¿Por qué fue asesinado pardo?
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El asesinato de Manuel Pardo y Lavalle sucedió el 16 de noviembre de 1878, cuando ejercía la presidencia del Senado del Perú. El magnicida fue un sargento de la guardia de honor del Congreso, Melchor Montoya, que se había unido a un complot con otros colegas suyos, en venganza, según adujo, por un proyecto de ley que impedía el ascenso a las clases o rangos menores del ejército (cabos y sargentos), que aparentemente era promovido por Pardo. Sin embargo, muchos creyeron que se trató de una conspiración de mayor alcance, detrás de la cual habrían estado los enemigos políticos de Pardo, entre ellos Nicolás de Piérola. Hechas las investigaciones, no se pudo probar esta conexión, ni con ningún otro político importante. El mismo Montoya reconoció haber actuado de manera personal. Fue juzgado en el fuero civil, condenado a muerte y fusilado en 1880. El resto de los sargentos implicados fueron condenados a la pena de prisión de quince años cada uno.
Dos días antes de su asesinato, el 14 de noviembre de 1878, Pardo pronunció en el Senado un discurso en apoyo a un proyecto de ley de tipo tributario. Al día siguiente volvió a ocuparse del mismo asunto. Esos discursos debían publicarse en El Comercio, por lo que Pardo fue en la mañana del día 16, el día fatal, a la imprenta del diario para revisar las pruebas del texto. Estuvo realizando esa labor hasta la dos de la tarde, cuando se dirigió en coche hacia la puerta del Senado (que en ese entonces se hallaba en el actual local del Museo de la Inquisición, frente a la Plaza Bolívar). Lo acompañaban sus amigos Manuel María Rivas y Adán Melgar.8Al momento de ingresar al recinto del Senado, Pardo recibió los honores de ordenanza de parte de la guardia de honor, integrada por miembros del batallón Pichincha. Pardo hizo cesar los honores con un gesto y luego ingresó al primer patio del Congreso. Apenas había avanzado unos seis a ocho pasos de la entrada, cuando de pronto, uno de los integrantes de la guardia, el sargento Melchor Montoya, le disparó por la espalda con su fusil Comblain, gritando «¡Viva el pueblo!». La bala rozó la mano izquierda de Rivas, penetró en el pulmón izquierdo de Pardo y salió a la altura de la clavícula.9Mientras que Pardo, desfalleciente, era sostenido en brazos por Rivas, Melgar se lanzó en persecución del asesino, que huyó hacia la Plaza de la Inquisición, siendo finalmente apresado por el sargento de gendarmes Juan José Bellodas.10 En todo ese lapso, los guardias del batallón Pichincha, es decir, los colegas de Montoya, permanecieron impasibles.9Es seguro que el gobierno de entonces no tuvo nada que ver con el magnicidio. La ira del presidente Prado al saber la noticia del execrable crimen fue indudablemente sincera. No había en ese momento ninguna enemistad entre ambos.
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