¿por que se caracterizo la cultura de san agustin?
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se han hallado varios centenares de esculturas monolíticas
caracterizan el florecimiento de la cultura de San Agustín, entre el 300 d. C. al 800 d. C., tales como el gran desarrollo de la estatuaria lítica, que presenta una etapa ya muy avanzada desde el siglo VII a. C., la construcción de grandes terraplenes o aterrazamientos para la localización de las necrópolis, la edificación de muros de contención, las tumbas revestidas con grandes lajas de piedra, algunas, las principales, cubiertas con montículos artificiales coronados con templetes funerarios, las fuentes ceremoniales labradas en la roca viva, reflejan una adelantada organización del trabajo y una estratificación social y política. La escultura, en particular, indica claramente una verdadera especialización del trabajo, ya que esta actividad, dado el grado de complejidad y de adelanto que alcanzaron sus artífices, supone una gran habilidad profesional, un notable talento artístico y en especial un profundo conocimiento de las creencias religiosas de la tribu, a través de una larga tradición de tales manifestaciones religiosas. Además, diferencias que se aprecian en la estructura de los sepulcros de un mismo yacimiento, sin indicaciones claras de una secuencia cultural, hablan más de una estratificación social, puesto que la cerámica y otros elementos del ajuar funerario atestiguan la contemporaneidad de unos y otros. Tal estratificación estaría basada sobre la diferencia entre los grupos ocupacionales y en la jerarquía política y religiosa, consolidada en la formación de pequeños señoríos, una organización típica de la mayor parte de los grupos indígenas encontrados por los españoles en el siglo XVI en la región andina de Colombia.
Es posible pensar también que la gran dispersión que tiene la estatuaria lítica en San Agustín se explica por haber existido entre estos nativos una organización estructurada sobre la base de pequeños grupos familiares, unidos entre sí por vínculos religiosos. Este mismo hecho podría aclarar la razón de la gran variedad de motivos y estilos representados en las estatuas dentro de una aparente homogeneidad morfológica, diversidad que habría obedecido a la necesidad de individualizar en cada lugar la representación de las deidades protectoras del grupo familiar, dentro de los cánones religiosos tradicionales. El chamanismo o mohánismo jugaría también un papel significativo a este respecto. En torno a estos personajes se debieron agrupar los pequeños núcleos familiares y aquellos habrían formado así una especie de casta sacerdotal, con marcada influencia en la organización social y política de una población que tenía una fuerte mentalidad religiosa, expresada en la rica temática que se manifiesta en el arte escultórico. Todo induce a pensar que en este período floreciente de la cultura agustiniana, la organización social estaba fuertemente influida por los grupos guerreros y las formas religiosas por las deidades solares y de la guerra. Las estatuas de las Mesitas A y B del Parque Arqueológico parecen ser la representación más auténtica de este momento cultural. Aparecen guardando la entrada de tumbas revestidas de grandes lajas, con sarcófagos monolíticos en su interior, consagrados, seguramente, a guardar los despojos mortales de héroes de la tribu o de sus jefes político-militares
caracterizan el florecimiento de la cultura de San Agustín, entre el 300 d. C. al 800 d. C., tales como el gran desarrollo de la estatuaria lítica, que presenta una etapa ya muy avanzada desde el siglo VII a. C., la construcción de grandes terraplenes o aterrazamientos para la localización de las necrópolis, la edificación de muros de contención, las tumbas revestidas con grandes lajas de piedra, algunas, las principales, cubiertas con montículos artificiales coronados con templetes funerarios, las fuentes ceremoniales labradas en la roca viva, reflejan una adelantada organización del trabajo y una estratificación social y política. La escultura, en particular, indica claramente una verdadera especialización del trabajo, ya que esta actividad, dado el grado de complejidad y de adelanto que alcanzaron sus artífices, supone una gran habilidad profesional, un notable talento artístico y en especial un profundo conocimiento de las creencias religiosas de la tribu, a través de una larga tradición de tales manifestaciones religiosas. Además, diferencias que se aprecian en la estructura de los sepulcros de un mismo yacimiento, sin indicaciones claras de una secuencia cultural, hablan más de una estratificación social, puesto que la cerámica y otros elementos del ajuar funerario atestiguan la contemporaneidad de unos y otros. Tal estratificación estaría basada sobre la diferencia entre los grupos ocupacionales y en la jerarquía política y religiosa, consolidada en la formación de pequeños señoríos, una organización típica de la mayor parte de los grupos indígenas encontrados por los españoles en el siglo XVI en la región andina de Colombia.
Es posible pensar también que la gran dispersión que tiene la estatuaria lítica en San Agustín se explica por haber existido entre estos nativos una organización estructurada sobre la base de pequeños grupos familiares, unidos entre sí por vínculos religiosos. Este mismo hecho podría aclarar la razón de la gran variedad de motivos y estilos representados en las estatuas dentro de una aparente homogeneidad morfológica, diversidad que habría obedecido a la necesidad de individualizar en cada lugar la representación de las deidades protectoras del grupo familiar, dentro de los cánones religiosos tradicionales. El chamanismo o mohánismo jugaría también un papel significativo a este respecto. En torno a estos personajes se debieron agrupar los pequeños núcleos familiares y aquellos habrían formado así una especie de casta sacerdotal, con marcada influencia en la organización social y política de una población que tenía una fuerte mentalidad religiosa, expresada en la rica temática que se manifiesta en el arte escultórico. Todo induce a pensar que en este período floreciente de la cultura agustiniana, la organización social estaba fuertemente influida por los grupos guerreros y las formas religiosas por las deidades solares y de la guerra. Las estatuas de las Mesitas A y B del Parque Arqueológico parecen ser la representación más auténtica de este momento cultural. Aparecen guardando la entrada de tumbas revestidas de grandes lajas, con sarcófagos monolíticos en su interior, consagrados, seguramente, a guardar los despojos mortales de héroes de la tribu o de sus jefes político-militares
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