Por que razon podemos afirmar que la filosofia nace en el asombro
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ESTE ENUNCIADO que aparece al principio de la “Metafísica” de Aristóteles se ha hecho universal. Sin asombro no hay conclusión posible de los fenómenos que tenemos delante, los que deben tener explicación y una respuesta a las innumerables preguntas que pueden circular por nuestra mente. Los filósofos buscan explicaciones que ordenan y sistematizan en una gama de fenómenos que aparentemente no están relacionados entre sí y demuestran cómo estos se deducen de determinadas suposiciones básicas.
Para elaborar una teoría, cualquiera que sea y que se transporta desde los puntos de partida a una conclusión, el camino puede ser largo y sinuoso. Pero no es fácil llegar, muchas veces los razonamientos que se pretenden elaborar se quedan en el vacío, son inconsecuentes, no dicen. Como si la frustración del argumento se finiquitara en las mismas palabras que puestas en orden para llegar a una construcción lógica, se asfixiaran dentro de sí mismas apartándose del significado preciso y claro.
El asombro es lo que marca, lo que inicia y decide. Sin asombro no se llegará a parte alguna. Sin él se estará a expensas de lo que nos cuenten, de los asombros tal vez de los demás sin construir por nosotros mismos, pequeños filósofos de la vida y que somos parte integrante del asombro al que no debemos eludir si es que pretendemos ser protagonistas de nuestro mundo.
Y nos asombramos porque somos ignorantes, si supiéramos qué es lo que nos asombra, no nos asombraría.
Conquistar la ignorancia no es una tarea fácil, es dura. Sócrates, en la “Apología” de Platón, ya reseña que incluso el hecho de reconocer nuestra propia ignorancia puede ser difícil y es demasiado frecuente.
Para elaborar una teoría, cualquiera que sea y que se transporta desde los puntos de partida a una conclusión, el camino puede ser largo y sinuoso. Pero no es fácil llegar, muchas veces los razonamientos que se pretenden elaborar se quedan en el vacío, son inconsecuentes, no dicen. Como si la frustración del argumento se finiquitara en las mismas palabras que puestas en orden para llegar a una construcción lógica, se asfixiaran dentro de sí mismas apartándose del significado preciso y claro.
El asombro es lo que marca, lo que inicia y decide. Sin asombro no se llegará a parte alguna. Sin él se estará a expensas de lo que nos cuenten, de los asombros tal vez de los demás sin construir por nosotros mismos, pequeños filósofos de la vida y que somos parte integrante del asombro al que no debemos eludir si es que pretendemos ser protagonistas de nuestro mundo.
Y nos asombramos porque somos ignorantes, si supiéramos qué es lo que nos asombra, no nos asombraría.
Conquistar la ignorancia no es una tarea fácil, es dura. Sócrates, en la “Apología” de Platón, ya reseña que incluso el hecho de reconocer nuestra propia ignorancia puede ser difícil y es demasiado frecuente.
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