¿Por qué para la Iglesia católica, Lutero representaba una amenaza?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:El desarrollo del movimiento ecuménico ha hecho patente que los esfuerzos por conseguir la unidad de los cristianos no puede avanzar sin recurrir a la historia. Ante la nueva situación que se da para las mutuas relaciones entre la Iglesia católica y la Iglesia evangélico-luterana, resulta de particular relevancia, en especial por su conexión a la historia, el detenerse en Martín Lutero. Es importante conocer la manera como se ha interpretado la figura de Martín Lutero desde la perspectiva católica y señalar los cambios que ha experimentado. Su análisis histórico hace necesario detenerse en primer lugar en la historiografía católica, para después pasar a tratarlo en la Iglesia católica actual.
Como antecedente previo conviene formular algunos elementos básicos. De partida se debe afirmar que es necesario descubrir al verdadero Lutero para poder estudiar en profundidad la Reforma. De ahí el interés que manifiestan historiadores, teólogos, psicólogos, ensayistas por su persona, por descubrir su identidad. A esto hay que añadir que Lutero es polifacético. Significa que cada autor dedicado a su estudio descubre y aporta algo nuevo sobre él, pero no lo agota. Manifiesta una personalidad muy compleja.
En el mismo Lutero descansa la raíz de la dificultad para comprender y presentar su carácter y su obra, de un modo conforme a la verdad y a la historia. Desde luego no nos ha dejado en una obra sistemática, una exposición de toda su teología; esta se encuentra dispersa por todas sus obras, que son escritos ocasionales, lecciones, controversias, sermones, conversaciones.
Además, Martín Lutero sufrió una profunda transformación en el paso de fraile agustino a reformador y fundador de una Iglesia. Por su carácter marcadamente vivencial, fue incapaz de juzgar sin prejuicios la fase primera de su evolución, los años de vida conventual, cada vez que les dio una mirada retrospectiva. La personalidad polifacética y compleja de Lutero implica la posibilidad y el peligro que el investigador destaque y aísle una línea o un tema de su pensamiento teológico y por lo tanto lo interprete de forma parcial (2).
Entre los católicos de estos últimos decenios el interés por la figura del reformador ha ido creciendo; sin embargo, hay que reconocerlo, el estudio serio sobre Martín Lutero por parte de los teólogos e historiadores católicos es reciente; se ha realizado solo desde comienzos del siglo XX. Por lo tanto, en poco tiempo se ha recorrido un largo camino que va desde la total descalificación hasta una actitud más comprensiva, de valoración y de aceptación. Estos cambios referidos a Martín Lutero no han sido fáciles ni superficiales, pero sí necesarios para entender mejor quién era el reformador (3).
La investigación historiográfica y la teológico-sistemática sobre Lutero, que han sido realizadas en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y especialmente durante y después del Concilio Vaticano II, han dado lugar tanto por parte de los católicos como de los luteranos a acercamientos y revisiones importantes y valiosas frente a sus posturas tradicionales.
LA IMAGEN DE LUTERO ENTRE LOS CATÓLICOS, SIGLOS XVI A XX
La historiografía católica sobre Martín Lutero se abre en la época misma del reformador. Cuando recién habían pasado tres años de su muerte, en 1549 aparece el libro en latín "Comentarios acerca de los hechos y escritos de Martín Lutero", de Johannes Cochlaeus, de apellido alemán Dobeneck, 1479-1552 y que se publicó en Mainz (4). El autor era sacerdote y humanista, pero sobre todo teólogo polemista que desde 1521 está presente en controversias y polémicas con Lutero; fue canónigo de la catedral de Mainz (desde 1526) y después de la catedral de Breslau (desde 1539).
En su obra Cochlaeus promete apoyarse de continuo en las fuentes, es decir, en el mismo Lutero, exponiendo su vida y escritos desde 1517 hasta su muerte en 1546; su información es vasta y acuciosa; utiliza todos los escritos conocidos de Lutero, pero extracta una antología muy parcial. Además, con habilidad de polemista, recoge y aprovecha los escritos antiluteranos especialmente de Jerónimo Emser (1478-1527) (5).
Al mismo tiempo asume los rumores e historietas que corrían sobre Martín Lutero; fuera de no ser verdaderas, muchas son invenciones apropiadas para un repertorio que avive la polémica y otras llegan a la calumnia más infamante. En el prefacio se hace eco de una habladuría maledicente según la cual Lutero sería hijo del diablo y también asevera que los frailes agustinos veían ciertas actitudes de Lutero como extrañas o raras y que procedían del trato íntimo que tendría con el demonio.
También para Cochlaeus la rebelión de Lutero contra las indulgencias se explica por una triste rivalidad entre frailes, entre los agustinos y los dominicos, entre el agustino Lutero, que combate las indulgencias y el dominico Tetzel, encargado de predicar las indulgencias en Alemania.