Por qué se difencian físicamente los seres humanos en hombres y mujeres
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Que hombres y mujeres somos iguales en todo.Que la mujer supera al hombre en todas y cada una de las características que pueden considerarse positivas, desde cualquier punto de vista.
Cualquier opinión que no se atenga a esta condición será calificada inmediatamente de machista y con ella la persona que la ha proferido. Sin embargo, no es conveniente ni deseable plegarse a estas imposiciones irracionales si no queremos acabar atrapados en una sociedad regida por el Ministerio de la Verdad y controlada por la policía del pensamiento.
En nuestra opinión el hombre y la mujer, como el resto de los las parejas de animales machos y hembras, han sufrido un largo proceso evolutivo que ha modelado sus aptitudes físicas y mentales, en función del diferente rol que ambos sexos han desempeñado.
Si bien las diferencias físicas surgidas de esta evolución diferencial no son objeto de polémica, por su evidencia constatable, no ha ocurrido lo mismo con las diferencias psíquicas, que al no resultar tan evidentes han desatado una ágria polémica, más política que científica, que se ha zanjado con la victoria aplastante del bando feminista.
Aunque la mente de la mujer y la mente del hombre comparten los mecanismos fundamentales del pensamiento humano, el desarrollo diferencial de algunas habilidades en detrimento de otras ha configurado un mapa de aptitudes característico de cada sexo.
Nuestro cráneo tiene una capacidad limitada, y las neuronas disponibles deben reclutarse para atender las misiones y habilidades más urgentes y críticas. Como ejemplo de los efectos que produce la escases de recursos, consideremos el caso del niño que crece en ausencia de otros seres humanos que le hablen. En tal caso, las neuronas destinadas al lenguaje, por razón de no ser utilizadas, son reclutadas para otras funciones y cuando ha transcurrido cierto tiempo, pierden la capacidad de retornar al quehacer para el que estaban predestinadas genéticamente.
Es natural e inevitable, por lo tanto, que cada actividad o situación vital que se repite a lo largo de cientos de miles de años, induzca un reacondicionamiento genético, además del educativo. En el caso del lenguaje humano, por ejemplo, las neuronas dedicadas al lenguaje están preconfiguradas para asumir esa compleja función y si no existiese esa preparación previa, proporcionada por la experiencia evolutiva y plasmada en la configuración genética, la educación sería insuficiente para conseguir el milagro del lenguaje.
La mujer, al ser la elegida por la Naturaleza para llevar a buen término la gestación del bebé, se ve obligada a dedicarse al cuidado y educación de los hijos, al cuidado y limpieza del hogar donde ella y su familia se guarecen del frio y se protegen de los enemigos. El hombre debe atender a la obtención de alimentos, a la protección de su hogar frente a la codicia de sus semejantes, debe encontrar soluciones tecnológicas para afrontar los crecientes retos que le plantea la competencia con sus enemigos y con la Naturaleza, etc.
Por otro lado, el hombre se ve impelido por su instinto sexual a practicar sexo con el mayor número de mujeres diferentes que sea posible para diseminar sus genes, sin tener que pagar un precio por ello, mientras que las mujeres deben hacer una fuerte inversión en cada intento de diseminar sus propios genes. Además, el hecho de que el ser humano requiera una educación muy larga, exige la formación de parejas estables, porque sólo el padre genético está dispuesto a invertir su esfuerzo en la educación de sus propios hijos, que son los que garantizarán la supervivencia de sus genes.
Veremos ahora que el diferente papel que hombre y la mujer han jugado en la sociedad humana, ha configurado la manera en que cada uno de ellos afronta y resuelve sus peculiares problemas. Y aunque en el último siglo se están produciendo cambios sustanciales en los roles de la pareja, por razón del control de la natalidad y del avance tecnológico, los viejos mecanismos genéticos siguen ejerciendo su efecto por debajo de los condicionamientos educativos impuestos por la nueva configuración social.
La mujer, debido a su limitado campo de acción al estar atada a su hogar, se ha especializado más en el control emocional del hombre que le aseguraba su supervivencia y la de su prole. Ha dedicado más neuronas a las estrategias relacionadas con el control emocional que a la búsqueda de soluciones tecnológicas o científicas. Su estrategia, más genética que consciente, expresada en palabras, podría formularse así: "Si tengo control sobre mi pareja, me beneficiaré de su trabajo tanto como él y, además, dispondré de tiempo para mis hijos y mi hogar que es lo más urgente para mí".
Cualquier opinión que no se atenga a esta condición será calificada inmediatamente de machista y con ella la persona que la ha proferido. Sin embargo, no es conveniente ni deseable plegarse a estas imposiciones irracionales si no queremos acabar atrapados en una sociedad regida por el Ministerio de la Verdad y controlada por la policía del pensamiento.
En nuestra opinión el hombre y la mujer, como el resto de los las parejas de animales machos y hembras, han sufrido un largo proceso evolutivo que ha modelado sus aptitudes físicas y mentales, en función del diferente rol que ambos sexos han desempeñado.
Si bien las diferencias físicas surgidas de esta evolución diferencial no son objeto de polémica, por su evidencia constatable, no ha ocurrido lo mismo con las diferencias psíquicas, que al no resultar tan evidentes han desatado una ágria polémica, más política que científica, que se ha zanjado con la victoria aplastante del bando feminista.
Aunque la mente de la mujer y la mente del hombre comparten los mecanismos fundamentales del pensamiento humano, el desarrollo diferencial de algunas habilidades en detrimento de otras ha configurado un mapa de aptitudes característico de cada sexo.
Nuestro cráneo tiene una capacidad limitada, y las neuronas disponibles deben reclutarse para atender las misiones y habilidades más urgentes y críticas. Como ejemplo de los efectos que produce la escases de recursos, consideremos el caso del niño que crece en ausencia de otros seres humanos que le hablen. En tal caso, las neuronas destinadas al lenguaje, por razón de no ser utilizadas, son reclutadas para otras funciones y cuando ha transcurrido cierto tiempo, pierden la capacidad de retornar al quehacer para el que estaban predestinadas genéticamente.
Es natural e inevitable, por lo tanto, que cada actividad o situación vital que se repite a lo largo de cientos de miles de años, induzca un reacondicionamiento genético, además del educativo. En el caso del lenguaje humano, por ejemplo, las neuronas dedicadas al lenguaje están preconfiguradas para asumir esa compleja función y si no existiese esa preparación previa, proporcionada por la experiencia evolutiva y plasmada en la configuración genética, la educación sería insuficiente para conseguir el milagro del lenguaje.
La mujer, al ser la elegida por la Naturaleza para llevar a buen término la gestación del bebé, se ve obligada a dedicarse al cuidado y educación de los hijos, al cuidado y limpieza del hogar donde ella y su familia se guarecen del frio y se protegen de los enemigos. El hombre debe atender a la obtención de alimentos, a la protección de su hogar frente a la codicia de sus semejantes, debe encontrar soluciones tecnológicas para afrontar los crecientes retos que le plantea la competencia con sus enemigos y con la Naturaleza, etc.
Por otro lado, el hombre se ve impelido por su instinto sexual a practicar sexo con el mayor número de mujeres diferentes que sea posible para diseminar sus genes, sin tener que pagar un precio por ello, mientras que las mujeres deben hacer una fuerte inversión en cada intento de diseminar sus propios genes. Además, el hecho de que el ser humano requiera una educación muy larga, exige la formación de parejas estables, porque sólo el padre genético está dispuesto a invertir su esfuerzo en la educación de sus propios hijos, que son los que garantizarán la supervivencia de sus genes.
Veremos ahora que el diferente papel que hombre y la mujer han jugado en la sociedad humana, ha configurado la manera en que cada uno de ellos afronta y resuelve sus peculiares problemas. Y aunque en el último siglo se están produciendo cambios sustanciales en los roles de la pareja, por razón del control de la natalidad y del avance tecnológico, los viejos mecanismos genéticos siguen ejerciendo su efecto por debajo de los condicionamientos educativos impuestos por la nueva configuración social.
La mujer, debido a su limitado campo de acción al estar atada a su hogar, se ha especializado más en el control emocional del hombre que le aseguraba su supervivencia y la de su prole. Ha dedicado más neuronas a las estrategias relacionadas con el control emocional que a la búsqueda de soluciones tecnológicas o científicas. Su estrategia, más genética que consciente, expresada en palabras, podría formularse así: "Si tengo control sobre mi pareja, me beneficiaré de su trabajo tanto como él y, además, dispondré de tiempo para mis hijos y mi hogar que es lo más urgente para mí".
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