Por qué la sexualidad un espejo empañado de la gloria divina?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:Dios creó al varón y a la mujer, significa que Dios creo a dos personas muy distintas para poder reproducirnos y que la humanidad nunca termine, también significa que Dios deja en claro que solo sexos opuestos pueden estar juntos (Con esto no quiere ofender a nadie es lo que yo opino).
Explicación:creo yo
Respuesta:
¿Cuál es el sentido de la sexualidad humana?
Es relativamente fácil aceptar que el alma del hombre muestra una cierta semejanza con lo divino, que puede reflejarse, en ciertas circunstancias, en la dimensión corporal. La Madre Teresa de Calcuta, por ejemplo, irradió tanta bondad que el esplendor de Dios se reflejó en su rostro. Sin embargo, el cuerpo humano no sólo manifiesta de modo excepcional, sino siempre la imagen divina. Lo hace precisamente a través de la sexualidad. Es cierto que la sexualidad, en todas sus manifestaciones, parece a veces un espejo muy empañado de la gloria divina; pero se trata de una consecuencia del pecado que confirma la conocida sentencia: “Corruptio optimi pessima.” ¿Por qué Dios ha hecho al hombre como varón y mujer? ¿Por qué quiso que el ser humano se expresase de dos modos distintos y complementarios? La procreación no puede ser la única razón, ya que ésta sería también posible de forma partenogenética o bien asexual, o por otras posibilidades como las que se pueden encontrar, en gran diversidad, en el reino animal. Estas formas alternativas son al menos imaginables y darían testimonio de una cierta autosuficiencia.
La sexualidad humana, en cambio, significa una clara disposición hacia el otro. Manifiesta que la plenitud humana reside precisamente en la relación, en el ser-para-el-otro.6 Impulsa a salir de sí mismo, buscar al otro y alegrarse en su presencia. Es como el sello del Dios del Amor en la estructura misma de la naturaleza humana. Aunque cada persona es querida por Dios “por sí misma” y llamada a una plenitud individual, no puede alcanzarla sino en comunión con otros. Está hecha para dar y recibir amor. De esto nos habla la condición sexual que tiene un inmenso valor en sí misma. Ambos sexos están llamados por el mismo Dios a actuar y a vivir conjuntamente. Esa es su vocación. Se puede incluso afirmar que Dios no ha creado al hombre varón y mujer para que engendre nuevos seres humanos, sino que, justo al revés, el hombre tiene la capacidad de engendrar para perpetuar la imagen divina que él mismo refleja en su condición sexuada.
Volviendo a la relación entre los sexos, es evidente que no sólo el varón da y la mujer recibe. El amor al que ambos están llamados se expresa en una entrega libre y recíproca. Pero ésta sólo es posible, si es mutua también la disposición a recibir. Así la receptividad, junto a la entrega, aparece como otro elemento constitutivo de la comunión, que, por cierto, tiene efectos positivos en ambas direcciones. Pues al recibir, se enriquece, fortalece y hace feliz también al otro, dado que la receptividad en sí es ya uno de los mayores dones que se le puede hacer a otra persona. Así se ve que la receptividad también apunta a una actividad, pero a una actividad que acepta, interioriza y está al servicio de la profundización de la acción del otro. Aparte de todo eso, sólo se puede comprender íntegramente la receptividad, reconociendo en ella una manera especial de actividad, de expresión, de creatividad.
Sin el otro, la persona humana se siente “sola” (como Adán en el paraíso), y experimenta su propia carencia. Por esto, el varón tiende constitutivamente a la mujer, y la mujer al varón. No buscan una unidad andrógena, como sugiere la mítica visión de Aristófanes en el “Banquete”, pero sí se necesitan mutuamente para desarrollar plenamente su humanidad. La mujer es dada como “ayuda” al varón, y viceversa, lo que no equivale a “siervo” ni expresa ningún desprecio. También el salmista dice a Dios: “Tú eres mi ayuda.”
A partir de la experiencia primaria sabemos que no se trata necesariamente de la relación entre un único varón y una única mujer. La reciprocidad se expresa en múltiples situaciones diversas de la vida, en una pluralidad policroma de relaciones interpersonales, como las de la maternidad, la paternidad, la filiación y fraternidad, la colegialidad y amistad y tantas otras, que afectan contemporáneamente a cada persona. Algunos destacan, por tanto, que se trata de una “reciprocidad asimétrica”.
Explicación: