¿Por qué existió una relación política conflictiva entre América Latina y Estados Unidos, durante el siglo XX?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:Las relaciones México-Estados Unidos, 1756-2010
finales de 2012, apareció una impresionante obra sobre las relaciones México-Estados Unidos, que abordaba desde 1756 hasta 2010, producto del titánico esfuerzo de cuatro historiadores: Marcela Terrazas, Gerardo Gurza, Paolo Riguzzi y Patricia de los Ríos. Su importancia radica en los méritos (no escasos) a los que me referiré cumplidamente en las siguientes líneas, pero también al contexto en el que aparece. Dice el lugar común de las contraportadas de muchos libros que la obra en cuestión "viene a cubrir un vacío" en la historiografía. En este caso, la trillada expresión es válida porque la investigación a cuatro manos de los autores aludidos supone una vigonzadora contribución.
Hace aproximadamente cuatro décadas, Josefina Zoraida Vázquez y Lorenzo Meyer constataban que, a pesar de la importancia intrínseca de las relaciones entre México y Estados Unidos, no teníamos en la bibliografía especializada muchas obras generales que revisaran sistemáticamente la compleja vecindad de estos dos grandes países que comparten el territorio septentrional de América. En la bibliografía disponible en Estados Unidos se citaban las obras de Rippy, Callahan, Howard F. Cline y algunas más de otros autores estadunidenses. Por el lado mexicano, se evocaba a Alberto María Carreño, Gastón García Cantú y Luis G. Zorrilla. La obra sintetizadora de Vázquez y Meyer (2003) marcó una época y, en muchos sentidos, sigue siendo una influyente línea de interpretación para entender la relación bilateral.
Ante este panorama, es comprensible que se reciba con entusiasmo un nuevo intento de sistematizar las relaciones bilaterales. El esfuerzo de los autores de esta colosal empresa es dar coherencia a más de dos siglos de relaciones bilaterales, historia marcada por guerras, despojos, desconfianza e incomprensión, pero también por un indisoluble entrelazamiento entre las dos naciones. No hay país que haya influido tanto en configurar el rostro de México como su vecino norteño, y probablemente ningún país (en singular) haya influido tanto en moldear a Estados Unidos como lo ha hecho México. La relación, por supuesto, ha variado a lo largo de los años y no hay forma de ver cada capítulo fuera del contexto económico, político e intelectual de cada nueva coyuntura del sistema internacional. Hay, sin embargo, algunas regularidades que con el correr de los años han tenido un poderoso influjo para configurar la imagen que los mexicanos tienen de los vecinos y viceversa. Es asombroso constatar la enorme vitalidad de los prejuicios y su habilidad para viajar por los siglos con nuevo ropaje, pero con la misma esencia.
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