por que dios creo al hombre con arcilla , ey Enkidu tambien
Respuestas a la pregunta
Dios modeló al hombre con arcilla
El Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo
«Cuando el Señor Dios hizo el cielo y la tierra, modeló al hombre con arcilla del suelo» (Gn 2, 4b. 7a). Les invito a que profundicemos en el simbolismo de estas palabras, y en la verdad teológica que ellas contienen. Dios “modela” al hombre con arcilla; es decir, con sus propias manos va dando forma a su creación predilecta: el hombre; varón y mujer.
Dios modela al hombre. Esta imagen trae a mi memoria otra palabra de la Sagrada Escritura: «El Señor modeló cada corazón, y comprende todas sus acciones» (cf. Salmo 32,15). Sí, Él modeló cada corazón, cada alma, cada persona.
Y si seguimos profundizando en esta imagen nos damos cuenta de que quien modela la arcilla trabaja con sus propias manos esta arcilla; toca la arcilla, la siente entre sus dedos y le va dan forma. Con paciencia, perseverancia y atención va moldeando la arcilla para dar forma a lo que lleva en su corazón. Dar forma significa dar figura, dar un determinado ser y con ello un hacer concorde al ser, un destino, una finalidad, un sentido.
En este relato de la Sagrada Escritura hay una invitación a mirar contemplativamente al ser humano, al varón y a la mujer; y descubrir en ellos –en nosotros, en cada uno- la huella de Dios. Aquel que modela la arcilla deja en ella la impresión de sus dedos, su huella digital. ¿Cuáles son las huellas que Dios ha dejado en mi arcilla, en mi cuerpo de arena y mi alma de agua?
Dios deja sus huellas en nuestros anhelos más auténticos, sobre todo en el anhelo del amor verdadero. “Todos los hombres perciben el impulso interior de amar de manera auténtica; amor y verdad nunca los abandonan completamente, porque son la vocación que Dios ha puesto en el corazón y en la mente de cada ser humano.”[1]
Si Dios ha dejado su huella en nuestros corazones y nos invita a descubrir esa imagen de sí que ha dejado en nosotros, entonces en el acto creador de Dios subyace también un proyecto de vida suyo para nosotros. Hay un proyecto de Dios, un plan, un anhelo, una bendición.
No conviene que el hombre esté solo
A medida que avanza el relato del Génesis encontramos estas palabras en boca de Dios: «No conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada» (Gn 2,18). Dios nos ha creado para la comunión y no para el aislamiento solitario. Él nos ha creado para la amistad, para la fraternidad, para el amor.
Si bien estamos convocados a una “comunión universal”[2] con los animales domésticos, las aves del cielo y todos los animales del campo (cf. Gn 2, 20); el varón descubre una comunión especial con la mujer, a la que reconoce como hueso de sus huesos y carne de su carne (cf. Gn 2, 23a). Esta expresión bíblica señala el origen común del varón y de la mujer en el plan de Dios. «Carne de mi carne». Nos debemos mutuamente respeto, amor y dignidad. Ambos, varón y mujer, somos carne frágil pero preciosa y valiosa a los ojos de Dios.
Y si tenemos un origen común, la plenitud la hallaremos en la comunión: «Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne» (Gn 2,24); una sola realidad en la plenitud del amor. De ahí la invitación que nos hace el salmo: «¡Feliz el que teme al Señor y sigue sus caminos!» (Salmo 127,1); ¡feliz el que respeta a Dios creador y sigue su plan, su proyecto de amor!
En el matrimonio, en la vida personal, en cada vocación, Dios, “que quiere actuar con nosotros y contar con nuestra cooperación”,[3] pone su proyecto de amor en nuestras manos. Él confía en nosotros, nos sostiene y acompaña, y espera que cada uno de nosotros haga propio su proyecto de amor y plenitud.