Ciencias Sociales, pregunta formulada por morenogabi132, hace 2 meses

porque en el renacimiento contribuyó a que se diera el encuentro de dos mundos​

Respuestas a la pregunta

Contestado por pierott
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Respuesta:

En aquel amanecer del 12 de octubre de 1492, el grito del grumete sevillano Rodrigo de Triana, a la vista de la isla de Guanahani, anuncia el encuentro de dos mundos con diferentes culturas y distintas tradiciones milenarias. Todavía sigue resonando con trascendencia histórica, a lo largo de los 494 años transcurridos, el pregón heráldico que fue el alarido estentóreo del vigía trianero. Porque es a partir de entonces -justamente en ese momento y no antes- cuando se inicia la posibilidad de completar el conocimiento del mundo entero, tal como es, con sus virtudes y sus pecados, con sus grandezas y sus miserias, con sus aciertos y sus errores... con razas distintas de seres humanos diferentes que han desarrollado culturas diversas como consecuencia de una genética original variada, pero también por haber consumido durante muchos miles de años unos nutrientes que no han coincidido entre los pobladores de ambos mundos y que han condicionado las dramáticas circunstancias que se dan en el encuentro inesperado -por ambas partes- y que se inicia ese año de 1492 con la aventura de un puñado de castellanos, andaluces y extremeños, dirigidos por un controvertido visionario genovés, conducidos por pilotos cántabros y onubenses y amparados por la ejemplar reina de Castilla, por ciertos frailes castellano-andaluces y por algún político valenciano con holgados medios de fortuna. Si los soldados, marinos y aventureros españoles, por designio privilegiado de la historia, son rudos portadores de la esplendorosa cultura del Renacimiento europeo, difundida con la violencia de la espada y con la dulzura de la cruz cuando descubren nuevas tierras y culturas, los primitivos pobladores de ese Nuevo Mundo descubren, a su vez, la existencia de hombres blancos y barbados que llegan por el camino del sol y que de una manera legendaria, más o menos divinizada a su modo, ya habían intuido mitificándola con nombres concretos según los distintos grupos étnicos: Zamina o Ku (Kukulkán) por los mayas, Viracocha por los incas, Bochica por los chibchas, Tupan por los tupís, Sume por los guaraníes o Quetzalcóatl por los aztecas.

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