Por qué en 1889 se pensaba que el socialismo no daría resultado en la argentina?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Afirmo desde el vamos que la validez de la pregunta contenida en el título de este breve texto no es obvia ni actual. Supone lo que debe probarse, a saber, que el término “socialismo” debería circular en la Argentina de la época kirchnerista. Solo así la interrogación sería viable y operacionable. Entonces podríamos discutir los obstáculos que contrariaron esa circulación, las razones sociales, políticas y culturales de su dificultad, en fin, el drama que le impidió en tiempos recientes tornarse realidad concreta. Sin el supuesto de que debería haber un debate socialista en la Argentina, lo que sigue podría ser un ejercicio ocioso, tan (o tan poco) válido como inquirir sobre por qué en el país no tiene importancia política el significante “fascismo”.
No obstante, hay algunas preguntas que son productivas porque conducen a desnaturalizar lo existente. Es más, generan mejores condiciones para las preguntas realistas, esto es, actuales. Sucede que el pensamiento crítico no consiste en reflejar o analizar “científicamente” un objeto externo. Opera con otra apostura: procede a desarticular la presunta consistencia y legitimidad de lo existente, a la vez que se cuestiona la autonomía especular del sujeto.1 Porque lo concreto no es una realidad empírica maciza y transparente. Es ella misma el precipitado de historias, de relaciones de fuerza, de memorias sociales, de pugnas por calificar su sentido. Es ciertamente algo más que un juego de “representaciones”, de ideas. Por lo tanto, no se trata meramente de observar la correspondencia entre una realidad objetiva y las categorías descriptivas propuestas, como si ambas pertenecieran a dos órdenes paralelos (lo objetivo y lo subjetivo).
Estas nociones epistemológicas tienen una derivación en la teoría social. Desde una posición materialista, eso que denominamos la realidad histórica posee una resistencia, una dureza propia que nunca cabe del todo en nuestros lenguajes. Las condiciones socio-políticas son constitutivas de enunciados y prácticas. Enunciados y prácticas que, sin embargo, definen lo singular de las situaciones analizadas. Es en ese sentido estricto que toda actitud materialista devela otra cosa que una designación metafísica de “lo material” como sustancia, por ejemplo, subyaciendo bajo una superficie fenoménica (digamos, “lo ideal”).
El materialismo histórico destaca en la primacía de las prácticas sociales condicionadas, en un periodo específico, la lógica de reproducción de los recursos que regulan la existencia colectiva. El Marx maduro renunció a construir desde tal afirmación una “filosofía de la historia”.2 En el capitalismo por él estudiado, esa lógica es la fuerza abstractiva del capital. Esta no es propiamente “económica”, sino un principio de mediación que convierte en mercancía todo lo que toca: la fuerza de trabajo, el agua, el aire, el pensamiento, el amor. Al configurar una dinámica global de mediación, la lógica del capital deviene en organizadora de lo real, insisto, no en términos de una “determinación económica” (en primera o última instancia).3 Por eso, desde una perspectiva marxista es imposible desarrollar un pensamiento crítico sin poner en suspenso la naturalización que esa lógica instituye al presentarse como realidad objetiva e incuestionable: esto es, como la única sociedad posible, a la que puede añadirse tal o cual rasgo progresista o reaccionario (según los casos), pero en lo fundamental inmodificable.
Una posibilidad de abrir las costuras del dominio capitalista es, precisamente, desajustar la hegemonía ideológica del statu quo con una pregunta similar a la célebre de Werner Sombart: “¿Por qué no existe el socialismo en los Estados Unidos?”4
Quizá convenga antes de pasar a la médula de nuestra preocupación destacar qué entendemos por socialismo. El amargo saldo del siglo veinte dejó, paradójicamente, como herencia la conciencia de la duplicidad del socialismo, duplicidad que los socialismos realmente existentes desoyeron. El socialismo es la política de socialización (1) de la riqueza y (2) del poder. Su primer rasgo implica el cuestionamiento del capitalismo como lógica global y no sólo ese capítulo que llamamos distribución de la renta. El segundo rasgo es la refundación de la democracia. Parasitada por el capitalismo, la democracia se torna liberal y partidocrática, sistema regulador de la representación política en la sociedad gobernada por el valor.
Desde luego, no pretendo hablar del tema ex cathedra, como si tuviera la posta. No solo porque sería una falsedad inocultable, sino porque la reconstrucción de una estrategia política de la izquierda requiere reflexiones colectivas. Es con el afán de aportar en esa tarea, al menos en el plano intelectual, que avanzo algunas interrogaciones.
Explicación: