PORQUE JORGUE GAITAN COBRO FUERZAS CONTRA EL GOBIERNO DE MARIANO OSPINA PEREZ
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
La marcha del silencio de 1948 fue una manifestación política impulsada por Jorge Eliecer Gaitán. La causa principal para este acontecimiento fue la persecución política llevada a cabo por el gobierno conservador de Mariano Ospina Perez (Presidente en el período 1946 – 1950) quien venía restringiendo las garantías políticas a la oposición liberal, en especial a los gaitanistas.
Explicación:
Respuesta:La época de la Violencia, esa Violencia con mayúscula, que en algunas regiones de Colombia se llamó más elocuentemente la época de “Cuando la Política”, tenía, por supuesto, raíces políticas. En lo más inmediato, se trataba de una estrategia electoral para que el minoritario Partido Conservador no perdiera el poder que había recuperado gracias a la división liberal. Y a eso contribuía el tradicional y atávico enfrentamiento ideológico y sentimental entre conservadores y liberales, entre godos y cachiporros, entre azules y rojos: dos banderías que en el país nunca fueron materia de libre elección personal, sino que se transmitían hereditariamente con el fanatismo de los dogmas religiosos: los viejos y queridos odios. También tenía pretextos religiosos propiamente dichos, atizados por el jefe conservador Laureano Gómez desde la firma del Concordato con la Santa Sede, y reforzados por la incitación de los obispos y curas más sectarios a una cruzada antiatea, antimasónica, anticomunista, revueltos los tres “antis” en un solo paquete de antiliberalismo: no sólo el liberalismo filosófico condenado por Roma, sino en primer lugar el liberalismo electoral de los pueblos y los campos colombianos. Y causas económicas: las luchas agrarias de los años veinte, los cambios sociales de los treinta con la industrialización y la aparición de un proletariado urbano y de una nueva “ideología foránea” (como lo han sido todas): el comunismo.
La Violencia tuvo incluso, si no raíces, sí justificaciones en la teoría económica académica: el desarrollo. El gobierno de Ospina Pérez recibió los consejos de una misión enviada por el Banco Mundial bajo la dirección del economista canadiense Lauchlin Currie, quien se definía a sí mismo como “un misionero económico”, que como Kemmerer veinte años antes (en el gobierno del otro Ospina) y como Hirshman diez después (cuando la “Alianza para el Progreso”), venía a predicar la verdadera fe: el desarrollismo (que desde entonces ha imperado bajo todos los gobiernos, salvo el de Carlos Lleras Restrepo). La prédica del misionero Currie era hostil a toda idea de reforma agraria, y aún al agro en sí mismo, tenido por arcaico. Una política económica exitosa no debía buscar mejorar la situación económica de los campesinos, y ni siquiera intentar educarlos, sino enviarlos a las ciudades: urbanizarlos y proletarizarlos en las fábricas de la revolución industrial.
Y, en efecto, los resultados más inmediatos de la Violencia fueron el desplazamiento forzado y la urbanización informal, dado que las ciudades eran más seguras, o menos peligrosas que los campos, y crecieron en consecuencia. Como creció también, en efecto, la producción industrial, ayudada porque la mecánica del desplazamiento campesino mantenía bajos los salarios urbanos. Se dieron entonces muchas huelgas: pero todas resultaron derrotadas y concluyeron con la expulsión de sus dirigentes y el debilitamiento de los sindicatos. La Confederación de Trabajadores de Colombia, la CTC, liberal lopista (y comunista) fue desplazada por la fuerza por la Unión de Trabajadores de Colombia, UTC, conservadora (y jesuítica). Por añadidura, los buenos resultados económicos de esos años se vieron impulsados por el boom internacional de la postguerra mundial y por los altos precios internacionales del café.
Pero arreciaba la violencia de la lucha política, cada vez más organizada desde arriba pero también con cada vez mayor variedad de participantes espontáneos desde abajo. Gamonales de pueblo, terratenientes, pequeños propietarios, mayordomos de haciendas de latifundistas ausentistas, peones jornaleros reunidos en pandilla, comerciantes, transportadores. Y, cada vez más, la policía. O mejor, las policías, que en la época no estaban unificadas nacionalmente, sino que eran municipales y departamentales y por eso dependían de las ferozmente politizadas autoridades locales, o de ellas mismas. Si bien a escala de veredas y municipios los liberales empezaron a montar también una violencia de resistencia, a escala del país el Partido Liberal oficial se esforzaba todavía por preservar o recuperar la paz. Gaitán, ya para entonces su jefe incontrovertido, encabezó en la tarde del 7 de febrero de 1948 en Bogotá una multitudinaria “Marcha del Silencio” de decenas de miles de manifestantes para pedirle al presidente Ospina “paz y piedad para la patria”.
Explicación: