¿Por qué no debe confundirse la noción de globalización con la de
homogenización?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
por Estacio Valladares – La globalización en su dimensión cultural, o mundialización de la cultura (Tulio Hernández, 2010), ha generado nuevas realidades y situaciones. A la par de los impresionantes cambios que han ocurrido en las tecnologías de información y comunicación y en los dispositivos de base digital, determinados productos culturales relacionados con la literatura, la música o las artes escénicas pueden circular al mismo tiempo, y con gran rapidez en varios países e incluso en varias regiones mundiales de manera simultánea. Las estrategias de diseño y promoción del consumo de los productos culturales se vuelven cada vez más sofisticadas y complejas, pues no solo tienen que competir con otros productos de naturaleza distinta o similar por la colonización de determinados segmentos de mercado, sino que tienen que adecuar constantemente sus productos a múltiples y variables fuentes de referencia y construcción de identidades sociales hoy por hoy en curso.
Existe una tendencia de concentración en grandes empresas monopólicas de determinados bienes y productos generados por las industrias culturales vinculadas al cine, a los audiovisuales, a la música y al libro, principalmente. Lo que supondría la posibilidad de la amenaza del mundo previsto por el novelista Aldous Huxley en su obra publicada en 1932 Un Mundo Feliz, de uniformidad del pensamiento y de configuración de una única forma y estilo de vida. La cultura ha perdido, cada vez más, su capacidad de crítica y emancipación del ser humano para convertirse en espectáculo de entretenimiento y adormilamiento de la conciencia. Las vanguardias artísticas, otrora activas y propositivas para generar propuestas de transformación social, han perdido vigencia y han sido reemplazadas por el anodino concepto de “innovación cultural” (Josep Fontana, 2011).
Nos encontramos, según algunos autores, en medio de un momento de inflexión del sistema capitalista caracterizado por el debilitamiento de la idea de modernidad y de desestructuración del Estado-Nacional (Tulio Hernández, 2010; Zigmunt Bauman, 2013); de una forma de consumo con capacidad de “devorarlo todo”, explicada por la teoría del ovnivorismo cultural (Zymunt Bauman,2013; Joaquín Rius y Matías Zarlenga, 2010) y de procesos de inclusión y exclusión, al mismo tiempo, en donde el capitalismo globalizado ha entregado al mercado mundial la función de evaluar la calidad artística y de definir, por lo tanto, lo que vale la pena conectar y lo que hay que desconectar o desechar porque no sirve a los intereses de rentabilidad y reproducción del capital.
Uno de los debates más importantes es si la globalización, actualmente en curso, trae consigo la homogenización de la cultura. Es decir, la pérdida o el debilitamiento de los rasgos singulares y particulares de las personas y colectivos humanos como el idioma, sus prácticas y comportamientos, sus elementos de representación simbólica y la construcción de identidades sociales, en las que el sentido de pertenencia e identificación se fue estructurando en relación con el Estado-Nación.
La globalización, de manera contradictoria y paradójica, ha significado la des-globalización de vastos sectores geográficos y sociales del mundo, bien porque no han podido incorporarse a las dinámicas de conexión e inter-comunicación (piénsese por ejemplo en determinadas regiones y países africanos o en territorios latinoamericanos en donde la presencia de ordenadores, telefonía móvil y otros dispositivos de base digital resulta todavía una excepción); bien porque el mundo no los necesita pues no resultan mercados atractivos (García-Canclini, 2004).
Por otra parte, y a pesar de que en la construcción de los procesos identitarios el sentido de pertenencia y de referencia de los individuos y colectivos humanos con el Estado se han ido debilitando para dar paso a una multiplicidad de referentes desde los cuales se construyen y configuran identidades, las personas siguen manteniendo fuertes lazos de cohesión e identificación con la idea o la percepción de lo que conciben como “nacional”. En un estudio recientemente publicado sobre las poblaciones latinoamericanas consolidadas y las industrias culturales en español en los Estados Unidos, se concluye que en una alta proporción los poblaciones denominadas como “hispanas”, tienden a identificarse con el país de origen más que con categorías pan-étnicas como “latino” o “hispano” y encuentran en el idioma español una señal de identidad compartida (Jessica Retis y Ángel Badillo, 2015).
Explicación:
espero que te ayude me das coronita porfa.