Historia, pregunta formulada por estebanguerrero69, hace 2 meses

porqué la obra de Facundo se considera una radiografía nacional​

Respuestas a la pregunta

Contestado por contrerasaguilar02
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Respuesta:

En la actualidad, hablar de género literario significa analizar el contrato de lectura que, a través del texto, establece el autor con sus lectores potenciales, y determinar cómo la pretendida comunicación organiza el discurso. Este análisis suele hacerse desde una perspectiva diacrónica, atendiendo a la historia de la recepción del texto elegido. El Facundo, obra que podemos considerar privilegiada entre las del siglo XIX argentino por los innúmeros estudios que se le han dedicado, genera múltiples y variadas discusiones acerca de su género, porque el texto no parece responder a un único modelo: «el lector se ve obligado a cambiar de programas, de una porción del texto a otra, ajustando su actitud de lectura según exigencias bastante heterogéneas, por lo que se dan clasificaciones variadas»1.

Ante esa inestabilidad, podríamos preguntarnos si el autor ideó su obra como plasmación de una matriz preconcebida, o simplemente no se preocupó por la cuestión genérica, si no supo o no quiso darle una forma específica.

En época de Sarmiento, todavía se oyen los debates acalorados entre los neoclásicos, para quienes la forma perfecta se logra respetando normas, y los románticos. Este paradigma, al que responde el Facundo, admite la combinación de categorías y de géneros siempre y cuando la organización discursiva no pierda unidad ni organicidad. Porque la forma debe adecuarse al fondo. Sarmiento lo sabe. Aunque autodidacta, no desconoce las reglas de oro de la retórica y de la oratoria clásicas. Este conocimiento le permite escribir, en poco tiempo, un libro complejo como el Facundo, con la unidad estructural exigida por los cánones estéticos; unidad que logra -conjeturamos- gracias a la elección del género más adecuado.

Explicación:

Seguramente el presbítero José de Oro enseña al joven Domingo las normas que rigen las «bellas letras», como ingrediente indispensable para una educación completa. En Recuerdos de Provincia el propio Sarmiento confiesa que pasa largas horas escuchando los discursos de su tío, que lo admira por el modo de componer y decir sus homilías, y que llega a adoptar como propios los modales y las inflexiones de su maestro en oratoria. Tal vez, Sarmiento llega a manejar las muy difundidas traducciones españolas de la Retórica Eclesiástica (1770) de Fray Luis de Granada y de Instituciones Oratorias (1799) de Quintiliano.

En Chile, durante el exilio que le dicta algunas de sus obras más importantes, Sarmiento comparte lecturas, proyectos y penurias con otros argentinos doctos, como Vicente Fidel López. En 1842 ambos polemizan sobre el clasicismo y el romanticismo con los chilenos Salvador Sanfuentes, José Joaquín Vallejo («Jotabeche») y Antonio García Reyes. Al año siguiente, fundan un Liceo. Mientras Sarmiento publica el Facundo en El Progreso, su amigo procura que el Instituto Nacional, dependiente de la Universidad de Chile, acepte su Curso de Bellas Letras, manual de retórica que luego es distribuido por otros países sudamericanos. Con este libro López anhela sustituir al escolar Compendio de las Lecciones sobre la Retórica y Bellas Letras de Hugo Blair, preparado por el español José Luis Munárriz (1823), quien traduce al autor inglés y agrega ejemplos tomados de la literatura castellana. Blair sigue el modelo de Cicerón y Quintiliano, y -a su vez- es modelo del mismo López.

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