Por qué fue necesaria su aplicación durante la pandemia? ¿Se necesita el apoyo del congreso?
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Bogotá, 17 de abril de 2020. La pandemia de coronavirus, como fenómeno global que amenaza la vida humana y que ha que obligado al confinamiento y al aislamiento social, termina por poner de relieve lo que verdaderamente importa: las familias, el medio ambiente, el quehacer médico, entre otros.
"El miedo a la infección y los instintos básicos de supervivencia pueden alterar significativamente la percepción que tenemos del otro, que puede ser visto como un agente que genera desconfianza en términos de su potencial infección y posible diseminación del virus. Las imágenes de las personas cubiertas con escafandras improvisadas, máscaras de protección o tapabocas hechos en los más insólitos materiales dan cuenta del actual estado de aprensión", explica Ricardo Luque, asesor del Ministerio de Salud.
La distancia social es la norma y muchos gobiernos del mundo han adoptado el confinamiento de las poblaciones como la medida que apunta a desacelerar el crecimiento exponencial de la epidemia. "La vida, tal y como la conocíamos, ha dado un giro de 180 grados; centros educativos, lugares de esparcimiento, comercios y hasta la vida social que llevábamos al interior de los hogares han tenido que dar un frenazo en seco", agrega Luque.
La crisis actual nos está sucediendo a todos como especie, y que las estrategias de supervivencia necesariamente pasan por comprender que el apoyo y el cuidado mutuo son esenciales. Por lo tanto, si deseamos sobreponernos a los múltiples retos que para la salud pública, para la economía y para el bienestar individual y comunitario, implica la pandemia, es clave realizar una breve reflexión ética sobre algunos valores cívicos primordiales.
Solidaridad: Se entiende como el deber de superar nuestros instintos más primitivos para adoptar una actitud empática y saber ponernos en el lugar de los demás. "La solidaridad implica fraternidad, empatía y comprensión, por lo mismo, es fácil ser solidario con las personas a quienes amamos, pero no es tan fácil serlo con los desconocidos. La solidaridad se da ante todo con los anónimos", dice Luque.
Compasión: La fraternidad y al altruismo no deben quedar tan solo en palabras o buenas intenciones, exigen una práctica, una forma de actuación permanente que conlleve a la virtud de la compasión y el compromiso hacia los otros. La bondad y el desprendimiento requieren un cultivo permanente y una actuación reiterada que, en crisis como las que nos afecta, contribuyan a superar la fase puramente instintiva y egoísta de la propia supervivencia.
Reciprocidad: La reciprocidad exige una preocupación fraterna por el ser humano y su dignidad. La pandemia urge a repensarnos y a saber —como lo expresó en su momento Gandhi—, que "el cambio que deseamos ver en el mundo debemos realizarlo nosotros mismos".[1]
Justicia: Esta situación impone retos importantes en términos de distribuir con justicia los bienes existentes. El primordial elemento de la redistribución justa implica la protección al personal de salud con las medidas adecuadas de bioseguridad y garantías laborales. De igual forma, la equidad implica el máximo esfuerzo y hasta donde sea posible, redistribuir los propios ingresos a través de donaciones, propinas generosas, suministro de mercados, pago de salarios (así el trabajador esté en imposibilidad fáctica de laborar) o ampliar el cuidado debido a los adultos mayores, entre otras acciones.
Honestidad: Las noticias falsas en las redes sociales, el engaño, la desinformación o descalificación de los esfuerzos, así como los mensajes atemorizantes que afectan la salud mental o despiertan los instintos básicos de supervivencia, van en contravía de los esfuerzos preventivos. Los actos de corrupción o malversación de fondos destinados al control o mitigación de los efectos de la covid-19, representan una absoluta ceguera emocional, intelectual y moral, frente a lo que está en juego con la pandemia.
Respeto: El acatamiento a las indicaciones que dan las autoridades al igual que el diálogo, la confianza y el respeto necesarios en las relaciones de convivencia, son materia prima para mitigar la pandemia. No es admisible en ninguna circunstancia ejercer coacción, intimidación o violencia ya sea física, psicológica o sexual, contra nadie y particularmente, contra mujeres, niños y niñas.
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