Religión, pregunta formulada por kath719, hace 10 meses

porque la visión que mantienes Coto de Dios es perfecta en términos lógicos​

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Contestado por saulorlandocamargo
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Discurriendo en torno a la visión de Dios, Agustín de Hipona afirma en la Epístola 147 que los ojos interiores son jueces de los exteriores (Cum ergo interiores oculi iudices sivi oculorum exteriorum, 17, 41), pues los interiores ven muchas cosas que los exteriores no ven y las percepciones corporales, por su parte, no se juzgan con ojos carnales sino con aquellos del corazón (oculis cordis). El tema particular de esta disquisición es planteado igualmente en las Ep. 92 y 148 y también en el libro XXII (cp. 29) de La ciudad de Dios. Sobre la base de este tratamiento, el presente trabajo estriba en dilucidar las notas significativas que el Obispo de Hipona desarrolla a propósito de la visión interior y de su superioridad con respecto a la visión corpórea. Para la interpretación de los textos, se acude al apoyo instrumental de fuentes, junto con sus correspondientes versiones en lenguas modernas.

Palabras clave: Agustín de Hipona; sentidos espirituales; visión externa; visión interna

ABSTRACT:

In the context of a consideration on the God's vision, Augustine of Hippo states in Epistle 147 that the inner eyes are judges of the exterior ones (Cum ergo interior oculi iudices sivi oculorum exteriorum, 17, 41), because the inner eyes see many things that the others do not see, and the corporal perceptions are not judged by carnal eyes. On the contrary, they are judged by the eyes of the heart (oculis cordis). The subject of this disquisition is also raised in Ep. 92, Ep. 148, and Book XXII (ch. 29) of The City of God. Consequently, the present work aims to elucidate the significant notes that St. Augustine develops regarding the inner vision and its superiority with respect to corporeal vision. For the interpretation of the texts, we refer to the instrumental support of sources, along with their corresponding versions in modern languages.

Keywords: Augustine of Hippo; spiritual senses; external vision; inner vision

A modo de presentación

Dentro de la historia del pensamiento cristiano y, en particular, del período patrístico, la tradición de los sentidos espirituales comprende varias facetas teóricas con sus respectivas fuentes filosóficas1. El tópico de marras no se trata de una metáfora a secas sino que se entiende, antes bien, como una activación del cuerpo sutil de la preexistencia, mediador entre el alma pura y el cuerpo sensible, grávido y pasajero2. J. Daniélou afirma que “los sentidos espirituales representan el florecimiento de la vida de la gracia que permite gustar, tocar y contemplar las cosas divinas”3. De modo que esta realidad apunta a dilucidar el estado al que llegará el alma cuando haya logrado unirse definitivamente con lo divino. La doctrina en cuestión reúne a su vez una lista significativa de representantes, configurada en particular por algunos paladines de la experiencia mística4. En relación con los escritores místicos, conviene señalar que no es posible establecer una dicotomía entre su enseñanza y la experiencia que proponen. Ya en la vida terrena —dicen— es posible vislumbrar algo del estado futuro del alma, a partir del desarrollo progresivo de los cinco sentidos espirituales5.

El fundamento de este saber descansa sobre la base de la ley conocida como de homonimia, que atribuye al hombre interior predicados análogos a los del hombre exterior6. Esta ley explota las virtualidades contenidas en el principio de que “lo semejante se conoce por lo semejante (γινώσκεσθαι τὸ ὅμοιον τῷ ὁμοίῳ)”, criticado por Aristóteles a propósito de las gnoseologías de cuño materialista o semimaterialista7, pero asumido cuantiosamente por las noéticas agustiniana y tomasiana, en la medida en que el conocimiento significa poseer una semejanza

Frente a los hitos que jalonan la tradición a la cual me estoy refiriendo, puede afirmarse que Orígenes “representa, junto con San Agustín, la culminación del genio en el cristianismo antiguo”9, puesto que imprime decisivamente un giro irreversible en la historia de la espiritualidad, al fundar la teología en la ciencia bíblica10. De allí en más, hacer teología significará explicar y comprender sistemáticamente el mensaje de la Escritura para progresar en el conocimiento de los misterios divinos. Esta suerte de simbiosis propone pasar de la letra al espíritu del texto sagrado11. De modo tal que, a partir de Orígenes, la comprensión profunda de Dios no estará separada de la experiencia espiritual que ello implica. Este camino reposa sobre dos niveles de sentido dentro de la Escritura, no yuxtapuestos ni mucho menos contradictorios, sino complementarios entre sí e, incluso, dispuestos de acuerdo con una gradación jerárquica: el nivel literal, de suyo imperfecto, y el espiritual o alegórico, que es mucho más verdadero. Es claro que subyace a esta modalidad la distinción platónica entre la realidad del mundo sensible y el inteligible12.

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