Por que le dieron una patada en él trasero a la cigüeña de los años 1976,si era tan buena
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Era 1976, y Sonia, desde su habitación, vio como un hombre cargaba hacia su casa un bebé envuelto en una manta celeste. Todavía recuerdo el olor a humo que traía, dice ahora, 41 años después. Su madre, Raquel, le dijo el día después: vino la cigüeña. Tenés un hermanito.
Se llama Julio, le dijo. Pero hay que ponerle otro nombre. Ponéselo vos. Y Sonia, que había escuchado los discursos, por radio, del nuevo presidente militar del país, Jorge Rafael Videla, con sus 10 años, dijo, casi sin pensarlo, Rafael.
Así empezó la historia oficial de Julio Rafael Manzini. La otra historia, que ahora ha sido convalidada por la Justicia, dice que Julio es en realidad hijo de Alicia Cifuentes y de Julio Quiroga, en 1976 juez de paz de San Martín de los Andes. Quiroga era ese hombre que cargó el bebé, su hijo, al hogar de Raquel Briceño y Roberto Manzini, ella, jueza de paz de Junín de los Andes; él, suboficial del Ejército Argentino.
Sonia Manzini, quien creyó mucho tiempo que también era “adoptada”, y que después confirmó, con un examen de ADN, que era hija biológica de Manzini-Briceño, contó este sábado la historia al programa Sin Pelos, en AM 550. Cómo decidió denunciar a sus propios padres por apropiación de un niño. Cómo se lo dijo a su hermano Julio. Y cómo la Justicia decidió llegar a un acuerdo, convalidar la historia denunciada, y aplicar como condena por apropiación ilegal al matrimonio, la pena de tres años de prisión en suspenso.
“La pena no es lo importante. Lo importante es que se haya sabido y reafirmado la verdad”, dijo Sonia.
Enfrentó, en estos años, situaciones de presiones fuertes. Luchó contra el concepto, que su propio hermano comparte, de que había sido para bien, para tener una mejor vida. Enfrentó todo, y ahora se siente bien. “Aunque tenga que vivir con un psicólogo al lado”, dijo, con cierta ironía auto infligida, porque, en definitiva, “la justicia me dio la razón”.
La historia, que ha repercutido fuerte en las comunidades de San Martín y Junín de los Andes desde que empezó con la denuncia, en 2015, ha llegado a su fin con un fallo por acuerdo de las partes. La historia conmueve, con la carga de las cosas ocultas, en un país atravesado por las dudas, por las gambetas a la verdad, por la mentira permanente.