¿ por que decimos que la sociedad y el conocimiento están en proceso de constante transformación?
Respuestas a la pregunta
Las relaciones entre los distintos elementos que constituyen la sociedad son dinámicas; se transforman y cambian a lo largo del tiempo, lo que da lugar a la desaparición de algunos de éstos y a la persistencia de otros pero con diferentes características, con otra complejidad. Nuestra sociedad se ha transformado; sin embargo, la desigualdad persiste. Entre las múltiples maneras de estudiar los cambios sociales ocurridos en las últimas décadas, nos centraremos en aquellas teorías que analizan centralmente el rol del conocimiento en las nuevas formas sociales, dado que es el elemento clave de la vida universitaria. También haremos referencia a algunas de las teorías sobre la posmodernidad que, frente al desánimo por el incumplimiento de las esperanzas de progreso esgrimidas por la industrialización y el avance científico, proponen recluirse en lo individual, lo placentero, lo relativo. Así, plantean la necesidad de descartar la transformación de las estructuras injustas que perviven e imposibilitan una vida digna para millones de seres humanos.
Las profundas transformaciones a nivel social, derivadas en gran medida de los cambios en las fuerzas productivas, conllevan una transformación estructural en las relaciones de poder. De esta manera, siguiendo a Castells (1997), podríamos hablar del surgimiento de una nueva sociedad. Ésta, además, es caracterizada como sociedad del conocimiento, en referencia al papel fundamental que adquieren la información, la comunicación y el saber en el nuevo orden mundial. Estas transformaciones comportan una modificación sustancial de las construcciones sociales del espacio y el tiempo, y, con ello, la aparición de una nueva cultura. En algunos casos, se corresponde con el surgimiento del espacio y el tiempo virtual.
La revolución tecnológica, la reestructuración económica y la transformación de la cultura convergieron hacia una redefinición histórica de las relaciones de producción; esto llevó a una concentración del poder a nivel mundial como no se había conocido antes en la historia de la humanidad. Al decir de Wallerstein (2007), nos enfrentamos a uno de los momentos de transición en que “el sistema histórico llega a su fin”. Se trata de un momento en el cual “el sistema no puede seguir ajustando su maquinaria”, lo que “abre posibilidades a tendencias seculares”, porque “aumenta las contradicciones” y permite “el ejercicio electivo por parte de los agentes” (Wallerstein, 2007: 277).
Estas transformaciones provocan una profunda crisis económica del sistema capitalista, con varios cuellos de botella: debacle ecológica, desnaturalización de las poblaciones, crisis de las soberanías estatales, requerimientos de democratización de las sociedades. Simultáneamente, conllevan una modificación igualmente profunda de las formas sociales de encuentro en el espacio y en el tiempo, así como la aparición de una nueva cultura. A lo largo de la historia, las culturas han sido generadas por agentes que compartían espacio y tiempo en las condiciones determinadas por las relaciones de producción, luchaban entre sí para imponer a la sociedad sus valores, objetivos y proyectos. La revolución tecnológica, la reestructuración de la economía, la globalización, producen una redefinición de las relaciones de producción y de las relaciones sociales en general.
Entre estas redefiniciones, es interesante, a nuestros fines, detenernos en la construcción ideológica del ciudadano cliente. Es decir, aquel individuo con capacidad de pagar por lo que recibe y de demandar al Estado por lo que paga. Detrás de este postulado, existe el supuesto implícito de que todos los ciudadanos tienen
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