por que se incrementaron las organizaciones paramilitares en los gobiernos anteriores al de pastrana
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Su testimonio ante la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad está lleno de autoelogios y de logros en el papel, pero muy lejos del drama que padecieron miles de colombianos bajo el rigor de las armas de grupos armados contrainsurgentes. Un riguroso contraste deja en evidencia ese distanciamiento con la realidad.
“Hoy no me presento ante ustedes para hacer una defensa de mi gobierno, quiero, con toda la objetividad, narrar hechos y situación de importancia para la historia y que sean esos hechos los que se defiendas por sí mismos”, dijo el expresidente Andrés Pastrana en el preámbulo de su intervención ante la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad (CEV) el pasado martes.
Y uno de los fenómenos sobre los que hizo referencia durante sus más de tres horas de exposición fue el paramilitarismo que, al inicio de su cuatrienio, 1998-2002, estaba en plena expansión en diversas regiones del país, confrontando a los grupos guerrilleros y apropiándose de sus rentas ilegales con el apoyo de miembros de la Fuerza Pública, sectores productivos y organizaciones del narcotráfico.
Para el 7 de agosto de 1998, cuando Pastrana asumió la Presidencia de la República, llevaban un año de creadas las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), una confederación paramilitar que se conformó a mediados de 1997 a instancias de Vicente y Carlos Castaño, los máximos líderes de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu), quienes venían operando bajo esa sigla desde mediados de 1994.
A esa iniciativa criminal se sumaron, además de las Accu, las Autodefensas del Magdalena Medio, las Autodefensas de Puerto Boyacá, las Autodefensas de Cundinamarca, las Autodefensas de los Llanos Orientales, las Autodefensas de Casanare y las Autodefensas de Santander y Sur del Cesar.
Ese dispositivo paramilitar fue creciendo y expandiéndose de manera exponencial, y sin ningún tipo de contención efectiva de las autoridades como una reacción, según sus excomandantes, a las agresiones contra ganaderos, bananeros, comerciantes, transportadores y agroindustriales por parte de las guerrillas de las Farc, el Eln y el Epl, y a la falta de Estado en diversas regiones del país.
Pero su estrategia no fue precisamente la de defenderse ante riesgos inminentes. En su proceso de expansión y consolidación, las Auc se convirtieron en una poderosa máquina ofensiva que apeló a los más crueles mecanismos para atacar a todos aquellos que consideraran “su enemigo”, etiqueta impuesta no sólo a guerrilleros, también a sus familias y a las comunidades que vivían bajo el yugo armado de la insurgencia, y a aquellos sectores alternativos que reclamaban mayor justicia social y la defensa de los derechos humanos.
Con ese telón de fondo, Pastrana fue reiterativo ante la CEV en advertir que su exposición se ajustaba a los hechos y si bien dejó claro que, en su comparecencia ante este escenario extrajudicial, creado por el Acuerdo de Paz firmado entre el Estado colombiano y la extinta guerrilla de las Farc, no haría una defensa de su gobierno, lo que realmente sucedió fue eso: una presentación de sus ejecuciones en temas relacionados con el paramilitarismo, narcotráfico y conversaciones de paz, con un fuerte tono de autoelogio.
Una contrastación enfocada en el tema del paramilitarismo arroja más dudas que certezas sobre lo dicho por el expresidente Pastrana, pues los hechos que defendió no contribuyeron a esclarecer lo ocurrido durante su gobierno, esquivó el tema de la connivencia de sectores de la Fuerza Pública con estructuras paramilitares y, en esencia, su actitud ratificó que la realidad se interpreta según la criba que se use.
“Hoy no me presento ante ustedes para hacer una defensa de mi gobierno, quiero, con toda la objetividad, narrar hechos y situación de importancia para la historia y que sean esos hechos los que se defiendas por sí mismos”, dijo el expresidente Andrés Pastrana en el preámbulo de su intervención ante la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad (CEV) el pasado martes.
Y uno de los fenómenos sobre los que hizo referencia durante sus más de tres horas de exposición fue el paramilitarismo que, al inicio de su cuatrienio, 1998-2002, estaba en plena expansión en diversas regiones del país, confrontando a los grupos guerrilleros y apropiándose de sus rentas ilegales con el apoyo de miembros de la Fuerza Pública, sectores productivos y organizaciones del narcotráfico.
Para el 7 de agosto de 1998, cuando Pastrana asumió la Presidencia de la República, llevaban un año de creadas las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), una confederación paramilitar que se conformó a mediados de 1997 a instancias de Vicente y Carlos Castaño, los máximos líderes de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu), quienes venían operando bajo esa sigla desde mediados de 1994.
A esa iniciativa criminal se sumaron, además de las Accu, las Autodefensas del Magdalena Medio, las Autodefensas de Puerto Boyacá, las Autodefensas de Cundinamarca, las Autodefensas de los Llanos Orientales, las Autodefensas de Casanare y las Autodefensas de Santander y Sur del Cesar.
Ese dispositivo paramilitar fue creciendo y expandiéndose de manera exponencial, y sin ningún tipo de contención efectiva de las autoridades como una reacción, según sus excomandantes, a las agresiones contra ganaderos, bananeros, comerciantes, transportadores y agroindustriales por parte de las guerrillas de las Farc, el Eln y el Epl, y a la falta de Estado en diversas regiones del país.
Pero su estrategia no fue precisamente la de defenderse ante riesgos inminentes. En su proceso de expansión y consolidación, las Auc se convirtieron en una poderosa máquina ofensiva que apeló a los más crueles mecanismos para atacar a todos aquellos que consideraran “su enemigo”, etiqueta impuesta no sólo a guerrilleros, también a sus familias y a las comunidades que vivían bajo el yugo armado de la insurgencia, y a aquellos sectores alternativos que reclamaban mayor justicia social y la defensa de los derechos humanos.
Con ese telón de fondo, Pastrana fue reiterativo ante la CEV en advertir que su exposición se ajustaba a los hechos y si bien dejó claro que, en su comparecencia ante este escenario extrajudicial, creado por el Acuerdo de Paz firmado entre el Estado colombiano y la extinta guerrilla de las Farc, no haría una defensa de su gobierno, lo que realmente sucedió fue eso: una presentación de sus ejecuciones en temas relacionados con el paramilitarismo, narcotráfico y conversaciones de paz, con un fuerte tono de autoelogio.
Una contrastación enfocada en el tema del paramilitarismo arroja más dudas que certezas sobre lo dicho por el expresidente Pastrana, pues los hechos que defendió no contribuyeron a esclarecer lo ocurrido durante su gobierno, esquivó el tema de la connivencia de sectores de la Fuerza Pública con estructuras paramilitares y, en esencia, su actitud ratificó que la realidad se interpreta según la criba que se use.
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