¿Porque América Latina no pudo industrializarse?
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La primera y principal razón hay que buscarla en la existencia, desde hace varios siglos, de la gran propiedad territorial que se desarrolló sin obstáculos gracias a la política de los imperios coloniales español y portugués que evitaron desde el principio la creación de una nobleza hereditaria que les plantease los problemas que se vivían en la metrópolis.
La Encomienda primero y la Hacienda más tarde consolidaron la formación de estas grandes propiedades territoriales. Los dueños de la Haciendas jugaron un papel fundamental en las luchas de independencia; he aquí otra causa para que la gran propiedad subsistiese. Estas luchas no condujeron a ningún revolucionamiento en lo que al modo de producción se refiere. Tampoco las potencias extranjeras, que tras la independencia se fueron adueñando de las riquezas de América Latina, estaban interesadas en subvertir el orden social existente.
Llegamos así al siglo XX con una América Latina prácticamente fuera de la revolución industrial y en condiciones de colonia financiera del imperialismo.
Hasta la segunda guerra mundial, durante la cual se rompen las relaciones comerciales con estos países, no se dan las verdaderas condiciones para la creación de una industria nacional.
En algunos países la burguesía se arropa con ideologías democráticas frente a los militarismos que venían representando a la aristocracia terrateniente.
El artículo termina valorando el papel del justicialismo de Perón entre la clase trabajadora, y merece la pena profundizar en algunos aspectos del mismo, tanto por la influencia que en aquel momento ejerció entre los obreros, como por la herencia ideológica de confusión e interclasismo que se extendió a otros países y que sigue viva en nuestros días. Nada como el justicialismo, con el apoyo del imperialismo inglés, produjo tanto «quietismo» y conservadurismo en la clase obrera argentina. Nada mejor que el peronismo para mostrar las grandes similitudes de las dos caras del capitalismo, democracia y dictadura.
El lema del justicialismo era: luchemos por la justicia social para que los obreros no acudan al comunismo.
Para conseguir esa «justicia social», era necesario concienciar a todas las clases para la Defensa Nacional a ultranza, argumento facilón de independencia mientras recibía instrucciones de Inglaterra. Pero el principal enemigo para el justicialismo era el comunismo. Para la defensa del país, del orden establecido, se aumentó el presupuesto militar en cinco veces respecto a 1942. El control social se incrementó fuertemente y los sindicatos, que en muchos casos fueron las bases del justicialismo se estatalizaron y burocratizaron plenamente.
El periodo de gobierno peronista coincide con un periodo de prosperidad económica que permite conceder ciertas migajas a los trabajadores. Se empieza a hablar de justicialismo socialista porque estas migajas están acompañadas de algunas nacionalizaciones, tales como teléfonos, gas, ferrocarriles, etc. La confusión no deja de crecer. Por un lado declara la Independencia económica de Argentina, por otro se intensifica la colaboración con el capital foráneo, alineándose en el bloque angloamericano e identificando al comunismo con el bloque imperialista sometido al capitalismo ruso.
Durante todo el gobierno peronista el proselitismo llega a todas las horas y a todos los rincones del país con las ideas principales extraídas por Perón de las Encíclicas Rerum Novarum y Quadragésimo Anno en sus discursos sobre capital y trabajo. Un ejemplo:
«Esta debe ser ante todo la mira y éste debe ser el esfuerzo del Estado y de todos los ciudadanos: que superada la lucha de clases se promueva y aliente una aspiración concorde de todos los órdenes» (Quadragesimo anno, 1931).
Se buscaba ante todo la conciliación entre obreros y patronos que alejase a éstos de los peligros del comunismo.
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