¿Por que es necesario que el ser humano viva momentos de reflexión, purificación y conversión?
Respuestas a la pregunta
Reflexionar nos ayuda a conocer, nos identifica como seres inquietos, capaces que aprender… la reflexión nos ayuda también a poner claridad es aquellos aspectos de nuestra vida que pueden parecer confusos, y pueden a ayudar a clarificar contradicciones o conflictos
*purificasion*
Salud: la purificación de agua y el consumo está directamente relacionada con el bienestar de las personas, el resultado de tomar agua libre de contaminantes ayuda al buen desempeño de los órganos del cuerpo como el corazón, ya que la sangre fluye correctamente
conversión para ayudarnos en nuestro sistema y austetisma
espero q te ayude si es asi dame corenita
Respuesta:
Para abordar esta temática he tenido a la vista el libro Experiencia de Dios y formación vocacional de José María Imízcoz Barriola editado por la BAC el año 2004, que a su vez tiene en consideración las reflexiones de Juan Martín Velasco en su libro La experiencia cristiana de Dios cuya primera edición es del año 1995. Ellos se inscriben en una corriente que se ha ido fraguando en las últimas décadas, a través del desarrollo de la teología espiritual, cuyo objeto de análisis ha sido justamente la experiencia y particularmente la experiencia de Dios.
Cuando hablamos de experiencia de Dios estamos hablando de una experiencia humana en la cual, y a través de la cual, Dios se hace presente de manera tal que transforma la vida. En cierto modo podríamos afirmar que toda vivencia humana es, o puede ser leída, como experiencia de Dios, ya que en Él “nos movemos, existimos y somos” (Hch 17,28) y se hace presente a las personas a través de toda la realidad. Pero ocurre que no siempre las personas somos conscientes de esa presencia de Dios y las realidades creadas muchas veces la oscurecen, por ello implica un camino de purificación y de conversión que conlleva momentos vitales en que esa cercanía de Dios se hace patente y el ser humano se hace capaz de interpretarla como tal.
En alemán el término para decir experiencia (erfahren, saber por experiencia) tiene la misma raíz que el término fahren que significa viajar1. Es decir, nos remite a un tipo de conocimiento que se ha adquirido caminando. Es un saber que adquiere la persona que ha recorrido la vida, que ha trabado un contacto de piel con las realidades de este mundo. Es lo contrario o va más allá de un conocimiento teórico, aunque esto no implica que en el conocimiento a que da lugar la experiencia no se haga uso de la razón . Lo segundo que me parece fundamental es que en la experiencia cristiana de Dios se percibe hasta qué punto la iniciativa la tiene Dios. Él nos primerea, como dice el Papa Francisco7. La experiencia de Dios no es fruto de un esfuerzo humano, ni siquiera es una respuesta al anhelo más profundo del ser humano, no en primer lugar, sino que es fruto de una opción querida por Dios, inesperada, gratuita, sobreabundante, fruto del amor. Por ello, las más de las veces, descoloca a la persona que es agraciada con este encuentro radical que transforma la vida y que involucra una elección personal, a la vez que una misión8. El deseo de Dios nos pone en camino de búsqueda y a la vez nos ayuda a reconocer los medios para el encuentro con Él. Es cierto que finalmente la experiencia de Dios será un don, una gracia, pero justamente la intencionalidad que manifiesta el deseo hace que la persona o la comunidad generen las condiciones que favorezcan dicho encuentro13. En este sentido, uno de los aspectos más relevantes es transmitir que hemos sido deseados en primer lugar por Dios. Hemos sido queridos por Él, desde lo más profundo y desde antes de nacer. Esa convicción creyente puede ayudar a los peregrinos del deseo entre tantas voces que tiene la vida a buscar la Palabra dicha para cada uno y para todos, desde siempre y para siempre y que colma todas las expectativas de ser . En el cristianismo, como indicamos antes, esto se da en unión con Jesús, se trata justamente de desear a Dios-Padre al modo de Jesús. “Con él, por él y en él” reza la doxología final de la plegaria eucarística y prosigue “a ti Dios Padre”, “todo honor y toda gloria”, es decir, todo mi deseo de servirte y amarte, en la comunión del Espíritu Santo. Es siempre con y en Jesús que deseamos al Abba-Padre con gemidos inefables desde lo profundo de nuestro corazón. Desear con Jesús, además, es amar con él a toda creatura, en especial a los pobres y a los que sufren, es anhelar sanar toda herida y acoger a toda creatura. En Jesús el deseo de Dios y de la comunión con todos y todas es inseparable, porque él aspira a la plena comunión, a la completa reconciliación.
II. Despertar el deseo de la alegría del Evangelio
Este capítulo busca mostrar la relevancia del deseo en la experiencia de Dios a la luz del despertar vocacional en los jóvenes. En cierto modo consideramos que la experiencia del llamado, es decir, la experiencia vocacional es referencial a la hora de reflexionar sobre la experiencia de Dios, ya que Dios cuando actúa en la vida siempre está a la vez amando y llamando. Toda experiencia de Dios es vocacional porque está en el fondo la relación que define la identidad y la misión de todo ser humano y del Pueblo de Dios.