Por qué la conservación debería ser un asunto prioritario y en caso contrario por qué no lo debería ser?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
La planificación de la conservación es el proceso de localización, configuración, implementación y mantenimiento de recursos, para promover la persistencia de la biodiversidad y los recursos naturales.1 Se vale de la utilización de protocolos específicos para identificar especies, sitios o regiones prioritarias y desvincularlas de los procesos que amenazan su existencia y permanencia, mediante acciones de conservación. No solo utiliza el análisis de los sistemas biológicos para determinar nuevas áreas prioritarias, sino también se vale de la retroalimentación, la revisión y reiteración para evaluar los sistemas preexistentes con el fin de mejorarlos.2
Mantodea en Costa Rica.
El núcleo principal de la planificación para la conservación es la biodiversidad.3 Sin embargo, diversidad biológica es un concepto ambiguo, multifacético y dinámico que incluye las formas de vida a diferentes escalas tanto temporales como espaciales. La diversidad biológica no depende únicamente de las condiciones ambientales que pueden encontrarse en una localidad, sino también, depende de las condiciones abióticas existentes en los territorios adyacentes y de la única e irrepetible historia de los organismos.4 Es por esto que, para ser eficaz, la planificación para la conservación debe lidiar con dos tipos de cambios: en primer lugar, la biodiversidad no es estática en el tiempo o el espacio, sino es generada y mantenida por procesos naturales y, en segundo lugar, los humanos están alterando el planeta de diversas maneras a tasas cada vez más aceleradas.1 Así, la planificación de la conservación debe tener dos ejes centrales: la variación en las amenazas a la biodiversidad (y las respuestas a éstas), que se pueden medir como la vulnerabilidad,5 y la desigual distribución de la biodiversidad que puede medirse como la irremplazabilidad.6
Es importante mencionar que existe una brecha entre la investigación y la aplicación. Es decir, hay un límite entre la teoría y la práctica, donde la implementación exitosa de la conservación se ha concebido, de forma explícita, desde el marco conceptual de la disciplina de la vulnerabilidad y la imposibilidad de sustitución.7
Históricamente, la conservación de la diversidad, fue interpretada en solo tres niveles jerárquicos: genes, especies y ecosistemas. Sin embargo, en la actualidad, la incorporación de criterios relacionados con el uso sustentable de la biodiversidad, que garanticen la posibilidad de una óptima calidad de vida a las generaciones presentes y futuras, ha requerido de la planificación de la conservación en todos los niveles: global, regional, ecosistemas, paisaje, especies, genes.2
No obstante, resulta difícil establecer criterios de conservación lo suficientemente amplios para examinar la complejidad de las interacciones espaciales y temporales, que han influido e influyen sobre la distribución y magnitud de la diversidad biológica.4
Dado que el término «biodiversidad» es muy amplio como para abarcarlo en un solo intento de planificación, surge un interrogante: ¿cuál es la mejor estrategia de trabajo para avanzar hacia un «progreso conservacionista»? Aunque no existe una única respuesta a este interrogante, tal vez el primer paso debería orientarse a responder tres inquietudes básicas: ¿qué tenemos? ¿dónde está lo que tenemos? y ¿cuál es el estado de lo que tenemos?. Encontrar respuesta a estos interrogantes puede ser un muy buen punto de partida para diseñar una posible estrategia para la conservación de la biodiversidad. Sin embargo, reconociendo que los recursos disponibles son finitos, puede ser conveniente dar respuesta a un interrogante adicional: ¿qué, de eso que tenemos, debe ser priorizado en términos de conservación?.8
Explicación: