¿Por qué los reyes “Borbones” subieron los impuestos en su imperio americano?
Respuestas a la pregunta
Las investigaciones sobre el «reformismo borbónico1» y su impacto sobre el desempeño de la Real Hacienda de Nueva España han experimentado un notable avance en los últimos quince años2. Gracias a ello no sólo se ha incrementado el volumen de monografías que han atendido diversos aspectos específicos (administración, ingresos, egresos, contribuyentes, etc.) sino que se ha puesto en cuestión la temporalidad adscrita al reformismo borbónico en general y al ámbito fiscal en particular.
3 Brading, 1975, p. 53.
4 Pearce, inédita; Bertrand, 2011; Escamilla González, 2001 y Sánchez Santiró, 2013.
2Hasta la década de 1990 era inusual considerar que hubiese habido en Nueva España una política reformista de la nueva dinastía durante la primera mitad del siglo xviii. De hecho, todo parecía arrancar con los distintos proyectos y reformas promovidos por la Corona española como respuesta a las derrotas sufridas frente al Imperio Británico en 1762. Eventos que pusieron en crisis el funcionamiento del sistema mercantil imperial hispano3. Hoy en día, resulta claro que esta periodización carece en gran medida de sustento ante la aparición de trabajos que han mostrado cómo en las décadas que van de 1720 a 1750 se experimentó un primer embate reformista que, en ocasiones, prefiguró medidas posteriores, aunque en otras no existió tal continuidad, más allá de unos objetivos genéricos compartidos (elevación de los ingresos, control y reducción del gasto local, remisión creciente de remesas a la metrópoli)4.
3El objetivo del presente trabajo es analizar algunos hitos del reformismo fiscal de los Borbones en Nueva España desde la óptica de los agentes sociales que participaron en el proceso, a saber, las entidades exactoras y los contribuyentes. En un primer momento, se perfilan los sectores económicos y sociales afectados por las medidas reformistas, mientras que en un segundo se establecen los mecanismos e instancias de presión y resistencia fiscal en el marco de ciertas coyunturas clave; todo ello con el ánimo de plasmar el funcionamiento del binomio «reforma-negociación». En este sentido, no se pretende reconstruir el conjunto de reformas fiscales aplicadas al real erario novohispano durante el siglo xviii, sino estudiar aquellas que, por su alcance inmediato o como resultado de un proceso acumulativo, generaron un fuerte proceso de resistencia/negociación.
5 Fernández Albaladejo, 1992, p. 386; Sánchez Santiró, 2013, pp. 128-129.
6 Sánchez Santiró, 2014.
4Como puntos previos hay que señalar dos aspectos. En primer lugar, la orientación básica que guió la acción de los Borbones y que puede sintetizarse en la invocación del principio que postulaba que era «de justicia y equidad usar de lo propio antes que entrar a gravar lo ajeno», y por propio cabía entender el conjunto de impuestos, estancos y rentas que derivaban de las regalías, el dominio eminente y el poder penal de la Corona5. En segundo lugar, el hecho de que la praxis reformista apenas pudo franquear el variado repertorio de exenciones y privilegios que normaban el orden jurídico novohispano como resultado de una articulación dinámica y específica de los principios de la calidad étnica, el estado y la clase de los contribuyentes. Cuando lo hizo, fue a un elevado coste político6.
5Con estos criterios, consideramos que en Nueva España destacan tres medidas relacionadas con el ámbito «reforma-negociación»: la incorporación a la Corona de los oficios de la Real Casa de Moneda de México en 1733, el paso del sistema de encabezamiento al de administración de la renta de alcabalas de la capital en 1753 y el establecimiento del estanco del tabaco en 1764. Una importancia determinada a partir de los ingresos fiscales que generaron para el real erario. En conjunto, según los casos, afectaron a varios sectores económicos (la minería de metales preciosos, la agricultura mercantil, la manufactura urbana y el comercio interno y externo). De igual manera, implicaron un reacomodo de las relaciones que existían entre el real erario y diversos grupos sociales que iban desde la élite económica virreinal (los mercaderes de la Casa de Moneda y del consulado de la ciudad de México) hasta los pequeños y medianos productores y comerciantes agrícolas y urbanos (gremios de artesanos, cosecheros de tabaco, cigarreros, tratantes de comercio), sin omitir el impacto sufrido por los mismos oficiales reales.