¿Por qué razón o razones, quienes más se han alejado de la participación política electoral son los estratos
sociales más bajos? ¿Qué consecuencias se puede desprender de esta situación? Explique
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
mismos”, “no luchan por ideas sino por prebendas”, “se han alejado de la gente”. Hay
en estas expresiones de rechazo un fuerte componente ético, que descalifica a los
políticos de manera personal y, por extensión, a la política en general.
Es un cuestionamiento compartible ante el cual no cabe la neutralidad, entre
otras razones, por las trágicas consecuencias políticas que tiene. Pero cuando nos
encontramos ante un fenómeno de tal grado de generalidad, la personalización del
mismo no basta para explicarlo, y menos aún para tratar de transformarlo. Es necesario llegar a explicaciones consistentes que vayan más allá de las enjundias descriptivas
con que se plantean las críticas actuales.
Cabría preguntarse si es algo verdaderamente novedoso que existan en América
Latina prácticas políticas como las que hoy se cuestionan. La respuesta es negativa,
pues entre el sector mayoritario de la clase política latinoamericana éstas han sido sus
prácticas de siempre. La historia de los partidos tradicionales en América Latina ha
sido la de la manipulación clientelista, los acuerdos cupulares entre las fracciones
dominantes y la demagogia y, con escasas excepciones, la del enriquecimiento personal o empresarial a partir de los cargos públicos. Hoy hay un mayor cuestionamiento
a estas prácticas políticas tradicionales por dos razones: primero, porque se impuso la
idea de que ellas eran achacables a los “populismos”1
latinoamericanos y que sólo con
la modernización liberal de los sistemas políticos serían eliminadas, lo cual no sólo
no ocurrió sino que se agravó; segundo, porque la política tradicional se amparaba en
políticas estatales desarrollistas que realizaban una relativa distribución del ingreso,
sobre todo a los sectores medios urbanos, que atemperaban la percepción de la política institucional como botín de una élite, como hoy se la percibe.
El desprestigio de los partidos puede vincularse a la crisis de representación que
éstos tienen respecto a los intereses de vastos sectores de la población latinoamericana; y esto ocurre, precisamente, cuando se han generalizado en la región los sistemas
representativos liberales, identificados como la democracia, pero que son funcionales
para la reproducción de un capitalismo cada vez más explotador y excluyente.
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