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El canguro y el pingüino
En un lugar muy lejano, vivía un canguro, al que nadie podía derrotar en ninguna carrera. Tal era su éxito, que empezó a mostrarse demasiado antipático con los demás, ya que para él eran seres inferiores que no podían comparársele. Al que peor trataba de todos, era a un diminuto pingüino que por allí vivía y al que sus patas no le permitían desplazarse tan rápido como a los demás.
Harto el zorro de la actitud del canguro, comenzó a organizar una nueva carrera en la que le otorgaba la victoria al pequeño pingüino, lo que hizo que el canguro se ensañara mucho más con él. Cuando llegó el día de la carrera y todos los participantes llegaron hasta el lugar indicado, comprendieron por fin las palabras del zorro.
El circuito elegido para esta ocasión, era un hermoso lago que debían atravesar, para llegar a la otra orilla. Contento, por poder demostrar su valía, el pingüino se lanzó al agua sin pensarlo y atravesó el lago en un pispas, ganando sin oposición la carrera. El orgulloso canguro, tras mucho sufrimiento, consiguió terminar la carrera en muy malas condiciones.
Cuando todos esperaban que el pingüino se vengara del canguro, este les sorprendió ayudándole y ofreciéndose amablemente para enseñarle a que nadara tan bien como él. Desde aquel bonito día, las burlas cesaron y vivieron felices para siempre.
Una sonrisa
Allí estaba, sentado en una banqueta, con los pies descalzos sobre las baldosas rotas de la vereda; gorra marrón, manos arrugadas sosteniendo un viejo bastón de madera; pantalones que arremangados dejaban libres sus pantorrillas y una camisa blanca, gastada, con un chaleco de lana tejido a mano. El anciano miraba a la nada. Y el viejo lloró, y en su única lágrima expresó tanto que me fue muy difícil acercarme, a preguntarle, o siquiera consolarlo.
Por el frente de su casa pasé mirándolo, al voltear su mirada la fijó en mi, le sonreí, lo saludé con un gesto aunque no crucé la calle, no me animé, no lo conocía y si bien entendí que en la mirada de aquella lágrima se mostraba una gran necesidad seguí mi camino, sin convencerme de estar haciendo lo correcto.
En mi camino guardé la imagen, la de su mirada encontrándose con la mía. Traté de olvidarme. Caminé rápido como escapándome. Compré un libro y tan pronto llegué a mi casa, comencé a leerlo esperando que el tiempo borrara esa presencia... pero esa lágrima no se borraba... Los viejos no lloran así por nada, me dije.
Esa noche me costó dormir; la conciencia no entiende de horarios y decidí que a la mañana volvería a su casa y conversaría con él, tal como entendí que me lo había pedido. Luego de vencer mi pena, logré dormir. Recuerdo haber preparado un poco de café, compré galletas y muy deprisa fui a su casa convencido de tener mucho por conversar.
Llamé a la puerta, cedieron las rechinantes bisagras y salió otro
hombre. ¿Qué desea? preguntó, mirándome con un gesto adusto. Busco al anciano que vive en esta casa, contesté. Mi padre murió ayer por la tarde, dijo entre lágrimas. ¡Murió! dije decepcionado. Las piernas se me aflojaron, la mente se me nubló y los ojos se me humedecieron.
¿Usted quien es? volvió a preguntar. En realidad, nadie, contesté y agregué. Ayer pasé por la puerta de su casa, y estaba su padre sentado, vi que lloraba y a pesar de que lo saludé no me detuve a preguntarle que le sucedía pero hoy volví para hablar con él pero veo que es tarde.
No me lo va a creer pero usted es la persona de quien hablaba en su diario. Extrañado por lo que me decía, lo miré pidiéndole más explicación. Por favor, pase. Me dijo aún sin contestarme. Luego de servir un poco de café me llevó hasta donde estaba su diario y la última hoja rezaba: Hoy me regalaron una sonrisa plena y un saludo amable... hoy es un día bello.
Tuve que sentarme, me dolió el alma de solo pensar lo importante que hubiera sido para ese hombre que yo cruzara aquella calle. Me levanté lentamente y al mirar al hombre le dije: Si hubiera cruzado de vereda y hubiera conversado unos instantes con su padre... Pero me interrumpió y con los ojos humedecidos de llanto dijo: Si yo hubiera venido a visitarlo al menos una vez este último año, quizás su saludo y su sonrisa no hubieran significado tanto.
Espero que te sirvan
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