Historia, pregunta formulada por valentinaamara79, hace 16 horas

¿Por qué el siglo XVIII es un siglo de guerras por el control de los mares?

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Contestado por 77256889
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Respuesta:

El mundo occidental nació en el Mediterráneo. Primero Grecia, luego Roma, crearon un modelo de organización humana que llegaría a ser el de Europa entera, y de ahí impregnaría otros continentes, por transposición, como en el poblamiento de América, y por imposición-imitación como en la colonización de Asia y África.El Mediterráneo fue el centro estratégico del mundo occidental desde la pax romana hasta bien entrado el siglo XVII. En los primeros 50 años del 1600, que coinciden con la fase agónica de la decadencia española, el eje marítimo del espacio sobre el que había regido Felipe II cambia de mar para centrarse en el Atlántico.

El descubrimiento de América y la colonización de los mares al oeste de la península Ibérica había abierto una nueva perspectiva planetaria, pero no había desplazado verdaderamente el eje del máximo interés imperial. Mientras el Atlántico era la autopista de la plata americana en viaje de ida y vuelta sobre las corrientes de alisios y contralisios, el Mediterráneo era el mar de la guerra donde combatían islam y cristiandad.

El dominio español sobre el Mediterráneo occidental dura cerca de un siglo, mientras que otro imperio, el otomano, predomina en sus aguas orientales y su lucha por la supremacía ni siquiera se resuelve en la batalla de Lepanto, en 1571, donde la victoria hispano-veneciana sólo sirve para consolidar el reparto del mar en dos mitades. La sustitución imperial de España por la potencia marítima holandesa, primero tras la guerra de los 80 años y la paz de Westfalia en 1648, y de ésta por el primer imperio inglés, que data de finales del siglo XVII, hacen que por primera vez el eje de la gran conflagración política en los mares se traslade fundamentalmente al Atlántico.

Guerra de Sucesión

Durante el siglo XVIII, el Mediterráneo, reducido a mar regional, ve ascender el predominio británico, que se afirma con la guerra de Sucesión española, en la que se produce la pérdida de Gibraltar, y se consolida en la de Sucesión austriaca y la de los Siete Años, éstas ya de verdadera dimensión oceánica, puesto que se combate en Europa, América y Asia. Paralelamente, al otro extremo del continente el reinado modernizador de Pedro el Grande en Rusia, que llega hasta mediados de siglo, impulsa la gran marcha del antiguo ducado de Moscovia hacia dos mares: las aguas frías del Báltico y las calientes del Mediterráneo, con lo que se instala un futuro competidor en el mar Negro.

En el tránsito del siglo la flota británica destruye en la rada egipcia de Abukir (1799) los sueños napoleónicos de abrir para Francia el camino de Oriente a través del Mediterráneo, y poco después en la batalla de Trafalgar (1805), librada frente a las costas de Cádiz casi a la entrada del Peñón, cierra sus aguas a la hegemonía de cualquier otra potencia. El resto del siglo XIX está marcado por la decadencia del imperio turco, cuyas fuerzas navales son destruidas en 1827 en Navarino por Inglaterra, ahora aliada a Francia, en apoyo de la próxima independencia griega. Al mismo tiempo, desde finales del XVIII, la presión rusa para controlar los Dardanelos y tener un acceso seguro desde Estambul al Mediterráneo contribuye por el juego de las compensaciones a convertir a la Sublime Puerta en aliado menesteroso de Londres. Así, en la guerra de Crimea en los años cincuenta, Francia y Gran Bretaña acuden en socorro de Turquía contra Rusia, y la caída de Sebastopol aplaza el sueño zarista en el Mediterráneo oriental, haciendo precario incluso su control del mar Negro.

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