por que la iglesia es importante en la vida de todo cristiano
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
El Nuevo Testamento no ve la vida cristiana sucediendo fuera de la iglesia, esto es, de la iglesia local. Sin embargo, hoy hay muchos que se llaman cristianos que buscan estar comprometidos con Cristo sin tener compromiso alguno con la iglesia. No creen en la religión organizada. Ellos afirman que la iglesia está llena de hipócritas. Han experimentado dolor en la iglesia. No pueden encontrar una iglesia fiel y bíblica. Entienden que la iglesia no es necesaria, solidaria, o beneficiosa. Entonces, siguen a Cristo pero abandonan la iglesia.
La fe en Dios se practica en comunidad espiritual. La sociedad incrédula en la que vivimos regularmente afirma que la fe es un asunto privado. Esto no es cierto. Verdaderamente, la fe es un asunto personal tal como Jesús le dijo a Nicodemo: “Tienen que nacer de nuevo” (Jn. 3:7). Sin embargo, una fe personal no es una fe privada. La verdadera fe se vive en comunidad espiritual con los demás. En el Antiguo Testamento, la comunidad de fe era la nación de Israel. En el Nuevo Testamento, es la iglesia, una nueva comunidad en Cristo que trasciende el género, raza, y estado (Gál. 3:28). Vivir en fe en Cristo es vivir en comunión con la iglesia.
La iglesia es la casa de Dios. Pablo, al escribirle a Timoteo en Éfeso, llamó a la iglesia “la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y sostén de la verdad” (1 Ti. 3:15). En la salvación nacemos de nuevo y somos adoptados en la familia de Dios. Pero un niño recién nacido necesita formar parte de un hogar para alimentarse, tener compañerismo, y protección. La iglesia es el hogar de la fe (Gál. 6:10). Más que eso, es la casa de Dios. Rechazar a la iglesia es rechazar los medios de cuidado que el Señor ha provisto para sus hijos redimidos.
La membresía de la iglesia brinda seguridad de salvación. Un cristiano es aquel que ha profesado una fe salvífica en el Señor Jesucristo. No obstante, para que haya una verdadera seguridad, esa profesión personal debe hacerse delante de la iglesia. En las cartas del Nuevo Testamento, las dos marcas esenciales de la verdadera conversión son la fe en el Señor Jesucristo y el amor por todos los santos. La comunión cristiana es tan esencial para la verdadera seguridad como la fe personal. El amor por los santos demuestra fe en Cristo. “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida porque amamos a los hermanos — escribió el apóstol Juan—. El que no ama permanece en muerte” (1 Jn. 3:14).
El Señor Jesucristo es la cabeza de la iglesia. A menudo la iglesia es rechazada por las cosas que sus miembros hacen o dejan de hacer. Pero el estándar por el cual medimos lo que la iglesia debe ser no está definido por algún líder o miembro de la iglesia. Cristo es el estándar. Él es la cabeza de la iglesia, y la iglesia es el cuerpo de Cristo. La iglesia está a salvo y segura en Él, de la misma manera que no puedes ahogarte con la cabeza fuera del agua. “La iglesia está llena de hipócritas”, se quejan algunos. ¡Pero Cristo no es hipócrita! Y si Cristo no es un hipócrita, es digno de nuestra confianza y obediencia, ¡incluso si nos dice que salgamos con un grupo de hipócritas!
Explicación:
Respuesta:
El Nuevo Testamento no ve la vida cristiana sucediendo fuera de la iglesia, esto es, de la iglesia local. Sin embargo, hoy hay muchos que se llaman cristianos que buscan estar comprometidos con Cristo sin tener compromiso alguno con la iglesia. No creen en la religión organizada. Ellos afirman que la iglesia está llena de hipócritas. Han experimentado dolor en la iglesia. No pueden encontrar una iglesia fiel y bíblica. Entienden que la iglesia no es necesaria, solidaria, o beneficiosa. Entonces, siguen a Cristo pero abandonan la iglesia.
La fe en Dios se practica en comunidad espiritual. La sociedad incrédula en la que vivimos regularmente afirma que la fe es un asunto privado. Esto no es cierto. Verdaderamente, la fe es un asunto personal tal como Jesús le dijo a Nicodemo: “Tienen que nacer de nuevo” (Jn. 3:7). Sin embargo, una fe personal no es una fe privada. La verdadera fe se vive en comunidad espiritual con los demás. En el Antiguo Testamento, la comunidad de fe era la nación de Israel. En el Nuevo Testamento, es la iglesia, una nueva comunidad en Cristo que trasciende el género, raza, y estado (Gál. 3:28). Vivir en fe en Cristo es vivir en comunión con la iglesia.
La iglesia es la casa de Dios. Pablo, al escribirle a Timoteo en Éfeso, llamó a la iglesia “la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y sostén de la verdad” (1 Ti. 3:15). En la salvación nacemos de nuevo y somos adoptados en la familia de Dios. Pero un niño recién nacido necesita formar parte de un hogar para alimentarse, tener compañerismo, y protección. La iglesia es el hogar de la fe (Gál. 6:10). Más que eso, es la casa de Dios. Rechazar a la iglesia es rechazar los medios de cuidado que el Señor ha provisto para sus hijos redimidos.
La membresía de la iglesia brinda seguridad de salvación. Un cristiano es aquel que ha profesado una fe salvífica en el Señor Jesucristo. No obstante, para que haya una verdadera seguridad, esa profesión personal debe hacerse delante de la iglesia. En las cartas del Nuevo Testamento, las dos marcas esenciales de la verdadera conversión son la fe en el Señor Jesucristo y el amor por todos los santos. La comunión cristiana es tan esencial para la verdadera seguridad como la fe personal. El amor por los santos demuestra fe en Cristo. “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida porque amamos a los hermanos — escribió el apóstol Juan—. El que no ama permanece en muerte” (1 Jn. 3:14).
El Señor Jesucristo es la cabeza de la iglesia. A menudo la iglesia es rechazada por las cosas que sus miembros hacen o dejan de hacer. Pero el estándar por el cual medimos lo que la iglesia debe ser no está definido por algún líder o miembro de la iglesia. Cristo es el estándar. Él es la cabeza de la iglesia, y la iglesia es el cuerpo de Cristo. La iglesia está a salvo y segura en Él, de la misma manera que no puedes ahogarte con la cabeza fuera del agua. “La iglesia está llena de hipócritas”, se quejan algunos. ¡Pero Cristo no es hipócrita! Y si Cristo no es un hipócrita, es digno de nuestra confianza y obediencia, ¡incluso si nos dice que salgamos con un grupo de hipócritas!
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