porque buscaba venganasa la viura bro me pueden decir plis
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por que su la persona/ asesino mato a su esposo es decir tenía un sentimiento d de odio y reencor
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Hace unos meses, el inclasificable Luis de Cristóbal me enroló en Repueblo, un think tank para pensar en el futuro del mundo rural. El resultado ha sido una de las experiencias de fin de semana más alucinantes de mi vida, encerrado en Gredos con la chef Montse Estruch, el divulgador ambiental Miguel Aguado, la ex IBM y enamorada de Gredos Isabel Sánchez Tejado, el conector de talento Javier Moral, el diseñador de espacios Jesus Sotelo, la empresaria Isabel López, la consultora y ecologista Belén García y la diseñadora María Cano.
Mientras miles de personas se manifestaban en Madrid desesperadas por la despoblación, yo salía de Repueblo a contrapié, convencido de ser portador de un secreto: que la venganza demográfica del campo será lenta pero inexorable en el siglo XXI; que el futuro no está edificado de megaciudades como Blade Runner sino de 'Smart Villages' para teletrabajar con vistas. El futuro que hemos imaginado este fin de semana está lleno de posibilidades para la biofilia que nos ha contagiado Belén o el amor por los frutos de la tierra de Montse.
Ciertamente, el campo lleva vaciándose lentamente dos siglos. La revolución industrial, su necesidad de mano de obra intensiva en las fábricas, llevó a millones de personas a tomar una decisión individual: irse a la ciudad en busca de prosperidad. La misma lógica demográfica aplastante es la que va ahora a propiciar la marea contraria. Los repobladores del mundo rural no serán agricultores, sino teletrabajadores enchufados al 5G a partir de 2020. Estamos a punto de deslocalizar las ciudades y, todavía, no nos hemos dado cuenta.
El sector primario, que nos da a todos de comer, pesa el 1% en nuestro PIB. Pero el sector secundario, la industria que lleva dos siglos concentrando a las personas en ciudades llenas de polígonos industriales, no es el campeón de la economía. Vivimos en economías de servicios cuya prestación, en muchos casos, puede llevarse a cabo desde el salón de tu casa. La ciudad que nos conecta ha dejado de ser un espacio físico. Trabajamos en un mundo cada vez más virtual que, físicamente, nos permitirá estar donde nos dé la gana. Mirando al tráfico de la M-30 o a las luminosas montañas de Gredos. La nueva ciudad será la aldea global. ¿No es maravilloso?
Solo hay dos motivos por los que hoy alguien no repuebla el campo. Son los dos motivos que explican cualquier decisión humana: porque no quiere o porque no puede. Los que no quieren, los urbanitas que aman el anonimato de la ciudad, su bullicio, sus opciones inabarcables, seguirán existiendo. La revolución que está por venir es la de los que sienten la llamada de la montaña, del aire puro, de la vida lenta, del trino de los pájaros en libertad, del espectáculo de los abetos mecidos por el viento... Eso es lo que podrá ver desde su ventana un repoblador mientras trabaja por cuenta ajena en el mundo virtual.
A lo largo de los últimos dos siglos las ciudades nos han hacinado, generado desiertos demográficos a su alrededor. Durante los próximos dos siglos asistiremos a la deslocalización de la ciudad, que repoblará el mundo rural. ¿No es una gran noticia?
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