porque las naciones hegemónicas Rusia y Estados Unidos temian enfrentarse directamente
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INTRODUCCIÓN
La rivalidad entre los Estados Unidos y China es el tema central del escenario internacional.
La Argentina del siglo XXI será exitosa si es capaz de introducir las reformas internas necesarias para progresar. Un desarrollo balanceado, inversión productiva, moneda sana, equilibrio fiscal, mejoras en el sistema educativo y la construcción de un aparato estatal eficaz son los principales desafíos.
También debe definir con lucidez el posicionamiento internacional del país para facilitar la ejecución de las reformas internas y recuperar el respeto internacional. Una potencia media, como la Argentina, solo puede desarrollar su economía y fortalecer su poder y prestigio si adapta con pragmatismo su política exterior a las condiciones imperantes en el escenario internacional.
Los períodos como el actual, donde ocurren grandes mutaciones en el orden mundial, representan a la vez un peligro y una oportunidad. Hay que saber elegir el camino.
Un Mundo en Transición
Ingresamos en un orden mundial diferente a la “Guerra Fría”, que vivimos después de la Segunda Guerra Mundial, y al “Momento Unipolar” de preeminencia norteamericana, que conocimos luego del derrumbe del imperio soviético.
Durante la Guerra Fría (1945–1991), el sistema mundial fue bipolar y los imperios soviético y norteamericano se enfrentaron en lo ideológico, lo político y lo militar.
La capacidad de destrucción nuclear mutua limitó el conflicto militar directo entre los dos contendientes. La rivalidad se desarrolló en la periferia (Afganistán, Angola, Centroamérica, Checoslovaquia, Vietnam, etc.) en el contexto de guerras de liberación, levantamientos populares y operaciones de propaganda y de espionaje.
La relación económica entre los imperios en pugna fue escasa. El proceso de globalización económico que tomó vuelo en las décadas de 1960, 1970 y 1980 ocurrió dentro del bloque occidental, a través de la liberalización comercial impulsada en el marco del GATT y de la mano de las inversiones de las empresas multinacionales.
La eclosión del imperio soviético (1989–1991) abrió la puerta a un período de predominancia norteamericano (el “Momento Unipolar”). Los eventos más salientes fueron la aceleración del proceso de globalización económico y cultural a través del “Consenso de Washington”, la creación de la Organización Mundial de Comercio (1994) y la difusión del internet.
En el campo militar se pueden mencionar: las guerras del Golfo y de los Balcanes, la invasión norteamericana a Afganistán e Irak, y la guerra contra el terrorismo islámico en respuesta al ataque a las Torres Gemelas.
La hegemonía norteamericana no se afianzó. La crisis financiera global de 2008–2009, cuyo epicentro fue los Estados Unidos, y el fracasado proyecto de democratizar el Medio Oriente, puso en tela de juicio la capacidad norteamericana para alcanzar sus objetivos.
El debate interno en EE.UU. sobre la estrategia a seguir se intensificó a partir del año 2010. Finalmente, la victoria de Donald Trump, a fines del 2016, impulsó un perfil revisionista y nacionalista a la política exterior norteamericana.
El primer objetivo de la administración Trump fue renegociar los acuerdos comerciales y militares con sus socios tradicionales. Renegoció el Nafta con Canadá y México, así como los entendimientos comerciales vigentes con Japón, Corea del Sur, la Unión Europea y otros países aliados.
En lo comercial, se propuso retirar “concesiones asimétricas” otorgadas en el contexto de la Guerra Fría y reequilibrar el campo de juego en beneficio de sus productores. Algunas negociaciones ya se completaron (el Nafta y Japón) y otras están avanzando lentamente en la dirección apuntada por Washington.
En lo militar, la diplomacia estadounidense presionó a sus aliados tradicionales (los miembros de la OTAN, Japón y Corea del Sur) a contribuir más a la defensa común, incrementando sus gastos militares a un nivel mínimo del 2% del PIB. A pesar de las resistencias, el proceso está en marcha. Alemania, que gastaba aproximadamente 1.3 % de su PIB, se comprometió, en el marco de la OTAN, a alcanzar el nivel del 2 % para el año 2023.