¿Por qué un pueblo no puede vender su libertar?
Respuestas a la pregunta
¿Por qué un pueblo no puede vender su libertad?
la libertad no se vende pero se paga.
Me refiero a la libertad de pensamiento. ¡Y de expresión! Que pensar puede uno lo que quiera hablando consigo, pero eso es de locos y hablar a medias.
Pensar y hablar libremente sin morderse la lengua durante toda su vida es lo que hizo Sócrates hasta que pagó con ella. De él sabemos que no dejó nada escrito y que son muchos los que escribieron sobre él después de muerto. Como sucedió siglos más tarde con Jesús llamado el Cristo, que tampoco escribió nada y de quien aún se escribió más y predica incluso hasta hoy en todo el mundo. Ambos pagaron con su vida la libertad que se tomaron o, mejor, a la que nunca renunciaron como testigos de la verdad que Dios o la conciencia les dio a entender. Sócrates murió condenado a beber la cicuta por «impío» a juzgar por los sofistas,y Jesús crucificado después de haber sido acusado por sacerdotes y fariseos por «blasfemar» e ir contra el templo.
Pensar diferente no es garantía de pensar la verdad y de servirla. Pero pensar libremente y sin ánimo de lucro es, al menos, un motivo para creer que quien no vive de lo que enseña y predica con el ejemplo merece una atención y un respeto. No porque tenga la verdad sino porque la busca sinceramente, y al buscarla la anticipa como testigo: no como señor que la expende, sino como servidor que la la escucha y obedece. De Sócrates sabemos que no cobraba, a diferencia de los sofistas que sí lo hacían por las clases a los jóvenes que querían hacer carrera política en la democracia ateniense. Y de Jesús recordamos lo que dijo al enviar a predicar a sus discípulos: «Dad gratis lo que habéis recibido gratis» (Mt.10,8).
En tal sentido la libertad de expresión es un valor que no se vende y que paga siempre quien lo tiene. Ese oficio, profesión o servicio –con el valor añadido de la libre expresión que es un derecho, y el deber y el peligro que eso comporta– no es una ocupación que dé siempre para vivir y nunca si la ejerce un voluntario. Pero el hombre no vive sólo de pan.
Claro que hay otras recompensas inmateriales como el reconocimiento, y no hay que despreciar el halago que tanto aprecian los vanidosos. Pero en una sociedad de consumo donde se confunde valor y precio, si quieres que te reconozcan has de hacerte valer y si no te vendes –o te venden– no vales nada. Que don sin din es campana sin badajo y vanidad de vanidades, y a lo más pedos de monja. Vamos, una caca que no vale nada si el patrón es el oro. Como la dignidad , que tampoco se cotiza. Lo que no empece para que se le reconozcan a uno los servicios prestados después de muerto, siempre que se vendan bien como reliquia.