consecución de una vida mejor— es específica del ser humano: un ser suprahumano, un dios, no necesita de ella puesto que se basta a sí mismo; un ser infrahumano, una bestia, no puede llegar a ella por carecer de las dotes requeridas.

Seguramente todos, incluidos aquellos que se auto-proclaman «apolíticos», aceptarán la definición aristotélica del hombre como animal político, supuesto que tal definición se entienda en el sentido genérico apuntado: el hombre vive en comunidad con otros hombres. Pero, como más arriba he indicado, Aristóteles tenía en su mente no sólo esta idea genérica sino también otra más específica y concreta. Al caracterizar al hombre como lo caracteriza, Aristóteles no piensa en cualquier tipo de comunidad en general, sino que piensa, muy particularmente, en la comunidad política.

En efecto, comunidad es la familia que asocia a unos cuantos individuos, y comunidad es también la aldea en que se agrupan y conviven un conjunto de familias. Pero la familia y la aldea no constituyen comunidades políticas en sentido estricto.

¿Cuál es, entonces, la comunidad política en la cual se integra y se realiza el hombre como animal político? Ante tal pregunta surge de inmediato una respuesta más o menos válida por igual para entonces y para ahora: la comunidad política es el estado. Pero inmediatamente después de formular tal respuesta, y si queremos utilizar la palabra «estado» para entonces y para ahora, se hace necesario puntualizar que el estado era para los griegos algo muy distinto de lo que es para el hombre moderno. Tan distinto, que para los griegos el hombre vive esencialmente como tal y alcanza su plenitud en, por y gracias a la comunidad política a que pertenece. Para el individualismo moderno, por el contrario, la máquina estatal es algo ajeno y exterior al individuo, una estructura armonizadora, en lo posible, de los derechos y libertades individuales que, en todo caso, se consideran anteriores a él.

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