Porque lazarillo fue el antihéroe en el tratado 4
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
nosexddddjajwhshahdhs preguntaselo al gugul
«Como la necesidad sea tan gran maestra, viéndome
con tanta siempre, noche y día estaba pensando la manera
que ternía en substentar el vivir. Y pienso, para hallar estos
negros remedios, que me era luz la hambre, pues dicen que
el ingenio con ella se avisa, y al contrario con la hartura, y
así era por cierto en mí».
Tratado II
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Los métodos de Lázaro no son –en absoluto– los propios de un héroe y, sin embargo, nos resulta imposible no
sentir simpatía hacia este personaje gracias a su humanidad y al magnífico retrato que se nos hace de él a lo largo
de la novela. Se nos describe a alguien tan cercano, tan
reconocible y tan universal que todos vemos en su relato
un reflejo de ese niño ingenuo que fuimos y de la persona
que ahora somos:
«—Necio, aprende, que el mozo del ciego un punto ha
de saber más que el diablo.
Y rio mucho la burla.
Paresciome que en aquel instante desperté de la simpleza en que, como niño, dormido estaba».
Tratado I
Como le sucede a Lázaro, también nuestro carácter
y nuestra personalidad se ven influidos por cuanto vivimos y, al igual que le ocurre a él en compañía del ciego, del clérigo o del escudero, todos somos más o menos
conscientes de que las personas que nos rodean contribuyen a la construcción de nuestra identidad.
Lejos del héroe épico, presidido por valores como el
honor, Lázaro se presenta ante nosotros como el espejo
perverso de esa figura modélica: su motor es la supervivencia; sus armas, el ingenio y el engaño. Con él se
funda definitivamente un género esencial en la literatura española, la picaresca, donde se relatan historias
de personajes que hacen de la mentira y de la estafa su
forma de vida. Se trata de novelas que no solo pretenden divertir al lector, sino que también ofrecen un
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amplio y crítico mosaico de la sociedad de su tiempo. A
este género pertenecen títulos tan célebres como el Buscón, de Francisco de Quevedo, o el Guzmán de Alfarache, de
Mateo Alemán, y otras piezas protagonizadas por pícaras,
como Las harpías en Madrid, de Alonso de Castillo Solórzano, o La pícara Justina, de Francisco López de Úbeda, que
ponen de manifiesto la dificultad de la mujer para abrirse
camino en la sociedad de los siglos xvi y xvii.
Humor, aventura, intriga… Todo ello forma parte de
la historia que se nos cuenta en el Lazarillo, un libro en el
que detrás de cada anécdota late una crítica hacia la hipocresía y la injusticia social, además de una reflexión sobre
nuestra propia vida: ¿qué hace que seamos como somos?
¿En qué momento abandonamos la infancia y nos convertimos en adultos? La peripecia de Lázaro podría servir
como una expresión simbólica de esa etapa de cambio, de
esa transición dolorosa y fascinante a un mismo tiempo
que es la adolescencia: el Lázaro niño aprende con el ciego
los trucos que el Lázaro adolescente aplicará con sus amos
posteriores, ya sea para engañarlos –como en el caso del
clérigo– o para protegerlos –como al escudero, con quien
establece una relación que roza lo entrañable.
En este sentido, el Lazarillo forma parte de uno de los
géneros literarios más universales: el llamado Bildungsroman o novela de formación, al que pertenecen aquellas
novelas que abordan el tema del crecimiento y del paso
de la infancia a la madurez. Novelas juveniles del siglo
xxi como Ventajas de ser un marginado, series como A
dos metros bajo tierra, cómics como Fun home o películas
como Boyhood son solo algunos ejemplos de este subgé001_128 Lazarillo de Tormes.indd 10 10/09/19 11:42
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nero. Esa evolución del protagonista es, precisamente,
el rasgo que nos permite considerar el Lazarillo como la
primera novela –o protonovela– moderna. Es cierto que
no cuenta con la complejidad formal del futuro Quijote,
pero ya se trata del primer texto narrativo en el que los
personajes rompen los límites del cliché y se convierten
en seres humanos con sus miserias, grandezas y contradicciones.
¿Lázaro es héroe o villano? Ninguna de las dos cosas,
resulta imposible simplificar y resumir en una única categoría a alguien tan vivo y tan complejo como él. Lázaro
representa, con todas sus luces y sus sombras, al antihéroe, a ese individuo perdido en una sociedad que le oprime y donde no acaba de encontrar su lugar. Alguien que,
como cualquiera de nosotros, tiene que encontrar el modo
de hacer oír su propia voz, aunque las circunstancias no
se lo pongan fácil. Aunque no haya nacido en el mejor de
los mundos ni con las mejores de las opciones. Porque más
allá del determinismo social que podría haber condenado
al personaje a un destino miserable, se alza su fuerza y su
deseo de cambiar esa suerte y torcer ese obstinado destino. Una lucha que no resulta fácil