porque es importante el hierro para el ser humano , ayuda por favor
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Una de las maneras desafortunadas maneras de conocer y apreciar la importancia del hierro en el organismo humano es a través de su carencia. Entre otras funciones, el cuerpo humano necesita hierro para producir hemoglobina y mioglobina, proteínas encargadas de transportar el oxígeno. La hemoglobina la encontramos en los glóbulos rojos y la mioglobina en los músculos.
Por eso cuando el hierro falta, una larga lista de trastornos pueden hacer acto de presencia, tales como cansancio sin causa aparente, anemia, las uñas se tornan quebradizas, la piel adquiere una acusada palidez, la capacidad de concentración se empieza a perder, la fortaleza para el trabajo intenso se resiente, y en los niños el rendimiento escolar empieza a flaquear, así como su apetito y crecimiento. Incluso el desánimo parece cundir en todos los afectados.
En el caso concreto de la anemia, puede venir dada por pérdida de sangre derivada de determinadas enfermedades gastrointestinales, pero si se descartan estos extremos, tenemos que la carencia de hierro suele ser fruto de un problema nutricional, que es el más prevalente de los seres humanos. Y esto no es, como pudiera creerse, un problema exclusivo de países no industrializados, donde amenaza a más del 60 por ciento de las mujeres y niños, de los que más de la mitad sufre anemia, sino que, sorprendentemente, también en casi todos los países industrializados de América del Norte, Europa y Asia, entre el 12 y el 18 por ciento de las mujeres han sido diagnosticadas de dicho trastorno.
Los grupos de riesgo son especialmente mujeres en edad fértil o en estado de gestación, niños, adolescentes, personas de la tercera edad y deportistas. El hierro permite que la hemoglobina, es decir, el pigmento rojo de la sangre, cumpla correctamente su función de aportar oxígeno a todas las células del cuerpo, aunque también el ácido ascórbico, la vitamina E, el cobre y la piridoxina son necesarios para producir glóbulos rojos (eritrocitos). En cualquier caso, uno de los primeros y más característicos síntomas de la carencia de hierro es un cansancio más acusado de lo habitual, que no necesariamente ha de ser producto de una carencia ferropénica.
La edad fértil de la mujer
La edad fértil en las mujeres supone menstruación y, consecuentemente, pérdida de sangre, lo que implica a su vez descenso de hierro, que es indispensable reponer para no sufrir el citado efecto indeseable. Especial cuidado han de tener las embarazadas, pues un descenso o carencia del citado mineral acarrea consecuencias negativas para el bebé, cuyas necesidades se incrementan en los seis últimos meses de gestación.
Como el hierro que el bebé necesita lo toma de la madre, ésta a su vez corre el riesgo de que en su organismo desciendan los niveles del mineral de tal manera que revierta negativamente en el crecimiento del cerebro del niño provocándole daños neurológicos.
De modo que, tanto en el periodo menstrual como en la gestación, la demanda de hierro del cuerpo es una circunstancia a vigilar. Además, tras el parto y el puerperio, el organismo de la madre demanda mayores cantidades de hierro para compensar las pérdidas de sangre sufridas.
En los mayores, especialmente en los que varones que viven solos, esta carencia de hierro puede venir dada por una alimentación deficiente, a lo que se une el hecho de que en la ancianidad el aparato digestivo ya no absorbe adecuadamente el hierro presente en los alimentos.
Sin embargo, la anemia producida por carencia de este mineral no es rara en personas cuyas dietas contienen cantidades de hierro cercanas a las cifras recomendadas. Los especialistas recuerdan a este respecto que algunas formas de hierro se absorben mejor que otras, y que ciertos elementos en la alimentación refuerzan o restringen su absorción.
Pero, ¿cómo comprobar que nuestros niveles de hierro están bajo mínimos? Pues, muy sencillo; para salir de la duda hay que acudir al médico, quien ordenará un análisis de sangre para medir la tasa de hemoglobina y diagnosticar si existe o no riesgo de una anemia, o si ésta ya se ha desarrollado. No obstante, también las deficiencias de folatos -o ácido fólico-, vitamina B12 y proteína pueden ser causa de anemia, y lo mismo ocurre con una carencia de vitamina A. De igual modo, algunas anemias no tienen un origen nutricional y se deben, por ejemplo, a anomalías congénitas o a factores hereditarios.
La importancia de la dieta
Si atendemos a los expertos, está claro que el mejor tratamiento contra el déficit de hierro es la prevención, de ahí la importancia de vigilar que nuestra dieta incluya alimentos ricos, no sólo en hierro, sino en todos los minerales y vitaminas que contribuyen a enriquecer la sangre.
Una oportuna consulta al médico nos indicará qué régimen alimenticio conviene adoptar, qué ejercicios realizar y con qué suplementos vitamínicos y minerales podemos complementar nuestra dieta. En este último punto, el farmacéutico nos puede ser de gran ayuda
Por eso cuando el hierro falta, una larga lista de trastornos pueden hacer acto de presencia, tales como cansancio sin causa aparente, anemia, las uñas se tornan quebradizas, la piel adquiere una acusada palidez, la capacidad de concentración se empieza a perder, la fortaleza para el trabajo intenso se resiente, y en los niños el rendimiento escolar empieza a flaquear, así como su apetito y crecimiento. Incluso el desánimo parece cundir en todos los afectados.
En el caso concreto de la anemia, puede venir dada por pérdida de sangre derivada de determinadas enfermedades gastrointestinales, pero si se descartan estos extremos, tenemos que la carencia de hierro suele ser fruto de un problema nutricional, que es el más prevalente de los seres humanos. Y esto no es, como pudiera creerse, un problema exclusivo de países no industrializados, donde amenaza a más del 60 por ciento de las mujeres y niños, de los que más de la mitad sufre anemia, sino que, sorprendentemente, también en casi todos los países industrializados de América del Norte, Europa y Asia, entre el 12 y el 18 por ciento de las mujeres han sido diagnosticadas de dicho trastorno.
Los grupos de riesgo son especialmente mujeres en edad fértil o en estado de gestación, niños, adolescentes, personas de la tercera edad y deportistas. El hierro permite que la hemoglobina, es decir, el pigmento rojo de la sangre, cumpla correctamente su función de aportar oxígeno a todas las células del cuerpo, aunque también el ácido ascórbico, la vitamina E, el cobre y la piridoxina son necesarios para producir glóbulos rojos (eritrocitos). En cualquier caso, uno de los primeros y más característicos síntomas de la carencia de hierro es un cansancio más acusado de lo habitual, que no necesariamente ha de ser producto de una carencia ferropénica.
La edad fértil de la mujer
La edad fértil en las mujeres supone menstruación y, consecuentemente, pérdida de sangre, lo que implica a su vez descenso de hierro, que es indispensable reponer para no sufrir el citado efecto indeseable. Especial cuidado han de tener las embarazadas, pues un descenso o carencia del citado mineral acarrea consecuencias negativas para el bebé, cuyas necesidades se incrementan en los seis últimos meses de gestación.
Como el hierro que el bebé necesita lo toma de la madre, ésta a su vez corre el riesgo de que en su organismo desciendan los niveles del mineral de tal manera que revierta negativamente en el crecimiento del cerebro del niño provocándole daños neurológicos.
De modo que, tanto en el periodo menstrual como en la gestación, la demanda de hierro del cuerpo es una circunstancia a vigilar. Además, tras el parto y el puerperio, el organismo de la madre demanda mayores cantidades de hierro para compensar las pérdidas de sangre sufridas.
En los mayores, especialmente en los que varones que viven solos, esta carencia de hierro puede venir dada por una alimentación deficiente, a lo que se une el hecho de que en la ancianidad el aparato digestivo ya no absorbe adecuadamente el hierro presente en los alimentos.
Sin embargo, la anemia producida por carencia de este mineral no es rara en personas cuyas dietas contienen cantidades de hierro cercanas a las cifras recomendadas. Los especialistas recuerdan a este respecto que algunas formas de hierro se absorben mejor que otras, y que ciertos elementos en la alimentación refuerzan o restringen su absorción.
Pero, ¿cómo comprobar que nuestros niveles de hierro están bajo mínimos? Pues, muy sencillo; para salir de la duda hay que acudir al médico, quien ordenará un análisis de sangre para medir la tasa de hemoglobina y diagnosticar si existe o no riesgo de una anemia, o si ésta ya se ha desarrollado. No obstante, también las deficiencias de folatos -o ácido fólico-, vitamina B12 y proteína pueden ser causa de anemia, y lo mismo ocurre con una carencia de vitamina A. De igual modo, algunas anemias no tienen un origen nutricional y se deben, por ejemplo, a anomalías congénitas o a factores hereditarios.
La importancia de la dieta
Si atendemos a los expertos, está claro que el mejor tratamiento contra el déficit de hierro es la prevención, de ahí la importancia de vigilar que nuestra dieta incluya alimentos ricos, no sólo en hierro, sino en todos los minerales y vitaminas que contribuyen a enriquecer la sangre.
Una oportuna consulta al médico nos indicará qué régimen alimenticio conviene adoptar, qué ejercicios realizar y con qué suplementos vitamínicos y minerales podemos complementar nuestra dieta. En este último punto, el farmacéutico nos puede ser de gran ayuda
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