¿por que los órganos y tejidos intervienen en la función mecánica
de la respiración?
Respuestas a la pregunta
La respiración no sería posible sin el funcionamiento conjunto de una serie de estructuras, musculares y nerviosas, que movilizan todo el sistema respiratorio con la finalidad vital de captar oxígeno.
Si bien nuestros pulmones poseen la estructura adecuada para dilatarse y contraerse, según el ingreso o salida de aire, necesitan de la ayuda conjunta de otros órganos y tejidos que faciliten el verdadero sistema de bombeo que nos permite respirar.
Los músculos involucrados en la respiración son importantísimos para realizar los básicos, pero vitales, movimientos de inspiración y espiración.
El diafragma
Es el principal músculo involucrado en el proceso respiratorio. Posee una forma similar a la de un paracaídas y ocupa gran parte de la superficie del tórax. Separa a este último del abdomen y está perforado por una serie de orificios que facilitan el avance de algunas estructuras. Entre ellas destacan el esófago (orificio esofágico) y la aorta (orificio aórtico).
Este importante músculo (el más plano de nuestro cuerpo) está formado por tres grupos de fibras musculares que se entrecruzan.
Sus bordes están conectados a la columna vertebral por la parte posterior; con las costillas inferiores por los lados y por delante, con la parte distal del esternón, formando una verdadera cúpula que aloja a importantes órganos ubicados en este sector, como el hígado, el estómago y el bazo. Es asimétrico -es más extenso por delante que por detrás- ya que las costillas de la parte anterior de nuestro cuerpo son más elevadas. Posee varias partes: una parte vertebral (conocida como pilares del diafragma), otra lumbar (fibras que van desde la primera vértebra lumbar hasta la duodécima costilla), la porción costal (desde la séptima costilla hasta la duodécima) y las fibras esternales (ubicadas en la parte inferior del esternón).
Músculos intercostales
Otra serie de músculos, alojados en el tórax, también participan en el proceso respiratorio. Son los músculos intercostales, que permiten el movimiento de las costillas hacia arriba, abajo y hacia afuera, expandiendo el pecho, tirando los pulmones hacia adelante e incrementando así su volumen.
Imaginemos que nuestro tórax es una verdadera jaula. Las rejillas serían las costillas, cada una ubicada al lado de la otra. Los espacios vacíos entre cada una de ellas (espacios intercostales) están ocupados por estos músculos planos, que forman un verdadero tejido en la zona interna de nuestro tronco.
Los músculos intercostales externos participan en la inspiración y los internos, en la espiración. Su acción conjunta es capaz de estabilizar el tamaño alcanzado por el espacio intercostal ante cualquier movimiento, sobre todo durante la acción del diafragma.
Inspiración y espiración
La renovación constante de oxígeno y la salida de dióxido de carbono exige una organización específica para permitir el ingreso (inspiración) y expulsión (espiración) de aire. Ya que los pulmones no poseen una musculatura propia para efectuar estos procesos, la acción conjunta de los músculos intercostales y el diafragma permite el intercambio gaseoso. Ellos aumentan o disminuyen la capacidad torácica, de acuerdo con los requerimientos de nuestro organismo, agrandando o reduciendo la capacidad de los elásticos pulmones.
Al momento de inspirar, el diafragma se contrae, cambiando de manera radical la fisonomía y capacidad de la caja torácica. Cuando inhalamos aire desde el exterior, la contracción del diafragma comprime las vísceras abdominales y permite un aumento considerable del espacio del tórax, lo que otorga la superficie necesaria para que nuestros pulmones se inflen con el aire inspirado. También contribuyen en esta tarea los músculos intercostales, que se contraen y hacen que las costillas se muevan hacia arriba y afuera, aumentando un poco más la capacidad de la caja torácica.
Al momento de expulsar el aire desde nuestros pulmones (espiración), los músculos involucrados se relajan. El diafragma recupera su forma de paracaídas, las costillas se mueven hacia abajo (en ello también influye la gravedad) y hacia adentro, contrayendo a los pulmones y recuperando el espacio inicial de la cavidad torácica. El flujo de aire finalmente volverá hacia el exterior y será exhalado por las vías aéreas superiores.